jueves, 19 de enero de 2012

La (otra) manzana de Adán



La (otra)  manzana de Adán

La manzana de Adán. La nuez masculina. Esa prominencia que sube y baja y queda suspendida. Una señal visible de la posibilidad de ahogamiento. El canal de la respiración está obstaculizado por un trozo de manzana que comió Adán hace ya tanto. Se atragantó. Prueba tu, le dijo Eva, si tu quieres. Yo no. Le dio la liberad, no era cosa de estar imponiéndose. La obediencia implica voluntad. ¿Tan sabrosa luciría la manzana en un paraíso que tenía todas las frutas del mundo?  Dios no le dio tiempo a que la manzana hiciese su efecto. ¿Qué comes? Le peguntó. Y el disimulador de esos tiempos, trató de tragarse el trozo y hablando con la boca llena respondió: nada. Por más que trató de toser, por más golpes que Eva le dio en la espalda, el trozo de manzana prohibida se le quedó ahí para siempre, para todas las generaciones de hombres a los que normalmente les seduce lo prohibido. EL hueso de la manzana. El corazón redondo del deseo. El ansia del conocimiento. No tenía hambre Adan, tenía sed. Hubiera dado lo mismo si fuese un higo, una granada,  un seductor membrillo que encarnase la posibilidad del gozo. Tal vez algún día, desde la boca de algún
hombre aparezca una flor del manzano que ha venido creciendo desde siempre en su interior.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario es de gran utilidad para para Abraelazuldelcielo. Ce.