sábado, 28 de enero de 2017

Al correr de la pluma, papeles.

Al correr de la pluma:  

Recién me doy cuenta que en el transcurso de mi vida me he ido creando un entretenimiento para que alcance y sobre durante toda mi existencia.  Mis textos, que acumulo sin mayor orden, trato siempre de ordenarlos, y es tal vez mejor que estén así confundidos, para que sea mayor la sorpresa, me sirven de compañía, de entretenimiento, me traen recuerdos, me hacen revivir instantes que con el tiempo, varían ante mis ojos y mi pensamiento. Dejar constancia de aquello que sucede, que no se lo lleve el aire, que no se pierda en el río del olvido, que vuelva a asomarse al presente para entregar su misterio, para ayudarme a comprender lo que hoy toca vivir. Papeles, palabras que pueden ser arrojados a la basura, ser quemados, convertidos en un humo que se eleva y se dejaría llevar por el viento.  En eso se convertirán en algún momento pero por ahora los atesoro, me dan caricias, me devuelven sueños, ponen frente a mi sentimientos que creía perdidos pero que resucitan al ser nombrados por mis labios o en mi lenguaje interior.  Hoy encontré un texto que escribí a Chiara cuando estaba esperando a su primera hija, no sabíamos si sería mujer, como fue la bella Julia, en donde enumero todos los juegos que pensaba hacer con él-ella cuando nazca, todos los descubrimientos que haríamos juntos, los cuentos que le contaría, las horas pasadas en el jardín, el juego con nuestra sombra, los disfraces que usaríamos para asombrarnos, para despertar al fabuloso mundo de la imaginación y la creatividad. Lo que significa todo el amor que existía en mí ya listo para amar a ese pequeño ser que aparecería como apareció para llenarnos de dicha y felicidad, de vida y alegría, de continuidad, de familia.

“Y lo meceremos, y le cantaremos ro, ro, ro, mi niño, gatearemos a su lados y le haremos cosquillas hasta que diga ya no, ya no, por favor, lp cargaremos y lo tiraremos al aire para que sienta el vértigo de no estar sujeto por nadie, como si volase como Peter Pan o una mariposa azul.” (Extracto)  C:B de R 

Daniel Santos, En el juego de la vida

Una amiga estupenda.

¿Cómo es una amiga estupenda? 
 Dice el diccionario: Admirable, asombroso, pasmoso. Viene de la palabra aturdido. Que tiene un gran atractivo físico. 
Este libro es la historia de dos amigas. Lenú, la narradora, nos cuenta sobre Lila y nosotros los lectores vamos admirando a Lila, asombrándonos con ella,nos deslumbra y nos aturde. Es original, única y ocupa el centro de atención de Lenú. Elena Ferrantes en este primer volumen de su saga Dos amigas nos hace pensar en nuestra infancia, en nuestras amigas de entonces, en aquella que capturaba nuestra atención, la que imitábamos o envidiabamos, a la que le contábamos nuestros secretos y a la que ocultábamos algunos sucesos. Todo sucede en un pequeño pueblo de Sicilia, Italia y las amigas van creciendo, se convierten en adolescentes, desean aprender, entender el mundo, descubrir que es más grande y viven con intensidad aquello que pasa en sus familias, con sus vecinos, con sus cuerpos, en los primeros bailes, las declaraciones de amor, los enfrentamientos que causa su belleza y la amistad que se mantiene, varía en intensidad y tesitura. Disfruto mucho la lectura de este libro y lo recomiendo.

