sábado, 23 de abril de 2016

Cafe en París.




    Le pregunto a Google sobre el origen de los Cafés, sitios para tomar café. Y Google me contesta en un artículo de Gerardo Sánchez Díaz
    Después del descubrimiento de las propiedades del café como bebida estimulante en el siglo XV y la difusión del grano en las ciudades asiáticas y mediterráneas ubicadas en territorios controlados por los árabes, el café comenzó a venderse por primera vez en 1554 en un expendio de Estambul. Posteriormente, aparecieron otros en Damasco. La prime...ra cafetería establecida en Europa se instaló en Venecia en 1615. A mediados del siglo XVII, el embajador de Turquía introdujo a París la costumbre de tomar café. Al principio, la bebida resultó de sabor repugnante para el paladar de la aristocracia francesa hasta que se le agregó azúcar.
    La primera cafetería parisina fue abierta al público por un italiano de nombre Procopio Cottelli, quien fundó un establecimiento frente al Teatro Francés, que después tomó el nombre de Café Zoopi, más adelante se abrieron los conocidos como Minerva, Foy, Servet y el de Las Artes, que pronto se convirtieron en centros de reunión de estudiantes, grupos de bohemios, poetas, escritores y políticos. Con el tiempo, los cafés parisinos desplazaron la clientela de los expendios de té y los burdeles como centros de reunión de la juventud francesa. Se decía que el café como bebida despejaba el espíritu y hacía fluir con facilidad las ideas. A mediados del siglo XVIII, los cafés parisinos ya eran importantes centros de discusión y de conspiraciones políticas que más tarde habrían de desembocar en la Revolución Francesa. http://dieumsnh.qfb.umich.mx/la_costumbre.htm







    Algunos de los cafés más famosos de Paris. Entre ellos el Café de Flore y de Deux Magot, en donde se reunían Sartre y Simone de Beauvoir y luego muchos otros intelectuales. Es visita obligada cuando uno está en Paris, sentarse a tomar un café y mirar a la gente que pasa y a uno que otro comediante que nos hace reír. Recuerdo especialmente a uno que parado detrás de un caminante lo imitaba, su manera de mover los brazos, arreglarse el pelo, de rascarse, cuidándose de no ser descubierto y claro al fin el caminante se daba cuenta y todos soltábamos la carcajada.




Narrarse la vida, tal como deseamos vivirla: Ana Maria Bovo at TEDxCordo...



La conocí en uno de mis primeros viajes a Buenos Aires, se presentaba en un Café en Vicente López, qué voz, qué entretenida, qué memoria.  EN este TED nos explica lo importante que es la narración y nos cuenta el encuentro con una tía suya en un pueblito blanco del sur de España, el cariño que se profesan y su iniciación como narradora bajo esta musa inspiradora. La oración final, es para mi bellísima. Vive, sueña, reposa y no tengas miedo, oye, de ninguna mala cosa, de ninguna mala cosa, de ninguna mala cosa.

LA FETE by Rodrigo Leao

La fiesta de Joan Manuel Serrat


Un Joan Manuel jovencito, con pelo largo, lleno de energía, cantando La fiesta para nosotros.

Hay Un Día Feliz Nicanor Parra: Sus Poemas en Su Voz -

Chopin, Nocturnos. Maria João Pires, piano

María Zambrano: Una sabia errante en los claros del bosque






Carl Jung . Desde lo profundo del alma

Olga Jegunova - W.A. Mozart: Piano Sonata No 11 in A - Major, K.331 (300i)

Nicanor Parra: Sus Poemas en Su Voz - Soliloquio del Individuo


En los años de letras de la Católica José Miguel Oviedeo nos hizo conocer a este original poeta chileno, candidato muchas veces al premio nobel, hermano de Violeta Parra.


Poeta, matemático y físico chileno cuya obra ha tenido una profunda influencia en la literatura hispanoamericana.6
Considerado el creador de la antipoesía, es para muchos críticos y autores connotados, tales como Harold Bloom, Niall Binns o Roberto Bolaño, el mejor o uno de los mejores poetas de Occidente.3 Wikipedia.

