domingo, 29 de junio de 2014

Regalo sorpresa

Ayer mi nieta Rafaela
 
 
estuvo jugando con mi computadora, cual no sería mi sorpresa cuando  un rato más tarde encontré un precioso dibujos suyo dedicado a mí. Regalos que tiene la vida que te los da envueltos en papel de seda para que nos llenemos de alegría. Ella tiene alma de artista de eso no hay duda y pinta, pinta, sin parar.  Cada día leo más artículos y veo videos sobre la educación que deberían tener nuestros niños y cada vez veo más alejada la educación que les ofrecen nuestros colegios.  Descubrir sus dones, sus habilidades, fomentarlas, hacerlas trabajar en equipo con los otros niños a los que les gusta lo mismo. Ya llegará el tiempo, espero que Rafaela lo alcance.
 



M Butterfly, cine del recuerdo

Ver el tráiler de una película que ya hemos visto, es una invitación a verla de nuevo, recordar el tono, la belleza, aquello que permanece en nuestra memoria, pero en una capa profunda. Esta película tan original, inteligente, nos llevará a un mundo de pasión y dolor.

Director: David Paul Cronenberg  es un director de cine y guionista canadiense. Con uno de mis actores favoritos: Jeremy Irons


Romeo y Julieta por la fabulosa Callas





Belleza en movimiento




Diana Vishniova (San Petersburgo, 13 de julio de 1976) es una bailarina de ballet rusa, artista principal del ballet del Teatro Mariinski (antes Ballet Kírov) y el American Ballet Theatre.[1]


Diane Keaton, una de mis actrices favoritas

 
 Diane Keaton es  una actriz, directora y productora de cine estadounidense. Ganadora de un Óscar a la mejor actriz, dos premios Globo de Oro y un Bafta. Junto con Faye Dunaway y Katharine Hepburn, es la actriz con más películas en la lista de las 100 mejores películas según el American Film Institute.




 




















Ana María Matute conversa con Ana María Moix


Ana María Matute, homenaje


Cría cuervos de Carlos Saura y una entrevista


Es una de las películas que podemos volver a ver.



El gran hotel Budapest


Henri Cartier Bresson - Just Plain Love (Documentary)


Una penélope moderna

 
De mi admirado Antonio Muñoz Molina este relato de una Penélope moderna y de la necesidad que tenemos de los cuentos.
 
Una historia antigua
En el corazón de cualquier relato está el misterio de lo que no llega a decirse
 
Cientos de miles de jóvenes en EE UU lucharon en las guerras de la última década, dejando a sus Penélopes detrás. / Reuters / Erik de Castro
Nos contamos historias a nosotros mismos para seguir viviendo”. Me acordé de esas palabras de Joan Didion conversando con una mujer que probablemente había leído muy poco o nada y que sin embargo era una excelente narradora y hablaba un español empapado de literatura: de novelas sentimentales, de boleros, de telenovelas. Es una mujer de casi sesenta años que no ha tenido mucha suerte en su vida, pero que la cuenta con esa extraordinaria desenvoltura narrativa del habla colombiana, en la que nunca falta el humorismo, y en la que la guasa amortigua o endulza hasta lo más cruel. Emigró a Nueva York cuando era muy joven. Tuvo un hijo con un hombre que desapareció en seguida. Con la esperanza de poder pagarse los estudios de Medicina, su hijo se alistó en el ejército cuando empezaba la invasión de Irak. Lo enviaron allí, y ella dice que le rezaba todos los días al Señor pidiéndole que se lo devolviera vivo y entero. “Dios mío, no me lo devuelvas quemado, o sin piernas, eso no”. Hablaba con él de vez en cuando por Skype y lo notaba trastornado por dentro, horrorizado de lo que veía. “Mamá, esto es el infierno”. Tenía 22 años y se había casado un poco antes de viajar a Irak, “con una gringuita rubia, linda, con los ojos azules”. El hijo la llamó cuando ya solo le quedaba una semana en la zona de guerra. Uno o dos días después de hablar con ella, el blindado en el que viajaba rebotó sobre una mina y murieron él y sus tres compañeros de patrulla.
‘La Odisea’ irrumpe por primera vez en la imaginación de alguien, no como una obra solemne, sino como una fábula
Años después de perder a su hijo, ella sigue extraviada en el mundo, en una rara viudedad que no le impide teñirse el pelo, arreglarse, vestirse con colores claros y oros, con una casi exuberancia muy habitual en esta zona entre colombiana e indostánica donde vive, Jackson Heights, en Queens. Tenía dolores muy fuertes de espalda y le dieron el disability, como ella dice, de modo que pudo jubilarse y cobra una pensión. Pasa temporadas largas en Colombia, en la ciudad querida de su origen, Pereira. A la entrada de su apartamento hay una estantería baja en la que se alinean ordenadamente zapatillas caseras, calzado de deporte, tacones. En medio del calzado femenino hay unos zapatos grandes masculinos que fueron de su hijo. Para seguir viviendo, esta mujer cuenta lo buen chico que fue siempre, lo estudioso en la escuela, siempre alejado de las malas compañías del barrio, resuelto a llegar a ser un buen médico.
 