Anonimato de una escritora

¿Tiene una escritora derecho al anonimato? ¿Tiene un periodista derecho a develar su misterio? Los lectores de Elena Ferrrante, escritora napolitana se han indignado con el periodista que investigó y descubrió siguiendo la pista de los recibos de pago de la editorial y la adquisición de dos propiedades por ella y su esposo, a la mujer que estaba detrás del nombre Elena Ferrante . Resultó ser una traductora italiana de origen judío: Anita Raja, que abrió una cuenta de twitter para decir:
"Abro este perfil en twitter y pronto lo cerraré. Estaré aquí el tiempo necesario para explicarme".
"Lo confirmo. Soy Elena Ferrante. Pero creo que esto no cambia nada en la relación de los lectores con los libros de Ferrante".
"Esos libros son y seguirán siendo de Elena, no míos. No pretendo hablar, de ninguna manera, en primera persona, ni dar entrevistas ni declaraciones".
"Considero vulgar y peligroso el modo en el que se ha llegado a mentir para desvelar una identidad, violando la privacidad y las reglas. Pero paciencia".
"Solamente me gustaría, ahora que la curiosidad de hace años ha sido atendida, que me dejaran vivir (y escribir) en paz".
"Lo repito: no hablaré más de Elena Ferrante, no responderé en su nombre, no diré nada acerca de sus libros. Os lo agradezco. Anita Raja".