martes, 19 de abril de 2016

Verano de Julio Coirtázar

verano

Al atardecer Florencio bajó con la nena hasta la cabaña, siguiendo el sendero lleno de baches y piedras sueltas que sólo Mariano y Zulma se animaban a franquear con el yip. Zulma les abrió la puerta, y a Florencio le pareció que tenía los ojos como si hubiera estado pelando cebollas. Mariano vino desde la otra pieza, les dijo que entraran, pero Florencio solamente quería pedirles que guardaran a la nena hasta la mañana siguiente porque tenía que ir a la costa por un asunto urgente y en el pueblo no había nadie a quien pedirle el favor. Por supuesto, dijo Zulma, déjela nomás, le pondremos una cama aquí abajo. Pase a tomar una copa, insistió Mariano, total cinco minutos, pero Florencio había dejado el auto en la plaza del pueblo y tenía que seguir viaje enseguida; les agradeció, le dio un beso a su hijita que ya había descubierto la pila de revistas en la banqueta; cuando se cerró la puerta Zulma y Mariano se miraron casi interrogativamente, como si todo hubiera sucedido demasiado pronto. Mariano se encogió de hombros y volvió a su taller donde estaba encolando un viejo sillón; Zulma le preguntó a la nena si tenía hambre, le propuso que jugara con las revistas, en la despensa había una pelota y una red para cazar mariposas; la nena dio las gracias y se puso a mirar las revistas; Zulma la observó un momento mientras preparaba los alcauciles para la noche, y pensó que podía dejarla jugar sola.
Ya atardecía temprano en el sur, apenas les quedaba un mes antes de volver a la capital, entrar en la otra vida del invierno que al fin y al cabo era una misma sobrevivencia, estar distantemente juntos, amablemente amigos, respetando y ejecutando las múltiples nimias delicadas ceremonias convencionales de la pareja, como ahora que Mariano necesitaba una de las hornallas para calentar el tarro de cola y Zulma sacaba del fuego la cacerola de papas diciendo que después terminaría de cocinarlas, y Mariano agradecía porque el sillón ya estaba casi terminado y era mejor aplicar la cola de una sola vez, pero claro, calentala nomás. La nena hojeaba las revistas en el fondo de la gran pieza que servía de cocina y comedor, Mariano le buscó unos caramelos en la despensa; era la hora de salir al jardín para tomar una copa mirando anochecer en las colinas; nunca había nadie en el sendero, la primera casa del pueblo se perfilaba apenas en lo más alto; delante de ellos la falda seguía bajando hasta el fondo del valle ya en penumbras. Serví nomás, vengo en seguida, dijo Zulma. Todo se cumplía cíclicamente, cada cosa en su hora y una hora para cada cosa, con la excepción de la nena que de golpe desajustaba levemente el esquema; un banquito y un vaso de leche para ella, una caricia en el pelo y elogios por lo bien que se portaba. Los cigarrillos, las golondrinas arracimándose sobre la cabaña; todo se iba repitiendo, encajando, el sillón ya estaría casi seco, encolado como ese nuevo día que nada tenía de nuevo. Las insignificantes diferencias eran la nena esa tarde, como a veces a mediodía el cartero los sacaba un momento de la soledad con una carta para Mariano o para Zulma que el destinatario recibía y guardaba sin decir una palabra. Un mes más de repeticiones previsibles, como ensayadas, y el yip cargado hasta el tope los devolvería al departamento de la capital, a la vida que sólo era otra en las formas, el grupo de Zulma o los amigos pintores de Mariano, las tardes de tiendas para ella y las noches en los cafés para Mariano, un ir y venir separadamente aunque siempre se encontraran para el cumplimiento de las ceremonias bisagra, el beso matinal y los programas neutrales en común, como ahora que Mariano ofrecía otra copa y Zulma aceptaba con los ojos perdidos en las colinas más lejanas, teñidas ya de un violeta profundo.
Qué te gustaría cenar, nena. A mí como usted quiera, señora. A lo mejor no le gustan los alcauciles, dijo Mariano. Sí me gustan, dijo la nena, con aceite y vinagre pero poca sal porque pica. Se rieron, le harían una vinagreta especial. Y huevos pasados por agua, qué tal. Con cucharita, dijo la nena. Y poca sal porque pica, bromeó Mariano. La sal pica muchísimo, dijo la nena, a mi muñeca le doy el puré sin sal, hoy no la traje porque mi papá estaba apurado y no me dejó. Va a hacer una linda noche, pensó Zulma en voz alta, mirá qué transparente está el aire hacia el norte. Sí, no hará demasiado calor, dijo Mariano entrando los sillones al salón de abajo, encendiendo las lámparas junto al ventanal que daba al valle. Mecánicamente encendió también la radio. Nixon viajará a Pekín, qué me contás, dijo Mariano. Ya no hay religión, dijo Zulma, y soltaron la carcajada al mismo tiempo. La nena se había dedicado a las revistas y marcaba las páginas de las tiras cómicas como si pensara leerlas dos veces.
