martes, 30 de junio de 2009

Sobre Pina Bausch

Pina Bausch bailarina y coreografa alemana que acaba de morir cambió el papel del bailarín y dio otra utilización a los objetos, introduciendo en el escenario esquíes, bicicletas, muros y acantilados.
Algunos la consideraban una coreógrafa única y sin igual en la dirección de sus temas predilectos, como el miedo o la guerra de los sexos, y destacaban la vitalidad artística de sus obras.
"Lo que me interesa no es tanto (saber) cómo se mueven las personas, sino lo que las emociona", declaró ella en una entrevista.
Luego de pasar por el Metropolitan Opera de Nueva York, la coreógrafa de rostro sombrío introdujo el concepto de "danza-teatro" en Alemania y el mundo entero. De esta forma impuso en el mundo del teatro un estilo de danza muy personal, basado en la exageración y la contradicción, mezclando lo inmenso a lo insignificante, tanto en los gestos de los bailarines como en los decorados.






Coreografía de Pina Basuch

El agua y el equilibrio: dos elementos básicos en la obra de Pina Bausch.

Miedo, rabia, ternura, amor, sexo. Algunas de las imágenes más hermosas que se hayan creado sobre estos temas surgieron de la mente de Pina Bausch, la coreógrafa alemana cuya muerte difundieron este martes las agencias de prensa.

La artista -considerada la gran revolucionaria del teatro-danza contemporáneo- se fue a los 68 años, pero dejó tras de sí una estela de innovación.

Escenarios llenos de claveles, muros que se derrumbaban ante los ojos del espectador, bailarines en precario equilibrio unidos por el desafío de llevar manzanas sobre sus cabezas.

Fantasmas que bailan entre sillas; agua que se bebe, que moja, que seduce, que mata; desnudos cubiertos de globos, la absurda batalla entre hombres y mujeres. Todo lo que tocaba lo convertía en expresión visual. Y en extremos.

La primera vez que la vi en Londres, hace ya varios años, tuve la sensación de estar ante algo único. Era la reposición de "Kontakthof", una obra original de 1978, pero tenía una particularidad: para el remontaje había contratado a mayores de 65 años, jubilados de la ciudad de Wuppertaler -donde estaba la sede de su compañía- sin experiencia como bailarines.

Y mientras ellos bailaban y giraban y se expresaban, yo -que tenía 30 y tantos- quise por primera vez tener más de 65 para poder colarme en esa fiesta. Era tan hermoso que después de dos horas, me encontré deseando que el espectáculo nunca acabara.

Homenaje a Chile

Pina Bausch nació en Solingen, en el oeste de Alemania el 27 de julio de 1940. Fue discípula de Kurt Joss, estudió becada en Estados Unidos y cuando volvió a su país natal comenzó a dirigir la compañía que años más tarde la llevaría a la fama. En un comienzo pocos la entendían y muchos salían indignados de sus obras. Pero no duró.

Pina Bausch en "Café Müller"

Pina Bausch bailó hasta el último momento.

En el mundo de la danza era una diosa. Fue ovacionada y ganó premios por trabajos como "Cafe Müller", "Palermo-Palermo", "Nerken y Masurka Fogo". Los teatros del mundo se peleaban por tenerla como invitada.

Era una incansable. Según difundió la Tanztheater Wuppertal estuvo trabajando hasta el último momento. Hace sólo dos semanas se había estrenado su último trabajo, una instrospección al pasado de Chile a través de un baile lento y una música melancólica.

La pieza, una co-producción de Pina Bausch con el Teatro Santiago a Mil y el Instituto Goethe, formaba parte de las celebraciones del bicentenario del país sudamericano, que se llevarán a cabo a partir de enero de 2010.

Murió de manera inesperada, luego de que hace cinco días se le diagnosticara un cáncer.

Para sus bailarines debe ser como la orfandad. Pina Bausch daba entrevistas raramente. Era tímida, obsesiva y perfeccionista. Trabajar con ella -dicen- era como entrar a una cofradía que se pagaba con pocas horas de sueño y muchas de sudor y se compensaba con el placer de ser parte de algo excepcional.

Para el público, esa intensidad no era otra cosa que un festín visual.






Anish Kapoor

Anish Kapoor ( nació en Bombay, 1954 ) es uno de los escultores indios más influyentes de su generación. Kapoor ha vivido y trabajado en Londres desde principios de los 70, cuando se mudó a esta ciudad para estudiar arte, primero en el Hornsey College of Art y más tarde en la Chelsea School of Art Design.

Es curioso como ha dedicado tanto de su vida a realizar espejos para luego llegar a pensar en el espejo interior que se realiza por medio de la mediación. En Santiago de Compostela ha hecho un espejo para mirar el interior.








"Prefiero volver la mirada al interior del cuerpo, que es la parte más desconocida por nosotros. Mas no lo confundamos con lo que ve la ciencia en el interior del cuerpo. Es un espacio poético. Es como si el ser humano contuviera el universo". "La única manera de enfocar conscientemente la mirada al interior es a través de la meditación", señala Kapoor.




Maurizio Cattelan










Artista italiano. Autodidacta, usa el sentido del humor y la transgresión como armas de expresión. En su individual del MOMA de Nueva York, en 1998, hizo que un actor vestido de Picasso, provisto de una gran careta que caricaturizaba el rostro del pintor, saludara a los visitantes al puro estilo de Disney World; .
Ha expuesto en el MOMA de Nueva York (1998)y en la Kunsthalle de Basel (2000).
