Unica entrevista a Elena Ferrante o Anita Raja


TOMMASO DEBENEDETTI
10/12/2016 03:25
Yo, Tommaso Debenedetti, llegué a inventar 80 entrevistas en el transcurso de un juego periodístico y literario que duró más de 10 años. Mi primera víctima fue Gore Vidal. Quien me desenmascaró: Philip Roth. Y, tras un juicio mediático que me obligó a refugiarme en Israel, no he vuelto a publicar nada. Hasta hoy. Ahora me dedico a crear falsas cuentas de Facebook y Twitter de personalidades importantes sin otro propósito que el de descubrir, como diría Vargas Llosa, la verdad oculta de las mentiras. Fue así como en marzo de 2015 creé la cuenta falsa de Facebook de Elena Ferrante, la famosa autora de la tetralogía napolitana 'Dos amigas', y publiqué un post anunciando lo que era un secreto a voces en el mundillo editorial italiano: "Queridos amigos, ha llegado el momento de anunciar que Elena Ferrante soy yo, Anita Raja". Inmediatamente recibí mensajes privados de varios periodistas y amigos de la escritora felicitándola por salir de su escondite. En realidad, tal escondite nunca existió: la editorial de su marido,el también escritor Domenico Starnone, llevaba años intentando revelar su identidad. Recuerdo que, durante la presentación de una novela de Starnone en una famosa librería de Roma, el director de la editorial Feltrinelli se refirió a Anita, allí presente, como "la Ferrante"...
Me consta que presentar a la esposa del escritor como La Ferrante no le sentó nada bien a ella, como tampoco que el periodista Claudio Gatti revelara hace unas semanas su secreto (que era quien yo dije en 2015: Anita Raja) y publicara en Il Sole los ingresos que le habían proporcionado los best sellers.
Nada más leer el polémico reportaje de Gatti, volví a crear una cuenta falsa de Twitter de Anita Raja. "Abro este perfil en Twitter y pronto lo cerraré. Estaré aquí el tiempo necesario para explicarme", anuncié en un primer tuit, del que se hicieron eco algunos medios importantes, como el Huffington Post. "Considero vulgar y peligroso el modo en que se ha llegado a mentir para desvelar mi identidad, violando la privacidad y las reglas periodísticas", decía en otro. "Lo repito: no hablaré más de Elena Ferrante, no responderé en su nombre, no diré nada acerca de sus libros. Os lo agradezco. Anita Raja". Ése fue el último de los seis mensajes que divulgué en el falso perfil de Twitter de la escritora y que dieron la vuelta el mundo.
La editorial E/O que publica los libros de Elena Ferrante no tardó en solicitar la cancelación de la cuenta ante el nuevo aluvión de comentarios y felicitaciones de personas cercanas a la escritora.
¿Qué hacer?, me pregunté. Decidí entonces seguir el rastro de Anita Raja por las calles de Roma. Sabía, por un amigo común, cuáles eran los sitios que frecuentaba y traté de dejarme caer por allí diariamente. Durante semanas, jugué a los detectives y deambulé sin rumbo fijo por la via delle Carrozze buscando su rostro entre la gente. Ya me había dado por vencido cuando, la mañana del 20 de octubre pasado, me pareció verla frente al escaparate del anticuario Antonacci. Conecté enseguida la grabadora del teléfono, me acerqué a ella y le pregunté: "¿Es usted Anita Raja?". A lo que ella contestó: "Hay gente...". Fue un acto reflejo, la reacción de una mujer que se siente acosada y traicionada por la prensa. Pero tuve suerte de que ella también me reconociera a mí: "Tommaso Debenedetti, el gran falsificador". Después extendió la mano en un gesto inequívoco para que le entregara el teléfono, que ella misma se encargó de apagar. "¿Sabes, Tommaso, que nadie va a creer que hayamos hablado, verdad?". No supe qué responder y me limité a seguirla hacia una cafetería cercana donde Anita me ofreció la primera entrevista a cara descubierta.
Por el camino hacia el local pensaba cómo habría de comenzar este texto después de tantas y tantas entrevistas inventadas. Vaya por delante una confesión: esta es la primera entrevista real que hago en 15 años. Juro que todo lo que a continuación describo es verdad. Sí, yo entrevisté a Anita Raja.
Roma, 20 de octubre de 2016
Hace frío y la luz de la mañana es extrañamente gris. Nos sentamos en una mesa del Bar Della Croce. Pedimos dos cafés. Lo primero que le pregunto es cómo se sintió al leer el reportaje de Claudio Gatti, que aireaba no sólo su identidad; también sus ingresos y bienes inmobiliarios. "Sentí mucha rabia", reconoce la escritora sin titubear. "Gatti, a quien no conozco por cierto, ha aplicado a un asunto de interés cultural el método de investigación propio de las noticias sobre la Camorra. Muchos periodistas sabían que yo era Elena Ferrante pero respetaron mi decisión de permanecer en el anonimato. Gatti, sin embargo, es un símbolo de la degradación del periodismo". No puedo evitar sentirme aludido y sonrío. [Porque yo antes de empezar a inventar entrevistas, fui un periodista serio y disciplinado. Entrevisté, por ejemplo, a Alain Robbe-Grillet y a Harold Bloom, entre otros escritores ilustres].
Ella no se inmuta ante mi sonrisa: "Ahora lo importante es publicar, caiga quien caiga...", reflexiona. Si es cierto que la ética periodística de Gatti resulta cuando menos cuestionable, no lo es menos que desde la propia editorial E/O se había alimentado, quizá en exceso, el misterio sobre su identidad. ¿Nunca sospechó que alguien acabaría pinchando el globo? "Quizá haya pecado de ingenua por pensar que mi historia, mi vida, no le interesaba a nadie. A fin de cuentas, soy una simple escritora, no la reina de Inglaterra. ¿Qué más da si Ferrante es Anita Raja, María Bianchi o Paola Rossi?".
Parece mentira que Anita-Ferrante no haya concedido nunca una entrevista, pues se desenvuelve con sorprendente agilidad y no dice una palabra de más. La pregunta que muchos de sus lectores se hacen, yo entre ellos, es cuánto afectará la revelación de su identidad a su escritura, a sus futuros proyectos. Mi interlocutora se queda en silencio un momento, como si dentro de su cabeza Anita y Elena no terminaran de ponerse de acuerdo. "Sin duda escribir ahora resulta mucho más difícil", lamenta. "Elena Ferrante nació en el anonimato y a esa condición le debe toda su creatividad y cada una de las historias de sus libros. Sólo espero que todo este asunto se olvide pronto. Han atentado contra Elena Ferrante, pero no estoy segura de que haya muerto".