La noche llegó entre el insecticida que Mariano pulverizaba en el dormitorio de arriba y el perfume de una cebolla que Zulma cortaba canturreando un ritmo pop de la radio. A mitad de la cena la nena empezó a adormilarse sobre su huevo pasado por agua; le hicieron bromas, la alentaron a terminar; ya Mariano le había preparado el catre con un colchón neumático en el ángulo más alejado de la cocina, de manera de no molestarla si todavía se quedaban un rato en el salón de abajo, escuchando discos o leyendo. La nena comió su durazno y admitió que tenía sueño. Acuéstese, mi amor, dijo Zulma, ya sabe que si quiere hacer pipí no tiene más que subir, le dejaremos prendida la luz de la escalera. La nena los besó en la mejilla, ya perdida de sueño, pero antes de acostarse eligió una revista y la puso debajo de la almohada. Son increíbles, dijo Mariano, qué mundo inalcanzable, y pensar que fue el nuestro, el de todos. A lo mejor no es tan diferente, dijo Zulma que destendía la mesa, vos también tenés tus manías, el frasco de agua colonia a la izquierda y la gillette a la derecha, y yo no hablemos. Pero no eran manías, pensó Mariano, más bien una respuesta a la muerte y a la nada, fijar las cosas y los tiempos, establecer ritos y pasajes contra el desorden lleno de agujeros y de manchas. Solamente que ya no lo decía en voz alta, cada vez parecía haber menos necesidad de hablar con Zulma, y Zulma tampoco decía nada que reclamara un cambio de ideas. Llevá la cafetera, ya puse las tazas en la banqueta de la chimenea. Fijate si queda azúcar en la azucarera, hay un paquete nuevo en la despensa. No encuentro el tirabuzón, esta botella de aguardiente pinta bien, no te parece. Sí, lindo color. Ya que vas a subir traéte los cigarrillos que dejé en la cómoda. De veras que es bueno este aguardiente. Hace calor, no encontrás. Sí, está pesado, mejor no abrir las ventanas, se va a llenar de mariposas y mosquitos.
Cuando Zulma oyó el primer ruido, Mariano estaba buscando en las pilas de discos una sonata de Beethoven que no había escuchado ese verano. Se quedó con la mano en el aire, miró a Zulma. Un ruido como en la escalera de piedra del jardín, pero a esa hora nadie venía a la cabaña, nadie venía nunca de noche. Desde la cocina encendió la lámpara que alumbraba la parte más cercana del jardín, no vio nada y la apagó. Un perro que anda buscando qué comer, dijo Zulma. Sonaba raro, casi como un bufido, dijo Mariano. En el ventanal chicoteó una enorme mancha blanca, Zulma gritó ahogadamente, Mariano de espaldas se volvió demasiado tarde, el vidrio reflejaba solamente los cuadros y los muebles del salón. No tuvo tiempo de preguntar, el bufido resonó cerca de la pared que daba al norte, un relincho sofocado como el grito de Zulma que tenía las manos contra la boca y se pegaba a la pared del fondo, mirando fijamente el ventanal. Es un caballo, dijo Mariano sin creerlo, suena como un caballo, oí los cascos, está galopando en el jardín. Las crines, los belfos como sangrantes, una enorme cabeza blanca rozaba el ventanal, el caballo los miró apenas, la mancha blanca se borró hacia la derecha, oyeron otra vez los cascos, un brusco silencio del lado de la escalera de piedra, el relincho, la carrera. Pero no hay caballos por aquí, dijo Mariano que había agarrado la botella de aguardiente por el gollete antes de darse cuenta y volver a ponerla sobre la banqueta. Quiere entrar, dijo Zulma pegada a la pared del fondo. Pero no, qué tontería, se habrá escapado de alguna chacra del valle y vino a la luz. Te digo que quiere entrar, está rabioso y quiere entrar. Los caballos no rabian que yo sepa, dijo Mariano, me parece que se ha ido, voy a mirar por la ventana de arriba. No, no, quédate aquí, lo oigo todavía, está en la escalera de la terraza, está pisoteando las plantas, va a volver, y si rompe el vidrio y entra. No seas sonsa, qué va a romper, dijo débilmente Mariano, a lo mejor si apagamos las luces se manda mudar. No sé, no sé, dijo Zulma resbalando hasta quedar sentada en la banqueta, oí cómo relincha, está ahí arriba. Oyeron los cascos bajando la escalera, el resoplar irritado contra la puerta, a Mariano le pareció sentir como una presión en la puerta, un roce repetido, y Zulma corrió hacia él gritando histéricamente. La rechazó sin violencia, tendió la mano hacia el interruptor; en la penumbra (quedaba la luz de la cocina donde dormía la nena) el relincho y los cascos se hicieron más fuertes, pero el caballo ya no estaba delante de la puerta, se lo oía ir y venir en el jardín. Mariano corrió a apagar la luz de la cocina, sin siquiera mirar hacia el rincón donde habían acostado a la nena; volvió para abrazar a Zulma que sollozaba, le acarició el pelo y la cara, pidiéndole que se callara para poder escuchar mejor. En el ventanal, la cabeza del caballo se frotó contra el