Tony Cragg

















Tony Cragg

¿Entonces, qué tiene que tener una pieza, un objeto para convertirse en arte?

Creo que, para que pase eso, ese objeto, esa obra, tiene que ser extraordinaria, pero en el sentido de objeto fuera de lo ordinario, fuera de lo normal. Tiene que ofrecer una experiencia que sea diferente a nuestra experiencia diaria.

¿Cuándo se vuelve interesante el arte?

Cuando da, al menos en algún nivel, una evaluación estética de algo. O sea: todo lo que miramos en el mundo real y en el mundo del arte tiene que ser evaluado en términos de nuestro status existencial. Quizá esa experiencia que tengo al contemplar arte agregue algo a mi vida, la haga diferente. Y acá no hay términos absolutos, porque hay tantas experiencias diferentes como personas y momentos. Por ejemplo, alguien puede estar sentado en el borde de un acantilado, contemplando el mar, y una ola gigante se aproxima. Esta persona, que lo está observando desde la cima, ve la experiencia como hermosa, fantástica; ve la ola gigante chocando contra el acantilado y explotando. Pero si había alguien que estaba mirando lo mismo desde abajo, desde la base del acantilado, entonces para esta persona la experiencia va a ser completamente diferente: ella ve la ola amenazante, negra, viniendo a cubrirlo todo y quizás a ahogarla. Para esta persona la experiencia de la ola es completamente distinta. Por todo esto digo que la estética es un sistema de valores existencial.

viernes, 26 de junio de 2009

Tesoros escondidos en el fondo del mar

Esta mañana mi nieta Rafaela me dijo: Me están enseñando muchas cosas.
¿Quién? Le pregunté.
Mi familia, me dijo.
Recibimos por tradición oral historias fabulosas, juguetes irrompibles como dice Manuel Vicent, escritor y periodista español. ¿Quién sea hombre o mujer no ha jugado a ser pirata que asalta un barco en alta mar? ¿Quién no ha soñado descifrar el plano del tesoro y llegar hasta él aunque se encuentre en el fondo del mar?
La imaginación es una herramienta maravillosa que nos permite ser todo y todos, luchar contra lo que se nos opone y acceder a lo que parece imposible.

Galeón

MANUEL VICENT15/01/2006

En la terraza de un bar de la playa están sentados un viejo y un niño. El mar acaba de purgarse con un temporal y ha dejado la arena cubierta de algas rojas muy amargas, pero las aguas ya se han calmado y el viejo le señala al niño un buque explorador fondeado en un punto del horizonte que está sacando del abismo un galeón de bucaneros que se hundió en tiempos muy remotos. Mira, le dice el viejo, aquel buque tiene un brazo articulado que ha bajado a mil metros de profundidad y ha introducido una cámara entre las cuadernas de la nave donde se ven cofres, vajillas, arcabuces y una sirena color de rosa esculpida en el bauprés. En un camarote aparece todavía la calavera del capitán coronada de lapas. El niño comienza a soñar con los ojos muy abiertos. Todos nuestros juguetes se han roto, excepto los cuentos que nos contaron en la niñez y que de una forma u otra nos llevaban siempre a la isla del tesoro. Gracias al sistema de detección por satélite existen no menos de 4000 barcos localizados en el fondo del mar, - trirremes, carabelas, goletas, galeones, - que naufragaron a lo largo de la historia. Lo que en el Mediterráneo eran dioses, en el Caribe y en los mares del Sur fueron piratas. Cada abismo contiene sus propios héroes sumergidos, como nuestra imaginación alberga los deseos más remotos. Existen empresas especializadas en sacar a la superficie estos barcos cargados de oro o de esculturas de mármol, lo mismo que la razón extrae las imágenes simbólicas que elabora el cerebro en la oscuridad de los sueños y las convierte en sensaciones a pleno sol. El viejo le cuenta al niño un cuento de corsarios y en la imaginación del niño se sumerge la figura soñada de un barco fantasma gobernado por unos piratas berberiscos que llegaron a esta playa para raptar a cuantas mujeres hermosas encontraban. El viejo va aflorando desde el fondo de su memoria la historia de Simbad el Marino, la del Capitán Nemo, la de Lord Jim y otros cuentos, juguetes que le habían regalado en la infancia y nunca se le rompieron. Ahora los saca a la superficie, los deposita en la imaginación del niño y estos relatos se hunden en su cerebro hasta alcanzar el fondo de los sueños. Cuando el viejo muera y su cuerpo descienda al abismo como una nave derrotada, un día, al recordar los cuentos que le había contado, el niño lo salvará de las aguas como ese buque explorador está rescatando ahora un galeón de bucaneros que lleva en su vientre cofres repletos de monedas de oro, una sirena labrada en el bauprés y otros tesoros.




Beethoven

Una de las alumnas mayores tocaba esta sinfonía de Beethoven durante la repartición de notas de nuestro colegio. Contrastaba la armonía de la melodía con los nervios que yo sentía al imaginar que iba a obtener alguna nota que castigase alguna travesura mía descubierta.

Historia: Se encontraba Beethoven en una reunión de música y conoce a una joven pianista llamada Elisa (o Theresse). Él le pide que por favor toque algunas piezas conocidas y la joven acepta. Al finalizar, Beethoven le pregunta por qué no ha ejecutado ninguna pieza suya y ella contesta que le resultan muy complicadas. Por eso, se enternece y compone ese tema de fácil interpretación y se lo dedica.