El reportaje de Gatti se publicó en la versión online de Il Sole en la madrugada del 2 de octubre. Inmediatamente Anita recibió una llamada de sus editores, Sandro y Sandra Ferri, con los que el periodista ya había contactado previamente, y quedó en reunirse con ellos en casa de un amigo, también escritor, esa misma noche. "Por primera vez en mi vida, salí a la calle temiendo ser increpada por algún periodista o paparazzi. Sé que suena ridículo, pero la noticia se había propagado como la pólvora y empecé a recibir mensajes y correos de gente que no conocía. Por un momento me asusté... ¿Por qué me estaba pasando esto a mí?".
A fin de no dar cobertura a las informaciones de Gatti, Anita y sus editores decidieron mantenerse firmes en su decisión de no confirmar ni desmentir nada. Al día siguiente, el teléfono de la editorial no paró de sonar. Llamaban de todo el mundo. "Nuestra estrategia fue el silencio y la indiferencia. Reconocer públicamente que yo era, efectivamente, Elena Ferrante legitimaba el trabajo de Gatti. En vez de eso, actuamos como si nunca hubiéramos leído el reportaje". Ni siquiera contestó a las ofertas de varias revistas importantes para realizar una entrevista y una sesión de fotos a cambio de una suma nada desdeñable de dinero. "Nunca he vendido mi intimidad, y nunca lo haré". Desde entonces, trata de olvidar la pesadilla y centrarse en su trabajo. "Estoy traduciendo un libro", dice sin dar más detalles. "Aún es pronto para escribir. Sólo espero volver a hacerlo algún día".
No es un pseudónimo
Todo dependerá de si es capaz de recomponer el puzzle de su identidad como escritora. Le pregunto entonces por el origen de su pseudónimo, sobre el que se ha especulado mucho. "¡No es un pseudónimo!", protesta. "Es un nombre, un nombre como otro cualquiera". Y pide otro café. Mientras habla con el camarero pienso que quizá Elena Ferrante se esconda en las traducciones del alemán de Anita Raja, en las versiones en italiano de autoras como Helga Schubert, Helga Konigsdorf, Maxie Wander y sobre todo Christa Wolf, a quien llegó a conocer en 1984. "Fue ella quien inspiró la historia de amistad de Lila y Lenù, y también quien me animó a escribir, a ir más allá de la interpretación de otros textos".
Anita redactó el primer borrador de la La amiga estupenda en el trascurso de 11 meses y se lo entregó a los editores de E/O sin hacerse demasiadas ilusiones. "Para mi más absoluta sorpresa, dijeron que era un libro maravilloso y se ofrecieron a publicarlo cuanto antes. Yo tenía miedo de que un posible fracaso de la novela malograra mi reputación como traductora. Así que, tras pensarlo mucho, les propuse firmarlo como Elena Ferrante". Elena por su tía Elena Raja, hermana de su padre y quien le inculcó de pequeña la pasión por la lectura y por Nápoles. Ferrante por sus editores y amigos, Sandro y Sandra Ferri, y Elsa Morante, otro de sus alter egos literarios. Nunca imaginó que el resultado, Elena Ferrante, se convertiría en un fenómeno editorial con millones de lectores en todo el mundo.
Anita Raja nació en Roma en 1953, hija de un juez napolitano y una profesora de alemán de origen polaco que sobrevivió a los campos de exterminio de la barbarie nazi. Más allá del márketing editorial de E/O, La frantumaglia [diario de Elena Ferrante, que no se ha traducido al castellano, dirigido a los fans, ávidos por conocer los detalles de su vida] se inscribe en la larga tradición de escritores que, como Kafka, se debaten temerariamente entre el anonimato y las ansias de reconocimiento. "Para mí la escritura es una forma de desaparición, una huida constante hacia lo desconocido. Como traductora he aprendido a borrar las huellas de mi propia escritura, a dejar que sea otra voz la que hable a través de mis palabras. Por eso para mí Elena Ferrante existe y tiene entidad propia como escritora. Yo sólo soy un medio a través del cual ella puede expresarse".
Quizá Anita Raja y yo tengamos más cosas en común de lo que ella esperara. O puede que me equivoque y que haya sido precisamente nuestra afición a hablar por boca de otra persona la que ha hecho posible nuestro encuentro. Al fin y al cabo, La frantumaglia no deja de ser una larga entrevista inventada, una falsa sesión de psicoanálisis en la que la gran escritora feminista de los últimos tiempos habla de su infancia en Nápoles, de los retos de la maternidad y de las angustias existencias de la mujer moderna. Nada en ese relato es cierto, pero todo tiene aroma de verdad. "Más que mentir, he jugado al despiste", se sincera por fin. "Lo hice en La frantumaglia y también en las entrevistas que contesté por correo electrónico a diferentes medios de comunicación. ¿Qué sentido tiene el anonimato si una termina claudicando a la curiosidad de los periodistas?". Después se me acerca y, clavándome la mirada, añade: "Tú mejor que nadie, Tommaso, sabes que a veces para decir la verdad hay que recurrir a la mentira. Para que mi verdad, la verdad de Elena Ferrante no se extinguiera, tuve que dar algunas pistas falsas. No lo hice con mala intención, sólo para proteger a la verdadera autora, que no soy yo, insisto, sino Elena Ferrante".
¿Quién plagia a quién?
No le importa a Anita Raja reconocer cierto parecido estilístico con su marido, pero niega rotundamente que la tetralogía se haya escrito a cuatro manos. "Los dos nos damos buenos consejos y tenemos muy en cuenta nuestras opiniones", sostiene. "Ahora bien, me sorprende que quienes han encontrado paralelismos en nuestras novelas sugieran que es Elena Ferrante quien plagia a Domenico Starnone, y no al revés. ¿Qué curioso, verdad?".
Algo le quema por dentro y yo espero en silencio a la erupción: "A muchos periodistas les gustará saber que fui yo quien ayudé a Starnone a redactar algunos pasajes de Via Gemito", una de las novelas más celebradas de su marido. Noto en su mirada que se arrepiente de haber pronunciado esas últimas palabras. Pero detecto también un atisbo de satisfacción, como si hubiera aliviado el peso de un doloroso secreto.