gran vidrio, sin demasiada fuerza, la mancha blanca parecía transparente en la oscuridad; sintieron que el caballo miraba al interior como buscando algo, pero ya no podía verlos y sin embargo seguía ahí, relinchando y resoplando, con bruscas sacudidas a un lado y otro. El cuerpo de Zulma resbaló entre los brazos de Mariano, que la ayudó a sentarse otra vez en la banqueta, apoyándola contra la pared. No te muevas, no digas nada, ahora se va a ir, verás. Quiere entrar, dijo débilmente Zulma, sé que quiere entrar y si rompe la ventana, qué va a pasar si la rompe a patadas. Sh, dijo Mariano, callate por favor. Va a entrar, murmuró Zulma. Yo no tengo ni una escopeta, dijo Mariano, le metería cinco balas en la cabeza, hijo de puta. Ya no está ahí, dijo Zulma levantándose bruscamente, lo oigo arriba, si ve la puerta de la terraza es capaz de entrar. Está bien cerrada, no tengas miedo, pensá que en la oscuridad no va a entrar en una casa donde ni siquiera podría moverse, no es tan idiota. Oh sí, dijo Zulma, quiere entrar, va a aplastarnos contra las paredes, sé que quiere entrar. Sh, repitió Mariano que también lo pensaba, que no podía hacer otra cosa que esperar con la espalda empapada de sudor frío. Una vez más los cascos resonaron en las lajas de la escalera, y de golpe el silencio, los grillos lejanos, un pájaro en el nogal de lo alto.
Sin encender la luz, ahora que el ventanal dejaba entrar la vaga claridad de la noche, Mariano llenó una copa de aguardiente y la sostuvo contra los labios de Zulma, obligándola a beber aunque los dientes chocaban contra la copa y el alcohol se derramaba en la blusa; después, del gollete, bebió un largo trago y fue hasta la cocina para mirar a la nena. Con las manos bajo la almohada como si sujetara la preciosa revista, dormía increíblemente y no había escuchado nada, apenas parecía estar ahí mientras en el salón el llanto de Zulma se cortaba cada tanto en un hipo ahogado, casi un grito. Ya pasó, ya pasó, dijo Mariano sentándose contra ella y sacudiéndola suavemente, no fue más que un susto. Va a volver, dijo Zulma con los ojos clavados en el ventanal. No, ya andará lejos, seguro que se escapó de alguna tropilla de allá abajo. Ningún caballo hace eso, dijo Zulma, ningún caballo quiere entrar así en una casa. Admito que es raro, dijo Mariano, mejor echemos un vistazo afuera, aquí tengo la linterna. Pero Zulma se había apretado contra la pared, la idea de abrir la puerta, de salir hacia la sombra blanca que podía estar cerca, esperando bajo los árboles, pronta a cargar. Mirá, si no nos aseguramos que se ha ido nadie va a dormir esta noche, dijo Mariano. Démosle un poco más de tiempo, entre tanto vos te acostás y te doy tu calmante; dosis extra, pobrecita, te la has ganado de sobra.
Zulma acabó por aceptar, pasivamente; sin encender las luces fueron hasta la escalera y Mariano mostró con la mano a la nena dormida, pero Zulma apenas la miró, subía la escalera trastabillando, Mariano tuvo que sujetarla al entrar en el dormitorio porque estaba a punto de golpearse en el marco de la puerta. Desde la ventana que daba sobre el alero miraron la escalera de piedra, la terraza más alta del jardín. Se ha ido, ves, dijo Mariano arreglando la almohada de Zulma, viéndola desvestirse con gestos mecánicos, la mirada fija en la ventana. Le hizo beber las gotas, le pasó agua colonia por el cuello y las manos, alzó suavemente la sábana hasta los hombros de Zulma que había cerrado los ojos y temblaba. Le secó las mejillas, esperó un momento y bajó a buscar la linterna; llevándola apagada en una mano y con un hacha en la otra, entornó poco a poco la puerta del salón y salió a la terraza inferior desde donde podía abarcar todo el lado de la casa que daba hacia el este; la noche era idéntica a tantas otras del verano, los grillos chirriaban lejos, una rana dejaba caer dos gotas alternadas de sonido. Sin necesidad de la linterna Mariano vio la mata de lilas pisoteada, las enormes huellas en el cantero de pensamientos, la maceta tumbada al pie de la escalera; no era una alucinación, entonces, y desde luego valía más que no lo fuera; por la mañana iría con Florencio a averiguar en las chacras del valle, no se la iban a llevar de arriba tan fácilmente. Antes de entrar enderezó la maceta, fue hasta los primeros árboles y escuchó largamente los grillos y la rana; cuando miró hacia la casa, Zulma estaba en la ventana del dormitorio, desnuda, inmóvil.
La nena no se había movido, Mariano subió sin hacer ruido y se puso a fumar al lado de Zulma. Ya ves, se ha ido, podemos dormir tranquilos, mañana veremos. Poco a poco la fue llevando hasta la cama, se desvistió, se tendió boca arriba, siempre fumando. Dormí, todo va bien, no fue más que un susto absurdo. Le pasó la mano por el pelo, los dedos resbalaron hasta el hombro, rozaron los senos. Zulma se volvió de lado, dándole la espalda, sin hablar; también eso era como tantas otras noches del verano.