Himno a la alegría

Esta obra tiene su origen en la Oda a la Alegría escrita por el poeta alemán Friedrich von Schiller en 1785.
En 1793, a la edad de 23 años, Ludwig van Beethoven conoció la obra del escritor alemán, y desde ese momento manifestó su inspiración y deseo de ponerle música. El 7 de mayo de 1824, Beethoven presenta en el Teatro de la Corte Imperial de Viena su Novena Sinfonía en RE Menor, Op. 125 -posteriormente conocida como “Coral”- cuyo cuarto y último movimiento concibió para ser interpretado por un coro y solistas basándose en la "Oda a la Alegría". A los 54 años de edad, Beethoven ha creado su obra más grandiosa y eterna.


miércoles, 24 de junio de 2009

de Antonio Colinas y la armonía


(...) Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.
Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azúl. (...)


Al fin será esa casa mi morada
y hasta lo que es más duro en ella ( ese muro
de piedra tan rotundo)
dormirá sosegado en mi pupila
En esta casa el tiempo es la ternura
y siempre callo hasta que sea el silencio
lo que discurra dentro de mis venas.
¡Morada es la marea de la vida,
marea es la morada de la luz!

La armonía es ese momento en el que no hay contrarios, es un momento de plenitud. El mundo, como decía un sufí, es un libro que hay que leer. No tenemos que complicarnos la vida, todo está escrito en la naturaleza, en los símbolos, en los comportamientos e identificarnos con esa lectura.

La poesía es como una grieta a través de la cual se ve la realidad, es solo una renfija que nos comunica una realidad que no es la cotidiana.

Lo que me ayudó a continuar escribiendo fue escuchar la propia voz. Uno escucha una voz interior que es la que importa verdaderamente porque luego llega ese momento en el que se nos dice que lo que escribimos no es lo correcto, y sin embargo, uno sigue escuchando esa voz interior y hay esa fidelidad a esa voz que es la que verdaderamente nos anima.




Me he sentado en el centro del bosque a respirar
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la sabia de los troncos talados,
y, como roca voy respirando el silencio
y, como las raíces negras, respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado,
en un mundo visible, por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: «Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido».

&
De repente con la brutalidad con que se rompe un gran espejo
se quiebra la armonía. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué el mal?



domingo, 21 de junio de 2009

Venecia




JAVIER MARÍAS LA ZONA FANTASMA

Lo que uno lleva consigo

JAVIER MARÍAS 14/06/2009

Entre diciembre de 1984 y octubre de 1989, por razones sentimentales que no vienen al caso, volé a Venecia catorce veces, desde España o desde Inglaterra y en una ocasión desde los Estados Unidos. Mis estancias en esa ciudad fueron variables, desde los agitados cuatro días de la primera hasta los setenta de la más estable y prolongada; lo cierto es que a lo largo de aquellos cinco años pasé allí, repartidos, un total de nueve meses, tiempo suficiente para sentir que era un sitio en el que “vivía” parcialmente, mi segunda ciudad, siempre presente, a la que iba y de la que volvía y a la que siempre pensaba que regresaría. En ella escribí buena parte de mis novelas El hombre sentimental y Todas las almas, y llegué a tener una cotidianidad que en modo alguno era la del turista, ni siquiera la del viajero. Me incorporé a la rutina de quienes allí me albergaban generosamente, dos mujeres que compartían casa y que se llamaban Daniela, las distinguía añadiéndole el apellido a una de ellas y poniéndole –por escrito– una doble l a la otra. Las dos trabajaban y salían temprano, por lo que yo quedaba encargado a veces de fregar los platos, hacer la compra (en la medida de mis torpes posibilidades) y otros recados domésticos, ya que disponía de más tiempo. Lo tenía también para escribir esos libros y para pasear la ciudad por mi cuenta, casi siempre sin rumbo, iba viendo lo que encontraba a mi paso, poco a poco, con calma, sin el apresuramiento de los visitantes ni la programación que éstos suelen hacerse cuando cuentan con unas jornadas. Hubo un momento en que estuve a punto de quedarme, hasta había conseguido un trabajo. La última de aquellas catorce veces ignoraba que fuera a ser la última, o –mejor dicho, ahora– que pasarían veinte años hasta la vez siguiente, en este mayo de 2009.

Cuando uno ha vivido en una ciudad lo suficiente, más aún si lo ha hecho intensamente y a edades que resultan ser cruciales en la vida de casi todo el mundo (entre mis treinta y tres y mis treinta y ocho, en este caso), se puede decir que, por mucho tiempo que pase, uno no pierde ese lugar de vista. Lo lleva consigo, incorporado, y no es infrecuente tener la extraña sensación de que uno puede salir de su casa en Madrid, o en cualquier parte, y dirigirse al instante a un punto concreto de esa ciudad alejada, a una iglesia, a una tienda, a una plaza, a le Zattere o a San Trovaso si es Venecia, a St Giles o a Blackwell’s si es Oxford, a Cecil Court o a Gloucester Road si es Londres. No me parecía que hiciera veinte años de mi última estancia, y sin embargo era eso lo que había transcurrido: como quien dice, media vida. Uno está instalado en una realidad muy distinta de la del pasado, y en modo alguno la pierde por la repentina visitación de lo remoto. Pero en más de una ocasión he escrito que el espacio es el único verdadero depositario del tiempo, del tiempo ido. Por eso, cuando uno regresa a una ciudad familiar, se produce una momentánea compresión del tiempo entero, y el que anteayer era lejano en Madrid hoy se hace falsamente cercano en Venecia. Tras unos primeros pasos titubeantes, esos mismos pasos lo llevan a uno automáticamente por los itinerarios olvidados un día antes y de golpe recuperados. Por aquí se va a tal sitio, piensa uno sin apenas pensarlo, y aquel otro queda en esa dirección, y no se extravía ni se equivoca nunca. Aquí estaba la casa, y de ella tuve llave, la dirección era San Polo 3089, ya no puedo entrar, no sólo porque carezca de llave sino porque ya no viven aquí las dos Danielas. Sentado en los escalones que separan el agua –Rio de le Muneghete– de la espalda de la Scuola di San Rocco que yo veía desde la terraza cuando me asomaba haciendo un alto en la escritura de esas novelas ya viejas, fumo un cigarrillo y miro hacia esa casa y esa terraza. Era blanca y sus nuevos dueños la han pintado de color arcilla, pero me digo: es esa, no puede ser otra, ahí estuve yo muchas tardes, ahí dormí yo muchas noches, ahí me levantaba y veía el agua y los escalones en los que ahora me siento, veinte años más tarde.