Anita da por terminada la entrevista. "Llevamos más de una hora hablando", dice antes de levantarse, rebuscar en el bolso y entregarme el teléfono. Mientras salimos del café, le hago la última pregunta. "¿Y por qué iba yo a arrepentirme de nada?", resuelve con una carcajada. "Escriba lo que quiera... Ponga en grandes titulares que yo soy Elena Ferrante, pero asegúrese de que se lo publican". La observo por última vez mientras se aleja en dirección a la Piazza di Spagna. Sólo entonces soy consciente de lo que acaba de suceder. Nadie te va a creer, me digo a mí mismo. Así que enciendo el teléfono, avanzo unos metros a toda prisa y tomo una fotografía de Anita Raja antes de que Elena Ferrante vuelva a desaparecer entre el bullicio de esta mañana fría y extrañamente gris.

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Álex Rovira Celma es un empresario, escritor, economista, conferenciante internacional y consultor español.

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Antônio Carlos Gomes, fue uno de los músicos más importantes del Brasil, el primer compositor del Nuevo Mundo cuya obra fue aceptada en Europa

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Gabriel Sivak es un Compositor y Pianista Franco-Argentino nacido en 1979 y residente en París. Texto Rimbaud.

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Identidad oculta

Salinger, Thomas Pynchon, Elena Ferrante desean ocultar su identidad o permanecer alejados de la fama, de las entrevistas, del éxito, del mundo. ¿Qué los motiva? ¿Perderían su libertad al darse a conocer? ¿Podrían contar lo que deseaban contar? ¿Intimidades? ¿Asuntos personales? ¿Que piensan ustedes?