Dormir tenía que ser difícil, pero Mariano se durmió bruscamente apenas había apagado el cigarrillo; la ventana seguía abierta y seguramente entrarían mosquitos, pero el sueño vino antes, sin imágenes, la nada total de la que salió en algún momento despedido por un pánico indecible, la presión de los dedos de Zulma en un hombro, el jadeo. Casi antes de comprender ya estaba escuchando la noche, el perfecto silencio puntuado por los grillos. Dormí, Zulma, no hay nada, habrás soñado. Obstinándose en que asintiera, que volviera a tenderse dándole la espalda ahora que de golpe había retirado la mano y estaba sentada, rígida, mirando hacia la puerta cerrada. Se levantó al mismo tiempo que Zulma, incapaz de impedirle que abriera la puerta y fuera hasta el nacimiento de la escalera, pegado a ella y preguntándose vagamente si no haría mejor en cachetearla, traerla a la fuerza hasta la cama, dominar por fin tanta lejanía petrificada. En la mitad de la escalera Zulma se detuvo, tomándose de la barandilla. ¿Vos sabes por qué está ahí la nena? Con una voz que debía pertenecer todavía a la pesadilla. ¿La nena? Otros dos peldaños, ya casi en el codo que se abría sobre la cocina. Zulma, por favor. Y la voz quebrada, casi en falsete, está ahí para dejarlo entrar, te digo que lo va a dejar entrar. Zulma, no me obligues a hacer una idiotez. Y la voz como triunfante, subiendo todavía más de tono, mirá, pero mirá si no me crees, la cama vacía, la revista en el suelo. De un empellón Mariano se adelantó a Zulma, saltó hasta el interruptor. La nena los miró, su piyama rosa contra la puerta que daba al salón, la cara adormilada. Qué haces levantada a esta hora, dijo Mariano envolviéndose la cintura con un repasador. La nena miraba a Zulma desnuda, entre dormida y avergonzada la miraba como queriendo volverse a la cama, al borde del llanto. Me levanté para hacer pipí, dijo. Y saliste al jardín cuando te habíamos dicho que subieras al baño. La nena empezó a hacer pucheros, las manos cómicamente perdidas en los bolsillos del piyama. No es nada, volvete a la cama, dijo Mariano acariciándole el pelo. La arropó, le puso la revista debajo de la almohada; la nena se volvió contra la pared, un dedo en la boca como para consolarse. Subí, dijo Mariano, ya ves que no pasa nada, no te quedes ahí como una sonámbula. La vio dar dos pasos hacia la puerta del salón, se le cruzó en el camino, ya estaba bien así, qué diablos. Pero no te das cuenta de que le ha abierto la puerta, dijo Zulma con esa voz que no era la suya. Déjate de tonterías, Zulma. Andá a ver si no es cierto, o déjame ir a mí. La mano de Mariano se cerró en el antebrazo que temblaba. Subí ahora mismo, empujándola hasta llevarla al pie de la escalera, mirando al pasar a la nena que no se había movido, que ya debía dormir. En el primer peldaño Zulma gritó y quiso escapar, pero la escalera era estrecha y Mariano la empujaba con todo el cuerpo, el repasador se desciñó y cayó al pie de la escalera, sujetándola por los hombros y tironeándola hacia arriba la llevó hasta el rellano, la lanzó hacia el dormitorio, cerrando la puerta tras él. Lo va a dejar entrar, repetía Zulma, la puerta está abierta y va a entrar. Acostate, dijo Mariano. Te digo que la puerta está abierta. No importa, dijo Mariano, que entre si quiere, ahora me importa un carajo que entre o no entre. Atrapó las manos de Zulma que buscaban rechazarlo, la empujó de espaldas contra la cama, cayeron juntos, Zulma sollozando y suplicando, imposibilitada de moverse bajo el peso de un cuerpo que la ceñía cada vez más, que la plegaba a una voluntad murmurada boca a boca, rabiosamente, entre lágrimas y obscenidades. No quiero, no quiero, no quiero nunca más, no quiero, pero ya demasiado tarde, su fuerza y su orgullo cediendo a ese peso arrasador que la devolvía al pasado imposible, a los veranos sin cartas y sin caballos. En algún momento —empezaba a clarear— Mariano se vistió en silencio, bajó a la cocina; la nena dormía con el dedo en la boca, la puerta del salón estaba abierta. Zulma había tenido razón, la nena había abierto la puerta pero el caballo no había entrado en la casa. A menos que sí, lo pensó encendiendo el primer cigarrillo y mirando el filo azul de las colinas, a menos que también en eso Zulma tuviera razón y que el caballo hubiera entrado en la casa, pero cómo saberlo si no lo habían escuchado, si todo estaba en orden, si el reloj seguiría midiendo la mañana y después que Florencio viniera a buscar a la nena a lo mejor hacia las doce llegaría el cartero silbando desde lejos, dejándoles sobre la mesa del jardín las cartas que él o Zulma tomarían sin decir nada, un rato antes de decidir de común acuerdo lo que convenía preparar para el almuerzo.