Por suerte a Venecia no se le permite cambiar apenas, y ahí siguen las barcazas llenas de fruta junto a Campo San Barnaba, por donde hacía la compra torpe; ahí sigue San Giovanni e Paolo, en una plaza que los turistas desdeñan y que en cualquier otra ciudad sería su centro y estaría abarrotada. Y siguen las personas, para mi gran fortuna, y además estoy en paz con ellas. Ceno una noche con las dos Danielas y con Cristina, apenas están cambiadas como si hubieran hecho pactos con algún diablo menor y bastante inofensivo. En su compañía, de pronto, no es que no hayan transcurrido nuestros respectivos tiempos (ya lo creo: se casaron, una se separó, otra está a punto de hacerlo, una tiene hijas, otra se fue a vivir a Florencia y ha venido sólo a encontrarme). Pero la charla y las risas son inverosímilmente parecidas, durante un rato, a como solían ser cuando aún éramos jóvenes. Cuánto alegra comprobar que hay personas y sitios que siempre están, aunque permanezcan lejos o parezcan perdidos. Seguramente sólo se pierde de veras lo que uno olvida o rechaza, lo que prefiere borrar y ya no quiere llevar consigo, lo que no queda incorporado a la vida que se cuenta uno a sí mismo.

No puedo dejar de pensar en esta hermosa película de Visconti, basada en una novela de Thomas Mann y con música de Mahler que sucede en el Lido de Venecia, en la época de la peste.Una de las películas más hermosas de todos los tiempos.



Encuentro buscando algo sobre la melancolía de Venecia estos dos textos, el del vaporetto podía firmarlo yo, fue así como me sentí un atardecer cuando dejábamos Venecia y caía el sol haciendo brillar el agua, acabando el día.

Brodsky en Venecia. En Venecia, un día de diciembre de 1989, hacia las 18 hs., algunas personas (entre las que se encontraban quien relata esto en el Corriere della Sera, Armando Torno) buscaban a Joseph Brodsky. ¿El motivo?: esa tarde tenía lugar la presentación de su nuevo libro, La calle de los incurables. Brodsky no se había presentado a la cita en el hotel, no estaba en su habitación y no había dejado ninguna indicación al conserje. Había desaparecido. Armando Torno, ligeramente intranquilo, comenzó a buscarlo -¿lo mismo hicieron los demás?- sin una meta fija. Las agujas giraban y Brodsky no aparecía. La busqueda del escritor que dos años antes había recibido el Premio Nobel, y que probablemente se había olvidado de la presentación, comenzó así. Pero buscar a alguien por las cales de Venecia es algo verdaderamente cansador: se suben escaleras, se bajan escaleras, se recorren calles, se exploran rincones, se escrutan velozmente miles de rostros, y sin darse cuenta uno aparece en el mismo punto de donde partió. Ninguna pista de Brodsky. Esa tarde había en las calles menos gente de lo que era habitual. Finalmente, Torno llegó al Palazzo Patriarcale, allí donde nace la Calle del Angelo. Brodsky se había materializado como un milagro, estaba allí, sentado en un rincón, al lado de un viejo que reparaba paraguas. El artesano ajustaba cada paraguas como si fuese una pieza preciosa, con sumo cuidado, con esos gestos lentos que revelan un antiguo afecto por el propio oficio. Y Brodsky, con sus pequeños anteojos de revolucionario ruso, observaba."



Homenaje a Brodsky y a la Ciudad- de Calvo Serraller:

Francisco Calvo Serraller
La primera vez que el poeta arribó a Venecia fue en un día de invierno, frío, brumoso y en el crepúsculo. Durante el largo trayecto del 'vaporetto', recorriendo el gran canal de punta a cabo, desde la estación de ferrocarril hasta San Marcos, la noche transformó el agua en una humeante lámina negra, extrañamente imbuida de un silencio aún más subrayado por el ronroneo del motor, el chapoteo en las orillas y el ronco quejido de alguna bocina. Las luces amarillas cruzando la oscura niebla como exhalaciones quiméricas y el penetrante olor gélido de las algas fueron aumentando la sensación de irrealidad del poeta, que pronto se dejó ganar por la melancolía.
Según como el poeta, Joseph Brodsky (1940-1996), lo describió, en un pequeño ensayo inolvidable, titulado 'Fondamenta degli Incurabili' (1989), este lento trayecto nocturno en el 'vaporetto' era como el paisaje de un pensamiento coherente a través del subconsciente, donde la oscuridad, la bruma, el inestable suelo de la embarcación de retardada deriva, todo, finalmente, remitía a una meditación sobre el agua, sin duda, el elemento primordial de Venecia. Pero, para Brodsky, la acuidad del agua no era allí sólo una obviedad física, sino también el resultado de que "en esta ciudad el ojo adquiere una autonomía parecida a la de la lágrima", con la única diferencia de que ésta no se separa del cuerpo, sino que lo subordina completamente.
Pensaba yo en ello al contemplar, en la Galería de la Academia, la escalofriante 'Pietà', que pintó el último Tiziano, con su marmórea arquitectura blanca atravesada por la diagonal de dolor del grupo de figuras que acompañan al Cristo yacente, y, sobre todo, con sus extraños colores como de agua. En el centro, al pie de la dorada hornacina, el azul intenso de la túnica de la Virgen; a un lado, el verde oliva azafranado de la mujer que grita; en el otro, el rosa fucsia, veteado de luz, del hombre que se agacha. Agrios colores del llanto y de la desesperación, cierto, pero también los que convierten el estremecido cuerpo del contemplador en algo subordinado al ojo.
He aquí la función, según Brodsky, de Venecia, que permanece estática mientras nosotros nos movemos. La aprendemos gracias al agua en la que flota y, también, a la lágrima que nos permite ver, "porque nosotros marchamos" concluye el poeta "y la belleza permanece. Porque nosotros nos dirigimos hacia el futuro mientras la belleza es el eterno presente. La lágrima es una regresión, un homenaje del futuro al pasado". En cualquier caso, la belleza sobrevive al hombre; la lágrima, al que llora; el amor, al que ama."


jueves, 18 de junio de 2009

Ansia de Volar





Al ver esta fotografía de Jazmín y Aladino para una película e Disney, hecha por la famosa Annie Leibovitz se me viene no solo a la mente sino a todo el cuerpo las ganas que tenía de chica de poder volar.
Ahora mismo, de solo pensarlo mi cuerpo se tira un poco hacia adelante como acomodándose, y los brazos quieren lanzarse hacia adelante y el pie dar un pequeño impulso separándome del suelo para estar ahí, elevada, flotando, mirando el mundo desde una distancia que me permita gozar de soledad y dicha entre los vientos que me llevan al país de Nunca Jamás.
Volaban nuestros héroes de la infancia, Peter Pan y Campanita lo hacían hacia la isla de los niños perdidos. (Yo tenía un disco que ponía una y otra vez para meterme en esa bella historia y ser una más de aquel grupo que atravesaba los aires invadidos de levedad.)
Volaba Superman, ese sí que lo hacía a una velocidad supersónica y con su mirada capaz de cruzar enormes distancias velaba por el bien y la justicia. Batman y Robin no me gustaban mucho, me parecía que sus aventuras eran más para hombres y había un personaje que encarnaba el mal que seguro me asustaba.

Los cuentos de las 1001 noches incluían los de Aladino. Volar en alfombra voladora era perfecto, la suavidad y protección permitían que volásemos sin hacer ningún esfuerzo, de pie o echados íbamos avanzando hacia nuestro destino.
También Ciro Paraloca amigo del Pato Donaldque podía volar impulsado por una hélice me encantaba.
Más tarde, durante el período en el que las monjas querían hacernos santas nos llevó a la idea de Levitar. Sin buenos resultados, permanecíamos de rodillas por horas con el ojo puesto en el suelo a ver si conseguíamos lo que hacían los yoguis o los santos.
Entonces para cumplir el deseo de ser picaflor , de tener alas que poder batir, ser mariposa o gaviota, sólo quedaba volar durante el sueño. Alguien me dijo que soñar con volar era un síntoma de anhelar crecer, pero para mí sólo era la posibilidad de acceder a un espacio que mi falta de alas y la gravedad que se me había impuesto al nacer, me lo impedían.


Volar fue en mí un sueño recurrente, siempre estaba rodeada de personas en el campo o en un jardín y yo les confesaba que podía volar. Ellas se burlaban de mí, no me creían y yo intentaba mover los brazos y tirarme de la pequeña colina pero caía de bruces y los demás reían. Tras varios intentos conseguía elevarme y mi satisfacción era tal que hasta ahora recuerdo la sonrisa en mi cara y mi energía que cruzaba el viento para ir más allá.
Las películas que cuentan la vida de hombres tercos que insistían en volar fabricando complicados artefactos con alas, con fuego, a pesar del normal fracaso de estos héroes precursores del avión me deslumbran. El amor al arte se extendió en Leonardo Da Vinci hasta sus dibujos de máquinas voladoras tras haber estudiado con minuciosidad las alas de las aves.






Volar en avión no es lo mismo. Ahora hay el ala delta y los paapentes a los que no he subido y a pesar de mis deseos, temo.




El mito de Icaro recrea estas ansias de volar. Volar para escapar, para perderse, para dejar de ser lo que uno es, para abandonar el laberinto y tener otra vez el mundo abierto, limpio, como para volver a escribirlo.