sábado, 14 de enero de 2017

Al correr de la pluma






Al correr de la pluma  dibujo del poeta y pintor peruano Pére Symeón ( de la Jara).
Al decir " Al correr", ya estamos hablando de movimiento, de tiempo, de algo que está siendo como este hermoso pajarito que ha dibujado Pére Symeón, teólogo y místico, un artista peruano que ha estado en Lima en el Café Rilke leyendo sus poemas y que desgraciadamente no pude asistir.
Ese pajarito curioso, que tiembla de vida y se sostiene en una pequeña y debil rama para desde ahí contemplar el mundo y ser parte suya es un símil de nuestra vida.
Se me viene a la memoria el poema de Salvatore Quasimodo que me enseñara Jose Miguel Oviedo:
Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra traspasado
por un rayo de sol: y de pronto anochece.
La vida puede ser vista como un abrir y cerrar de ojos. Como un saludo y una despedida, como una línea compuesta por infinidad de puntitos, incidentes, relaciones, amores, furias, penas, entusiasmos, placeres, el corazón contento, la mirada gacha, el juego, la música, la hermosura, el dolor, las miradas de los otros, las palabras, el orden, el caos.
El sábado pasado murió una persona muy cercana y querida, la mama de mi esposo, mi suegra la Señora Martha, luego de una vida en la que ella supo encontrar momentos de felicidad y alegría.
Este viernes recordamos un mes de la partida de la esposa de mi hermano, queridísima Mariana.
y se han cumplido seis meses de la partida de mi mamá. 

Las personas a las que hemos amado, las que nos han acompañado en nuestra vida, no mueren viven para siempre en nosotros, en nuestra memoria y forman parte de nuestro ser.


Me ha costado mucho encontrar este texto que escribí un día imaginando lo que sentiría tras mi muerte. 




Tras mi muerte




Entonces, ya dejé de pensar en mí
Como en alguien
Y más bien sentí un poco
Como si fuera todo y todos
Un color, un grano de arena
Esa rama del arbusto
La línea del horizonte, el tiempo
La mirada de esa niña
Sobre todo la vida que crecía
Yendo y viniendo
Siendo agua y madre
Ojos y sangre
Esfera y bosque
Palomas y silbido.

Visitando el Perú

Un placer enseñar nuestro arte a una amiga que viene de fuera. Fernanda Rodriguez Briz escritora de Mendoza Argentina ha venido por primera vez al Perú, viajó de Mendoza hasta Santiago en bus, de ahí tomó el avión y se hospedó en un lindo hotelito en Barranco, se enamoró de Lima. Guiada por la curiosidad hizo excursiones hasta el Cerro San Cosme y el Rimac. Los atardeceres mirando el mar, Miraflores, nuestra comida deliciosa, estar en la playa los Yuyos con amigos, la casa de la cultura que le entregó un hermoso poema de Blanca Varela, todo la invitaba a quedarse en Lima, estaba feliz. Pero su aventura continúa y temiéndole al soroche pero llena de entusiasmo ha partido por tierra hacia el Cuzco. Claro que ha ido a Machu Picchu y ha mandado fotos preciosas tanto del camino como del Cuzco. Será un viaje inolvidable. En estas fotos conmigo en el bellísimo Museo Larco en Pueblo Libre que ofrece una magnífica colección de arte precolombino y un encantador restaurante.





