  
Pero no quiere dar por terminada su vida. Sueña, dice, con encontrar a un hombre que la quiera de verdad, que le hable con dulzura al oído y, si hace falta, le cuente mentiras bonitas. “¿No es eso lo que nos gusta a las mujeres?”, dice medio en broma, entre la guasa y la melancolía, “¿que nos cuenten mentiras?”. Y entonces, ya empapada sin saberlo de literatura, nos cuenta que de joven vivió un gran amor, un verdadero amor, no con el padre de su hijo, sino antes, una vez que se fue a España con todos sus ahorros para buscar trabajo. Él era de Barcelona, pero se conocieron en Canarias. “Recorrimos en su carro las siete islas, una por una”. Terminaban de visitar una isla y embarcaban el coche para explorar la próxima. Buenos hoteles, restaurantes. Luego viajaron por toda la Península, durante un año entero. Dice el nombre y los dos apellidos, complicados y prometedores como los de un galán de telenovela. En vez de buscar trabajo, gastó con él todos sus ahorros, en plena felicidad, yendo a todas partes, comiendo y bebiendo muy bien, a veces demasiado, porque los españoles toman vino con todas las comidas, y además usan mucho el ajo, de modo que a ella le parecía a veces que le olía un poco a ajo el sudor.
“¿No es eso lo que nos gusta a las mujeres?”, dice medio en broma, “¿que nos cuenten mentiras?”
Volvió a Colombia enamorada y en quiebra. Habían planeado seguir viéndose, pero había demasiada distancia. “Y entonces no era como ahora, no había celulares, nada más que cartas, que tardaban tanto, y una llamada de teléfono costaba carísima”. Al hablar de él siempre dice su nombre y sus dos apellidos, como para confirmar la realidad administrativa de su existencia. Dice que sigue soñando con él. Sueña con él como era entonces, exactamente así. No lo sabe imaginar gordo, mayor, calvo, con el pelo blanco. Sueña que vuelven a encontrarse. Pero se queda pensativa y dice que ha pasado tanto tiempo que si lo viera quizá no lo reconocería. Su hermana, muy acostumbrada a sus historias, la mira con ironía y le dice: “Eres una Penélope”.
Pero ella no ha escuchado nunca ese nombre y no conoce la historia. Me veo cumpliendo la singular tarea narrativa de contar la espera de Penélope y el regreso de Ulises a Ítaca a una persona que la está escuchando por primera vez, y que me mira con una expresión muy atenta, con la curiosidad pura de saber qué sucede a continuación, asombrada y conmovida por la obstinación de los dos esposos a lo largo de 20 años, Ulises sobreviviendo a aventuras y naufragios, Penélope destejiendo de noche lo que ha tejido de día para prolongar la espera, el perro viejo y ciego que reconoce antes que nadie a su amo. La Odisea está irrumpiendo por primera vez en la imaginación de alguien, no como una obra literaria solemne, sino como una fábula, una más entre los relatos que nos contamos los unos a los otros a diario, o que nos contamos en silencio a nosotros mismos, fantaseando, mintiendo. Pero lo prodigioso y lejano resulta de inmediato familiar: hay un hijo que abandona muy joven la casa en la que se crio sin la presencia de un padre; hay un soldado que está punto de no volver de una guerra que no parecía terminar nunca; hay un hombre y una mujer que se encuentran después de haberse esperado y recordado tanto y ahora no se reconocen, porque han pasado 20 años. Para estar segura de que el recién llegado es Ulises, Penélope lo pone a prueba. Hay una sola cosa íntima que solo él puede saber. El reconocimiento indudable sucede en el secreto de la cámara nupcial. En la pesadumbre del relato surge un indicio de picardía que a nuestra interlocutora le hace sonreír, porque ni la soledad ni el luto le han apagado una crédula expectación de los placeres de la vida. Se pregunta qué prueba podría ponerle ella a su amante español si volviera a encontrarse con él, si lo mirara y no estuviera segura de reconocerlo, al cabo de una ausencia más larga ya que la de Ulises. Y comprende instintivamente que en el corazón de cualquier historia está el misterio de lo que no llega a decirse.

El árbol para Miró

 
 Pierre Mondrian
Dubuffet
 
 
Miró



"Cuando veo un árbol, recibo una sacudida, como si fuera algo que respirase, que hablase. Un árbol tiene también algo de humano. "

‹‹Es el árbol que lo ve y oye todo. Para mí un árbol es una cosa viva››.