De la mitología griega:






Ícaro es hijo del arquitecto Dédalo, constructor del laberinto de Creta, y de una esclava. Fue encarcelado junto a él en una torre de Creta por el rey de la isla, Minos.
Dédalo consiguió escapar de su prisión, pero no podía abandonar la isla por mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los veleros, y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente registrado. Dado que Minos controlaba la tierra y el mar, Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro. Enlazó plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo otras cada vez más largas, para formar así una superficie mayor. Aseguró las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. Ícaro, su hijo, observaba a su padre y a veces corría a recoger del suelo las plumas que el viento se había llevado, y tomando cera la trabajaba con su dedos, entorpeciendo con sus juegos la labor de su padre.
Cuando al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Entonces padre e hijo echaron a volar.
Pasaron Samos, Delos y Lebintos, y entonces el muchacho comenzó a ascender como si quisiese llegar al paraíso. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró y lamentando amargamente sus artes, llamó a la tierra cercana al lugar del mar en el que Ícaro había caído Icaria en su memoria. Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia bajo el cuidado del rey Cócalo, donde construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al dios.( Wikipedia)



miércoles, 17 de junio de 2009

Milagro de la comunicación

Basta con tener la iniciativa para abrir la posibilidad de la respuesta.
Esta publicidad no solo es creativa y artística sino que transmite de una hermosa manera una idea importante para los seres humanos. Este videoen donde los músicos se aventuran sobre una balsa nos invita a refinar nuestra comunicación.


Ella Fitzgerald - Summertime

Mi queridísima amiga Talía me manda como regalo para mi nieta esta linda canción para arrullarla. Gracias Talía, la comparto con los demás.

martes, 16 de junio de 2009

De caracoles


Otro animal que me gusta mucho es el CARACOL. Tenerlos en el jardín al alcance de la mano. Sus antenas nerviosas, esa posibilidad de esconderse y quedarse inmovil por horas, la lentitud que tanto ansiamos para contrarestar ese apuro que nos lleva ¿adónde?, la posibilidad de dejar una huella brillante por la que podríamos volver. He matado caracoles, debo confesarlo, los he cazado, los he puesto a todos juntos en un frasco y ellos tercos intentaron escapar. Los caracoles chiquititos son preciosos, tan perfectos.



He encontrado en Internet este cuento. Me gusta la idea de la carrera de caracoles. Puede ser una metáfora para quienes no corren desde el comienzo pero llegan a la meta. A su propia meta.

Carrera de caracoles - Infimocuento.
Escrito por Iván el 18 de Marzo, 2009
Una mañana cualquiera de agosto, con el sol despuntando en el horizonte, tuvo lugar una carrera extraña donde las haya. Y no por que fuera difícil reunir a los participantes si no por que llamarle carrera a aquel evento chocaba frontalmente con la imagen que uno tiene en la cabeza al escuchar dicha palabra.
-¡Yo llegaré el primero! -exclamó uno de los caracoles-.
-¡Ni hablar! ¡Yo soy el más rápido! -aventuraba otro-.
Y el tercero permaneció mudo, ajeno a las bravuconadas de sus contendientes. Se preparó con tranquilidad ante la salida, observó como los otros dos adoptaban una postura más deportiva y se lanzó a la carrera cuando escuchó el disparo sin hacer demasiado esfuerzo en emprender camino. Sus contrincantes arrancaron todo lo rápido que su gelatinoso cuerpo les permitía y, aunque a nuestros ojos nos pareciese que apenas se movían, para ellos la sensación era bien contraria.
-¡Lentorros! -gritó el caracol que iba en cabeza-.
-¡Eso me lo dirás cuando sea el primero que cruce la meta! -gritó el segundo-.
El tercero se quedó descolgado pero no daba la impresión de sufrir mucho ante la ventaja que adquirían los otros dos. Con parsimonia avanzó a su ritmo hasta que el sol, casi vertical, le hizo pensar en el refugio de su caparazón. Deteniéndose ante la pequeña sombra que arrojaban unas hierbas se introdujo en la tranquilidad de su concha siendo el hazmerreír de los otros, que echaban la vista atrás para averiguar las distancias que les separaban.
-¡Se echa la siesta en plena carrera!
-¿Y para qué se apunta?
Pero pronto dejaron de reírse, así como de moverse. El calor y el esfuerzo amenazaron con deshidratarlos y sólo cejaron en el empeño de ganar la carrera cuando su cuerpo se dio por vencido y, a falta urgente de agua, les ancló a la tierra al tiempo que la puesta de sol se reflejaba en sus caparazones. El caracol rezagado sacó la cabeza y, comprobando la incipiente negrura del cielo, se decidió a continuar la carrera, fresco y descansado tras varias horas a cubierto. No se dio ninguna prisa a pesar de que era consciente de la ventaja sobre sus competidores y ya era de madrugada cuando pasó ante uno de los exhaustos caracoles, segundo en la clasificación provisional, que le miró desconsolado incapaz de levantar la cabeza del suelo. Algo después pasó al siguiente que le devolvió la misma mirada que el anterior aunque más cargada de rabia y, sobre todo, de envidia. Y fue avanzando a su ritmo hasta que cruzó en solitario la línea de meta, salpicada por numerosas gotas de rocío. El mismo rocío que había devuelto la vida a los otros dos participantes heridos de gravedad en el cuerpo pero, sobre todo, en el orgullo.


Los animales nos enseñan a ser o no ser como ellos:

El mundo del mono



¿El animal que más me gusta? ¿Aparte del hombre? El mono. Me podría pasar la vida observándolos ser una Jane Godall que pasó cuatro décadas en la selva africana conviviendo con chimpancés en los bosques haciendose amiga de ellos.
Ella es una de mis heroínas favoritas.
Le dicen Lady Chimpancé y viaja 300 días al año para transmitir a todo el planeta su mensaje de alarma sobre la destrucción del medio ambiente y el riesgo de que puedan desaparecer para siempre esos grandes simios que ella ha estudiado.





Tiene tres días de nacido su mamá segun la noticia está orgullosa y posa a su lado acomodándolo para la foto. Es un precioso bebe orangután. Nació en el zoológico de Bojnice en Eslovaquia.