domingo, 17 de abril de 2016

La belleza del Perú

El cielo es el límite

El cielo es el límite
La cola daba varias vueltas a la manzana. Se veían señoras con bebes cargados, hombres aburridos leyendo sus periódicos y niños que se tiraba al suelo, hartos de esperar. Todos deseaban, como yo, entrar a la televisión, salir en el programa.
Yo quería conocer personalmente a ese animador que hacía juegos y concursos, que regalaba premios y contaba chistes, que hacía con gran pasión, propaganda a jabones, camisas y bronceadores.
Quería ganarme un premio.
Todo sucedió en un momento, abrieron la puerta, corrimos empujándonos por los pasillos, nos acomodaron en las butacas y nos explicaron que debíamos aplaudir con la luz amarilla, reírnos con la verde y, sobretodo, callarnos con la roja.
El lugar era pequeño para todo ese movimiento de cámaras, cordones, maquilladoras, camarógrafos y directores. Desilusionaba un poco comprobar que todo era falso, los árboles de cartón, las flores de papel y las nubes de plástico.
Cuando el animador hizo su ingreso, pude verlo de cerca. Estaba maquillado como una mujer y transpiraba luciendo su mejor sonrisa. Lo primero que hizo, fue escoger de entre el público, a una señora morena. La hizo cantar y bailar. Cuando rieron, prendieron la luz verde, y todos reímos; luego la amarilla, y todos aplaudimos. Le regalo una cama portátil y lapiceros de distintos colores. Aplaudimos. Luego pusieron la luz roja: silencio.
El programa siguió, yo no me perdía ningún detalle de ese mundo que sucede tras las cámaras de televisión.
De repente, vi al animador señalándome con el dedo, escogiéndome para participar. Sentí que era el destino o el mismo Dios el que me llamaba. Con su reluciente sonrisa me dijo:
-¡Ven aquí, tú serás el ganador absoluto! ¿Cómo te llamas?
Todos me miraron con curiosidad y cierta envidia. Los reflectores me iluminaron mientras yo preguntaba entre dientes:
-¿ A mí, me llaman a mí? y baje lo más rápido que pude tropezándome para llegar hasta el escenario y poder presentarme.
- Armando Araujo Dávila, señor.
- A ver ¿cuántos años tienes?
- Catorce, soy estudiante.
- Y despeinado, me dijo, soltando una carcajada. La luz verde se prendió y todos rieron. El animador no dejaba de pasarme la mano por la cabeza tratando de arreglarme el pelo mientras yo sentía cólera y vergüenza.
- A ver dime, qué es lo que quieres cholito que yo te lo daré. Eres la estrella de la tarde, pide no más con confianza, el cielo es el límite.
Mirando las cámaras que enviaban mi imagen a todas las casas de toda la gente, empecé a decir:
- Quisiera conseguir un buen trabajo, tener tiempo para poder acabar el colegio, aunque sea de noche, para llegar a ser ingeniero. Quisiera poder construirle un techo
a nuestra casa, porque el que tenemos se moja con la lluvia. Quisiera viajar al Cuzco, a conocer la tierra de mi padre...
Hubo un silencio, y la cara del animador se puso roja de cólera, me dijo, que no había entendido la pregunta, recién ahí, me di cuenta de que debía haber pedido una pelota o una cocina a gas. La luz roja, la verde y la amarilla, se prendieron a la vez, mientras el animador contaba un chiste de alguien que pedía demasiado. El que pide al cielo y pide poco, es un loco, gritó mirándome enfurecido. Luego, se rio solo y su ayudante me trajo un pantalón y un detergente para lavar platos. Me sacaron de las cámaras casi jalándome, con fastidio.
¡Qué tal idea, la mía!, pensé avergonzado, le había pedido lo que realmente deseaba. Había pensado que él podía cumplir mis verdaderos deseos, que era Dios o el destino y sólo se trataba de un animador gordo, lleno de palabras y carcajadas.
Salí del canal con mi pantalón negro, tenía un mal sabor en la boca, hacía frío y caminé apurado para confundirme entre la gente.
Cecilia Bustamante de Roggero

