miércoles, 16 de septiembre de 2009

El barón rampante



Este es uno de los libros que recuerdo haber disfrutado muchísimo, la idea de escapar de la realidad, de crear la propia, alejarse pero mantenerse al tanto, me gusta muchísimo. Es casi como si fuéramos invisibles, ese deseo de ver sin ser visto es atractivo, oír sin ser visto, qué divertido, es muy común escuchar que los escritores escuchan conversaciones ajenas, varias conversaciones a la vez o al menos dos y que detienen la mirada en lo que no les incumbe pero les fascina.






Dice la solapa del libro de Italo Calvino:
Cuando tenía doce años, Cosimo Piovasco, barón de Rondó, en un gesto de rebelión contra la tiranía familiar, se encaramó a una encina del jardín de la casa paterna. Ese mismo día, el 15 de junio de 1767, encontró a la hija de los marqueses de Ondarivia y le anunció su propósito de no bajar nunca de los árboles. Desde entonces y hasta el final de su vida, Cosimo permanece fiel a una disciplina que él mismo se ha impuesto. La acción fantástica transcurre en las postrimerías del siglo XVIII y en los albores del XIX. Cosimo participa tanto en la revolución francesa como en las invasiones napoleónicas, pero sin abandonar nunca esa distancia necesaria que le permite estar dentro y fuera de las cosas al mismo tiempo. En esta espléndida obra, Calvino se enfrenta con el que, según él mismo declaró, es su verdadero tema narrativo: “Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros”.

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