Una de las cosas que consiguen los monos de nosotros es hacernos reír, tal vez por eso me gustan tanto. Acá tenemos una publicidad que sorprende con sus encantadores y besucones monos.


domingo, 14 de junio de 2009

Liberando libros en Barcelona

Como funciona en Barcelona la liberación de libros o bookcrossing:

Descubriendo a Julia





Un ser nuevo se incorpora a tu familia. Aparece y llena el espacio y abraza a todos que solo atinamos a contemplarla y a soñar en el ser que será.
Niños privilegiados que nacen con tantas personas a su alrededor para acogerlos. ¿O nos acogerá ella?
Entre las personas importantes con las que contamos en nuestra vida, no podemos imaginar esos niños que vendrán y serán nuestros amigos queridos, con los que intercambiaremos historias y anécdotas, conocimientos y descubrimientos. Lo más curioso del ser abuelo es descubrir en tí nuevos tesoros, esa inocencia que teníamos guardada, esos cantos que no hemos olvidado, y tal vez lo más imprtante de todo, que podemos, mientras estamos con ellos, regresar al estado perfecto en donde solo importa el estar y disfrutar, la risa y la mirada.
El nacimiento de un niño en nuestra familia es volver a nacer, una oportunidad más para mirar el mundo con ojos más abiertos y más avidos de belleza.
¿Quién será Julia?

Amador el zapateator

Desde Francia me llega este video en homenaje al gran Amador Bellumbrosio maestro del baile afro peruano y queridísimo músico peruano.

Cine italiano

Estamos yendo al Centro cultural de la católica a las jornadas del cine italiano. Buenísimas películas. Con lo pobre que está la cartelera de cine comercial creo que hay que estar muy atentos en lo que nos ofrece el cine cultural.
Hemos visto Cien clavos


y El demonio de San Petersburgo. ( Buenísima). También estuvimos tentados por Caravaggio y El Virrey pero el tiempo ya no dió.

La belleza de San Petersburgo



y la apasionante personalidad de Dostoievski.-
San Petersburgo, 1860, un atentado provoca la muerte de un miembro de la familia imperial. Pocos días después el escritor Fjodor Mikhajlovic Dostojevskij conoce a Gusiev, quien confiesa haber formado parte del grupo terrorista y revela que bajo la dirección de Aleksandra sus compañeros están preparando el asesinato de otro pariente del Zar. Dostojevski debe encontrar a Aleksandra y convencerla que no siga adelante con el nuevo acto terrorista.

Piano

lunes, 8 de junio de 2009

El mar, siempre el mar



de José Gorostiza

Elegía

A veces me dan ganas de llorar,
pero las suple el mar.


  ¡El mar, el mar! Dentro de mí lo siento. 
Ya sólo de pensar en él, tan mío, tiene un sabor de sal mi pensamiento.

sábado, 6 de junio de 2009

Hoy escuchaba que el hombre es el único animal que baila,al ver y escuchar estos músicos de jazz vemos lo fascinante que es el ritmo y la entrega a la música.

Con Rafaela en el Olivar





Llevar a Rafaela al bosque ha sido como llevarme a mí, como retroceder el tiempo, volver ahí en donde fui tan feliz y pasé tantas horas. Mi casa quedaba al borde del bosque, había que tomar un caminito para internarse y estar junto a los retorcidos y centenarios aceitunos.
Voy a enseñarte los secretos del bosque, le dije y ella no descansó hasta que le enseñé uno por uno.
Habíamos llevado tizas de colores y la pista de la rotonda se convirtió en una enorme pizarra en la que dibujamos personajes. Paradas en el centro mismo le dije que podía ser bailarina, cantante o payaso y que el público estaba ahí listo para aplaudirla. Ella danzó.
Las raíces de los aceitunos se convierten en lugar de escondite y uno puede trepar y sentir que se está sobre el mundo, suspendida.
Tomamos la pista roja y nos fuimos hacia la laguna. Solo en mi memoria quedaban los patos y los botes en los que jugábamos a los piratas y los pescaditos que atrapábamos con coladores y vasijas. El viejo guardián que tocando el silbato nos espantaba y las risas de los amigos a los que no veo desde entonces.
Hay en la laguna enormes peces rojos y en medio de ella, como en una península están filmando un comercial. Tres actores con sus disfraces posan ante una cámara y nosotras nos quedamos quietas mirando.
Las palomas empiezan a cercarnos y vemos en una banca, allá, un hombre que las alimenta. Junto al hombre hay una bebita en su coche, se llama Vania y las palomas se paran en sus faldas y comen los trozos de galletas que el abuelo deshace. Ya nos conocen, nos dice el abuelo y yo le digo a Rafaela que ese señor es el dueño de todas las palomas del mundo. Nosotros también acercamos las manos a sus picos pero no se paran sobre nosotras, no nos conocen. Una da un pequeño picotazo sobre la mano de Rafaela y ella se ríe nerviosa.
Este es el camino de los enanos, le digo y vamos por él cruzando esa parte del bosque. ¿Dónde está el árbol que si uno lo trepa de noche se puede llegar hasta el cielo? Me pregunta y yo busco entre todos y señalo uno pero más tarde
Frente a un gigantesco pino, le digo, este es, párate debajo de él, es enorme. Le digo, este es, párate debajo de él, es enorme.
Ha llovido y hay pequeños charcos que nos mojan los zapatos. Otra laguna rodeada de flores parece parte de un cuento. Tiramos pequeñas hojitas para atraer a los peces, pero seguro a ellos les gusta las galletas o pan porque siguen nadando indiferentes.
En la pérgola jugamos al lobo estás pero Rafaela imagina que el lobo puede estar cerca y pensamos en otro juego. ¿Señora tiene huevos? Y cambiamos de esquina riendo.
He recordado un sueño que me traía de vuelta al bosque, volteo buscando una casa que no existe.
Rafaela ha escuchado algo sobre la casa de los fantasmas, le digo que ya la han destruido, que la gente creía que había fantasmas pero que nunca nadie los vio. Nada le digo de esa leyenda en la que una pareja de enamorados se mató junto a ese olivo ni del miedo que me daba el bosque de noche cuando estaba oscuro. De la tristeza que tuvimos cuando se perdió un perro al que adorábamos.
Volvemos a la rotonda. Rafaela dibuja con una tiza amarilla un mundo y después de tirar una piedrecita salta hasta llegar al cielo. Cuando se desliza sujetándose y soltándose de una reja recuerdo que de adolescente yo hablaba a solas con una hija imaginaria y que caminaba sobre un zócalo sesgado haciendo equilibrio jugando.