VOCÊ É LINDA-CAETANO VELOSO

Caetano Veloso & Gilberto Gil TVE Madrid 1994 completo, full concert

Para los que no pudimos asistir al concierto de Caetano Veloso y Gilberto Gil , acá el concierto completo que ofrecieron en Madrid.

Chopin Polonaise in A flat Op 53 Lang Lang

 Música de mi infancia interpretada por el famoso pianista Chino Lang Lang, que estuvo en Lima hace poco tiempo. Original interpretación.

LANG LANG Chopin - Grande polonaise brillante (from Andante spianato & G...

Les Enfoirés - Liberté - 25/01/2016

En enero de 1986, Coluche (Michel Gérard Joseph Colucci), que había fundado meses atrás la asociación Los restaurantes del corazón, reunió en un estudio de televisión numerosos artistas, personajes públicos y políticos para la promoción de la asociación y de sus acciones. Jean-Jacques Goldman compuso la Canción de los restaurantes que es interpretada por varias de estas personalidades. Aquí se da la aparición del concepto de enfoirés. En diciembre de 1986, a pedido de Véronique Colucci, su viuda, el concepto es reactivado en una nueva edición televisiva. Con el transcurso de los años, el acto se convierte en un concierto recopilación de más de cuarenta artistas y personajes célebres de todo el mundo. Los beneficios de las prestaciones de Les Enfoirés (conciertos, CD, DVD, etc) son enviados a la Asociación de los Restaurantes del Corazón. Wilipedia
Los Restos du Cœur (o más formalmente Les Restaurants du Cœur - Relais du Cœur, traducible por Los restaurantes del corazón) es una fundación sin ánimo de lucro, compuesta por una asociación nacional francesa y 113 asociaciones departamentales. Su objetivo es distribuir comida gratis a los más desfavorecidos.



Toco tu boca. Julio Cortázar

Uno de los poemas mas sensuales de Julio Cortázar. 

Julio Cortázar: Textos en su voz - No, no y no

Podría pasar mi vida leyendo a Julio Cortázar, siempre sorprendente, siempre mágico, invitándome a creer en lo fantástico, aquello que hace más grande la vida, el otro lado, lo que nos inquieta y encanta. 

GIOCONDA BELLI. NO ME ARREPIENTO DE NADA. U.D. 2013

Sueños de Libertad (The Immigrant) Trailer Oficial

No conseguí la película completa para compartirla, la vi en el cable. La inmigrante que llega a N.Y y tiene que pasar por circunstancias tremendas para poder recuperar a su hermana. La recomiendo mucho. 

Anónima, Una Mujer En Berlín (2008) - Película Completa En Castellano

Ver el otro lado de la historia. El sufrimiento de las mujeres alemanas tras la toma de Berlín por los rusos. Una historia terrible y verdadera, la historia de una mujer hermosa, culta, inteligente que vive los suplicios de la guerra, la humillación, aunque también el amor y el descubrimiento de ella misma. 

Ser digno de ser (subtitulada en castellano). PELICULA COMPLETA.




Con que facilidad decimos: Yo soy. Ahí está implícito nuestro origen y nuestra pertenencia.  Somos acogidos por los demás y nos sentimos cómodos en nosotros mismos. Sin embargo, eso no le sucede a todos, muchísimas personas pasan mucho tiempo de su vida buscando su origen y su ser. Esta hermosa película nos lleva al Africa y luego a Israel y a la vida de un niño al que la vida lo desarraiga, lo separa de su lugar de nacimiento, de su familia y lo lleva a otro lugar, otra familia. Bella historia.

Ritornello 2011




Azul de tierra en tí de Julia de Burgos

Azul de Tierra En Ti  Julia de Burgos


Parece mar, el cielo
donde me he recostado a soñarte…

Si vieras mi mirada,
como un ave, cazando horizontes y estrellas.

El universo es mío desde que tú te hiciste
techo de mariposas para mi corazón.

Es tan azul el aire cuando mueves tus alas,
que el vuelo nace eterno en repetida ola sin cansancio.

No sé si en ola o nube abrirme la ternura
para rodarme al sueño donde duermes.