Joan Miró es un pintor, escultor, grabador y ceramista español, considerado uno de los máximos representantes
del surrealismo.

domingo, 22 de junio de 2014

Te regalaré el sol y las estrellas

Para Waira: ( Viento), su hija:



"Y de juguetes te regalaré el sol y las estrellas, el trinar de las aves y la frescura del rio, todas las flores son para ti y se multiplicarán cuando las compartas, y podrás jugar con las nubes y los atardeceres, podrás convertirte en luciérnaga o mariposa, podrás sentirte tierra jugando a humano, podrás crecer con los árboles buscando la luz. Ese es el sagrado juego de la vida que vienes a jugar ahora." Chamalú

En el umbral de la cueva

Leonardo en sus diarios que, paseando un día por el Val d'Arno y hallándose ante una cueva,  


Me detuve en el umbral, cegado por la tiniebla, y miré al interior, cubriéndome los ojos ojos con la mano. De pronto, me asaltaron dos sensaciones: temor y deseo. Temor ante la oscuridad amenazadora de la caverna; deseo de ver si, por ventura, ocultaba cosas maravillosas.

¿Qué es un best seller?


En mi casa... Neruda

¿Hemos edificado nuestra casa con juguetes que nos entretengan?
 
 Isla negra


 

En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir.
Son mis propios juguetes. Los he juntado a través de toda mi vida con el científico propósito de entretenerme solo.
El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió, para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.
He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche.  



Soneto LXVIII  de Cien sonetos de amor LXVIII

(Mascarón de Proa) 
La niña de madera no llegó caminando: 
allí de pronto estuvo sentada en los ladrillos, viejas flores del mar cubrían su cabeza, 
su mirada tenía tristeza de raíces. 
Allí quedó mirando nuestras vidas abiertas, 
el ir y ser y andar y volver por la tierra, 
el día destiñendo sus pétalos graduales. 
Vigilaba sin vernos la niña de madera. 
La niña coronada por las antiguas olas, 
allí miraba con sus ojos derrotados: 
sabía que vivimos en una red remota 
de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia, 
sin saber si existimos o si somos su sueño. 
Ésta es la historia de la muchacha de madera.



Mascarones de proa

El jazz de Cortázar, un cuarteto para él


Conociendo un cuadro de El Bosco



¿De carne y hueso?

No, no son de carne y hueso, son reproducciones perfectas hechas por el artista Duane Hanson . Lo máximo del hiperrealismo,  Esculturas de infinita tristeza que reflejan el tedio y la soledad de la vida diaria.  Hechas en bronce , resina y poliéster.   Dice Toma Eloy Martínez en un artículo sobre Duane que en toda repetición exacta de la vida hay un cierto desafío a las obras de Dios.  Utiliza seres humanos no como modelos si no como moldes.  Hanson capta la fugacidad de la vida diaria, dice Eloy.






Un escritor es ante todo... nos dice Borges





Un escritor es, ante todo, una persona especialmente sensible a los hechos, a las cosas. Lo principal es la sensibilidad poética, lo demás es mera literatura… Tout est littéra-ture –como lo dijo Verlaine en excelente literatura–, lo demás es oficio. Y lo menos importante es el oficio; lo más importante es permanecer despierto en un… podríamos decirlo en inglés, an awareness of things, un estar consciente de las cosas. Y, naturalmente, entre las cosas están los libros… Es decir, que usted me pregunta quién ha influido en mí. Yo le contesto simplemente: el universo, el mundo entero ha influido en mí, y espero ser sensible a ese influjo”.

EL squonk, animal fantástico de Borges




La zona del squonk es muy limitada. Fuera de Pennsylvania pocas personas han oído hablar de él, aunque se dice que es bastante común en los cicutales de aquel Estado. El squonk es muy hosco y generalmente viaja a la hora del crepúsculo. La piel, que está cubierta de verrugas y de lunares, no le calza bien; los mejores jueces declaran que es el más desdichado de todos los animales. Rastrearlo es fácil, porque llora continuamente y deja una huella de lágrimas. Cuando lo acorralan y no puede huir o cuando lo sorprenden y lo asustan se disuelve en lágrimas. Los cazadores de squonks tienen más éxito en las noches de frío y de luna, cuando las lágrimas caen despacio y al animal no le gusta moverse; su llanto se oye bajo las ramas de los oscuros arbustos de cicuta.

El señor J. P. Wentling, antes de Pennsylvania y ahora establecido en St. Anthony Park, Minnesota, tuvo una triste experiencia con un squonk cerca de Monte Alto. Había remedado el llanto del squonk y lo había inducido a meterse en una bolsa, que llevaba a su casa, cuando de pronto el peso se aligeró y el llanto cesó. Wentling abrió la bolsa; sólo quedaban lágrimas y burbujas.

Miles Davis Jazz


Liberación de Wounda un chimpance



Una de las mujeres que más admiro Jane Godall.