l

He recordado un sueño que me traía de vuelta al bosque, volteo buscando una casa que no existe.

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Lo que nos enseña Natalia Ginzburg




Vivir cada día es una aventura complicada, una navegación que requiere poner en juego las grandes virtudes, nos dice Maria Pilar García Madrazo, estudiosa de la literatura universal (Haciendo mención a uno de los libros de la escritora y educadora italiana Natalia Ginzburg, "Las pequeñas virtudes") si queremos que nuestra vida alcance una talla humana.

Navegamos diversamente sobre el océano de la vida, canta el poeta inglés Pope, la razón es la brújula, pero la pasión es el viento. Para navegar hay que poner corazón.
Natalia Ginzburg recomienda la generosidad y la indiferencia ante el dinero, el coraje y el desprecio ante el peligro, la franqueza, el amor por la verdad, el amor al prójimo y la abnegación, el deseo de ser y de saber.
Saber perder es imprescindible en el oficio de vivir ya que la vida poco a poco y como sin querer, nos arrebata continuamente cosas pequeñas y grandes en las que habíamos puesto el corazón, algunas de las cuales nos parecía que no íbamos a perder nunca como la belleza y el aroma de la juventud, las personas que amamos y casi siempre la salud, la energía y las ilusiones, y tenemos que seguir sin ellas.

Gran educadora Natalia Ginzburg nos aconseja algunas conductas para poder educar a las personas que están a nuestro cargo, sean hijos o alumnos.
Los seres humanos, dice Séneca, creen más por lo que ven que por lo que oyen. Aprendemos más por los ojos que por los oídos. Entonces para educar a nuestros hijos importa más lo que hacemos que lo que decimos. Quintiliano, el más prestigioso profesor de retórica de la antigüedad clásica, considera imprescindible dar cuerda a la imaginación de los jóvenes, argumentando que la madurez por si sola ya se encargará de rebajar y de podar los excesos de la juventud. Será pues indispensable quitar plomo de las alas para que los jóvenes se atrevan a volar, que vean que respetamos cualquier ser humano, nuestra grandeza de ánimo, que buscamos ser tolerantes y que practicamos el sentido del humor, debemos mostrar que creemos en lo que hacemos, que nos da gusto hacerlo y que nos gusta hacerlo bien.
La alegría de vivir, el que todo sea para nosotros importante y relativo a la vez, que las personas sean más importantes que las cosas, que el dolor no nos sea indiferente y que vivamos siempre con los ojos abiertos a las maravillas de un nuevo día y estemos dispuestos a enfrentar las formas estéticas de la vida a el dolor de todo lo que la vida nos niega. Que se compense.

jueves, 4 de junio de 2009

Tambien es poeta






Andrés Neuman ganador del premio Alfaguara  con su libro: "El viajero del siglo", también es poeta.

Jardín del cementerio



Una hoja resbala desde el árbol
y es tu mirada la que, vuelta mano,
detiene su caída unos instantes;
luego toca la tierra humedecida
por la blanca llovizna del verano
y se confunde
con un montón de hojas arrugadas.
Huele a Calas, jazmines, crisantemos.

Das media vuelta y piensas
en cuándo serás tú, si caerá nieve.
Escribe un nombre propio el tiempo
en cada lápida
y sin embargo, hermosas,
cuelgan pequeñas flores de almendro.

Basándome en el poema "Viaje de invierno" de Wilhelm Müller en el que se inspiró Shubert yo también escribo:

Caen lágrimas heladas de mis mejillas
¿Cómo no me di cuenta antes de que lloraba?
                        Wilhelm Müller “Viaje de invierno”


Tres soles negros señalan lo oscuro
La nieve del invierno ha manchado la luz
Y mi alma solo se detiene ante el músico envejecido
Que me recuerda el antiguo amor.
Si puedes irte, vete, me dice Baudelaire
Y yo parto sabiendo que no se angostará mi pena
Aunque me aleje
Que mis lágrimas se clavaran en la nieve
Sangrando
He olvidado lo que me hizo partir
Todos los ríos alcanzan el mar, dice Müller
Y toda pena su tumba.
¿Y el cuervo fiel qué me anuncia?
¿Lee mi alma desde lo alto?
En un paraje desolado moriré
Habré terminado el viaje del que no se regresa jamás
Nunca parará mi canto
Y en el cielo junto a la imagen de mi corazón
Estarán mis heladas lágrimas
Ardiendo en sueños.