miércoles, 24 de junio de 2009

de Antonio Colinas y la armonía


(...) Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.
Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azúl. (...)


Al fin será esa casa mi morada
y hasta lo que es más duro en ella ( ese muro
de piedra tan rotundo)
dormirá sosegado en mi pupila
En esta casa el tiempo es la ternura
y siempre callo hasta que sea el silencio
lo que discurra dentro de mis venas.
¡Morada es la marea de la vida,
marea es la morada de la luz!

La armonía es ese momento en el que no hay contrarios, es un momento de plenitud. El mundo, como decía un sufí, es un libro que hay que leer. No tenemos que complicarnos la vida, todo está escrito en la naturaleza, en los símbolos, en los comportamientos e identificarnos con esa lectura.

La poesía es como una grieta a través de la cual se ve la realidad, es solo una renfija que nos comunica una realidad que no es la cotidiana.

Lo que me ayudó a continuar escribiendo fue escuchar la propia voz. Uno escucha una voz interior que es la que importa verdaderamente porque luego llega ese momento en el que se nos dice que lo que escribimos no es lo correcto, y sin embargo, uno sigue escuchando esa voz interior y hay esa fidelidad a esa voz que es la que verdaderamente nos anima.




Me he sentado en el centro del bosque a respirar
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la sabia de los troncos talados,
y, como roca voy respirando el silencio
y, como las raíces negras, respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado,
en un mundo visible, por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: «Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido».

&
De repente con la brutalidad con que se rompe un gran espejo
se quiebra la armonía. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué el mal?



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