Es tan callado el viento,
que he podido lograrte entre los ecos.

Soy toda claridad para estrecharte…

Te he visto con los ojos vivos
como los ojos abiertos de los bosques,
figurándome en risas y quebradas nadando hasta el océano.

Te he recogido en huellas de canciones marinas
donde una vez dejaste corazones de agua enamorados.

Te he sacado del tiempo…

¡Cómo te he levantado en un lirio de luz
que floreció mi mano al recordarte !

¿Por qué me corre el mar ?
Tú eres vivo universo contestándome…



http://pacodecaceres.artelista.com/ artista de la imagen 

Les Chansons de Jacques Prévert

Mi hija Sybila estaba por nacer y  Mario estaba en París. Regresó con las justas para conocer a su preciosa hijita y acompañarme.Llegó cargado de discos de músicos franceses, entre otros Jacques Prévert. Yo no hablo francés pero mis padres lo hablaban cuando querían que no entendieran lo que se decían y así fui aprendiendo a querer este hermoso idioma. Mi padre fue un gran francófilo y yo lo he heredado. Disfruto mucho del cine francés, de la música y por supuesto que de la comida. Y estar en Francia ha sido para mi un verdadero placer. 

FRANCOIS DEGUELT LE CIEL LE SOLEIL ET LA MER

viernes, 8 de abril de 2016

Johana Hamann imperdible.

Visitamos la retrospectiva de Johana Hamann, artista plástica peruana en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano.


Su obra revela una preocupación por la temática del cuerpo en la escultura, fundamentalmente, en torno al cuerpo femenino, al cuerpo enfermo o a la sexualidad. Su escultura es una respuesta al problema de la representación del cuerpo como materia, en este sentido, en su trabajo muestra cuerpos que están sujetos a leyes temporales y espaciales. Aunque tiene interés por las representaciones cristianas, su obra no es movida por un impulso religioso sino más bien por un cuestionamiento metafísico que le permite experimentar con distintas sensaciones y sentimientos.[Wikiperdia. ]
 











Cees Nooteboom

De su libro "Tenía mil vidas y elegí una sola."
Sin embargo, de tanta vida acumulada, de tantos viajes, ¿qué nos queda? De esa elección o, mejor, de la tensión que surge al tener que decidir entre una y varias vidas, nacen sus poemas más bellos:
 “La vida / deberías poder / recordarla / como un viaje al extranjero /
 y con amigos o amigas / comentarla luego /
y decir / no ha estado mal, / la vida, /
 y ver pasar jirones de mujeres, misterios / y paisajes…”.

Desnudo


                                                                          Lo más profundo del ser humano es la piel.
                                                                                                                            Paul Valéry

    Le dije: "Desnúdate". Y ella me dijo: "¿Tan pronto?". Y yo le dije: "Entiéndeme; lo que quiero decirte es que me hables de ti". Y ella me dijo: "Entonces, mejor será que me desnude".
                                                                      Luciano G. Egido ensayista, poeta y narrador español.


    CITA DE AMOR

      Nunca he sido tan feliz como cuando equivoqué la hora, el día, el lugar y la mujer de la cita.


Visitando el MALI

VISITANDO EL MALI
Tenía mucho deseo de ir. Conocer el segundo piso del Mali que contenía hermosas piezas de arte guardadas durante quince años.
Ha sido un paseo magnífico. Llevé a mi mami y nos deleitamos con el estupendo montaje de las bellísimas piezas de esta colección. Es como para ir varias veces, pasear, contemplar los cuadros virreinales, los huacos de nuestras diferentes culturas, el arte moderno. Y claro que también ver las exposiciones temporales, en este caso la de Emilio Rodríguez Larraín con sus magníficos cuadros y esculturas. Abren a las 11. Hay rampas y ascensores. Se pueden solicitar visitas guiadas.




http://gestion.pe/…/1000-piezas-arte-que-mali-revelara-su-n…

Mulholland Drive -película de David Lynch por buscar

Llorando - Mulholland Drive



Yo estaba bien por un tiempo, 
volviendo a sonreír.
luego anoche te vi 
tu mano me tocó 
y el saludo de tu voz.
y hablé muy bien de tu 
sin saber que he estado
llorando por tu amor (x3).
luego de tu adiós sentí todo mi dolor.
sola y llorando,
llorando (x3).
no es fácil de entender 
que al verte otra vez
yo seguiré llorando
Yo que pensé que te olvidé 
pero es verdad es la verdad
que te quiero aún más, 
mucho más que ayer.
dime tú qué puedo hacer
no me quieres ya 
y siempre estaré
llorando por tu amor (x2).
tu amor se llevó 
todo mi corazon
y quedo llorando
llorando (x5)
por tu amor.