Tea with Mussolini Cher




viernes, 13 de enero de 2017

Un cuento de Flavia Company

QUÉ HABRÁ SIDO DE MOYA

Por Flavia COMPANY

Yo estaba exenta. Él no. Moya tenía que rezar, ir a
clase de religión, ponerse de rodillas con los brazos en
cruz. Moya recibía golpes en las manos y en la espalda con
una regla larga de madera a la que se le habían borrado los
números. Porque no se sabía las respuestas. Y si salía a la
pizarra, don Jesús le pegaba con la mano abierta en la cabeza,
que rebotaba en la pared como un moscardón contra
un cristal, varias veces, mientras Moya sonreía mirándose
las puntas de los zapatos, o los calcetines azul marino de
uniforme, caídos alrededor de los tobillos.
Habíamos llegado aquel curso, desde el otro lado del
océano, y era impensable que yo me adaptara a las costumbres
del lugar. Mis padres estaban en contra de la violencia
y en contra de la religión, que según cómo se mire vienen
a ser lo mismo. Cuando supieron que don Jesús pegaba a
los alumnos y que los obligaba a rezar, mi padre se su-
bió al coche –la escuela estaba a solo tres manzanas, pero
él detesta caminar–, condujo hasta el edificio gris de tres
plantas, aparcó en la puerta, tocó el timbre, peguntó por el
maestro, se encerraron en el despacho de dirección y allí
solucionaron sus diferencias. Nunca supe cómo, pero el resultado
fue que me convertí en exenta y, por consiguiente,
en la alumna más odiada el colegio. No hay mejor diana
que las diferencias. Es fácil apuntar, es fácil dar.
Moya estaba en los antípodas de mi suerte. A él le tocaba
todo. Llegué a pensar que, por una peculiar ley de compensaciones,
le caía también lo mío. A lo mejor esa fue la
razón para que nos hiciéramos amigos.
Teníamos once años. Moya era el tonto de la clase. Cabeza
de rizos oscuros pegados al cráneo. Y el más alto.
Don Jesús le decía, lo que tienes de alto lo tienes de tonto.
Y yo era la lista. Y la más pequeña. Enfundada en mi pichi
azul minúsculo, con el pelo rubio hasta la cintura, liso y
bien peinado. Don Jesús decía que, para mí, no se habían
inventado notas que bastaran. Pero me hacía leer en voz
alta para reírse de mi acento con los de la clase.
La amistad entre Moya y yo parecía rara, por lo desigual.
Destacaba como el caracol que muchos años después vivió
aislado en los azulejos amarillos de la cocina de mi abuela.
Era rara y consistía en cosas como compartir el bocadillo
a la hora del patio, sentarnos juntos en las excursiones,
regalarnos canicas, esperarnos a la salida para comer pipas
que, una vez peladas y para que no nos riñeran, Moya se
guardaba en los bolsillos de la americana azul marino, que
quedaban abultados y húmedos.
El curso siguiente dejé el centro. Como es natural, mis
padres buscaron algo más acorde a sus ideas y principios,
un lugar en que no hubiera rezos ni castigos corporales.
Luego pasaron treinta años y las cosas que pasan en
treinta años.
Y llegó un día del libro y estaba yo firmando ejemplares
de mi novela El corrector cuando, de pronto, se acercó
un tipo envuelto en un traje azul claro y camisa blanca,
abierta hasta el tercer botón, un hombre de ceño fruncido,
ajado por el tiempo, que depositó con cierta brusquedad un
ejemplar sobre la mesa ante la que estaba sentada y dijo,
anda, échale una firma al primer maestro que tuviste en
España. Lo miré a los ojos, lo reconocí y lo vi el último
día de clase, junto a Moya, de nuevo incapaz de resolver
el análisis gramatical propuesto, Moya con la tiza entre
los dedos, como si fuera a escribir algo, con la cabeza
agachada muy cerca de la pizarra, esperando no se sabe
qué, y recordé a don Jesús acercarse a grandes zancadas y
propinarle un bofetón rabioso, como si se estuviera descargando
de alguna furia secreta, y a Moya dar contra la pared
y caer al suelo con un hilillo de sangre desde el oído hasta
la barbilla, y a Moya sonriéndome antes de cerrar sus ojos
achinados de pestañas cortas, sonriéndome a mí que me
sentaba por supuesto en primera fila y era la única que podía
comprenderlo, comprender lo que suponía ser la otra cara
de la moneda, a mí como si se despidiera. Cogí el ejemplar
que me presentaba el que a sí mismo se llamaba maestro,
lo abrí por la primera página y escribí: Qué habrá sido de
Moya. Firmé y se lo devolví.

Luz Casal - Piensa En Mi

Empire of the Sun Music Video (John Williams)

Documental - María Callas, una Voz Leyenda

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Ladies In Lavender (2004) Full Movie

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