viernes, 28 de febrero de 2014

Música del recuerdo: Al di la

Teníamos trece años y moríamos por enamorarnos, entonces  Emilio Perícoli lanzó su canción Al di la  y durante varias noches no dormimos y nos quedamos con los ojos pegados sobre el tocadisco que daba vueltas y nos entregaba con voz sensual  esa romántica canción acompañado por violines de fondo. En esa época solo se podía bailar pegado con el enamorado, pero la melodía de Al di la nos inclinaba sobre la pareja y moríamos por recostar la cabeza en el hombro del chico que nos tenía fascinadas.
Esta canción estaba incluida en la película Aventura en Roma con Suzanne Pleshette y Troy Donahue.los dos hermosos actores.


Corazón de Paris: Notre Dame

 Estar en Notre Dame es para mí estar en el corazón de Paris. Al costado del Sena, en la Isla de la Cité, admirando la belleza de esta Catedral que encierra tanta historia. Acá tenemos una explicación detallada de la construcción de una de las más bellas catedrales del mundo, de una de las ciudades  más bellas de la tierra.  Y claro como en el siguiente Post se habla del jorobadito. Me acordé del  Jorobado de Paris.

La oración del jorobadito

Busqué entre mis libros uno para prestárselo a una amiga . El autor: Gustavo Martín Garzo. El título: La princesa manca. Libro en donde los prodigios tienen lugar. Cuento fantástico basado en antiguas leyendas. Me gusta este escritor que siempre intenta devolvernos el placer de mirar la vida con ojos limpios. Entonces fui a la página de Gustavo Martín Garzo a ver sus últimos artículos que publica en el diario El País.  Este artículo que comienza con la historia del jorobadito, personaje que no ha existido en mi infancia, nos lleva a reflexionar ayudándose de Walter Benjamín. Hannah Arendt,al verdadero fin de la cultura, nuestro deseo de ser y de saber. Que lo disfruten.

La oración del jorobadito

La cultura no tiene que ver con el deseo de notoriedad, sino con el de ser y saber

           
 


En su libro Infancia en Berlín hacia 1930,Walter Benjamin recuerda la atracción que de niño ejercían sobre él desvanes, sótanos, escaleras y otros espacios olvidados de las casas. Allí vivían esos personajes que, en los cuentos, se dedican a hacer todo tipo de faenas a los moradores del lugar. Uno de ellos era un hombrecillo jorobado que aparecía cuando menos lo esperabas provocando un sin fin de desastres. “El Torpe te envía saludos”, le decía su madre cuando rompía algo o tropezaba por las escaleras. Y, en efecto, bastaba que el malicioso personaje anduviera cerca de ti para que los objetos dejaran de estar donde los habías puesto, los platos y tazas escaparan de tus manos para hacerse pedazos contra el suelo, se te olvidara hacer los deberes o te mancharas la ropa que acababan de ponerte. Por su causa, escribe Benjamin, “el jardín se convertía en jardincillo, mi cuarto en un cuartito y el banco en un banquillo. Se encogían y parecía que les crecía una joroba que las incorporaba por largo tiempo al mundo del hombrecillo”
Por lo demás, a ese hombrecillo no le podías ver y se limitaba a “recaudar de cualquier cosa que tocaba el tributo del olvido”. Adorno dice que las citas de las que constantemente se sirve Benjamin en sus trabajos “son como bandidos que saltan al camino para robar al lector sus convicciones”. El hombrecillo es uno de esos ladrones. Por eso no elige cualquier momento para aparecer, sino aquellos en los que el niño se expone más: cuando va a la despensa a probar a escondidas el dulce que ha preparado su madre, cuando descubre su sexualidad, cuando roba algo. De forma que esas imágenes que el hombrecillo va acumulando de cada uno de nosotros componen la otra historia de nuestra vida (¿la verdadera?). “Cuando bajo a la bodega / para escanciarme vinito, / hay un jorobadito allí / que lo quita del jarrito. / Cuando voy a la cocina / para hacerme la sopita, / hay un jorobadito allí / que me rompe la marmita. / Querido niñito, te lo ruego, / reza también por el jorobadito”. Rezar por alguien que nos hace faenas, decirle que no deje de visitarnos, ¿no resulta extraño que una madre le pida a su hijo que haga algo así?
Hannah Arendt, en su libro Hombres en tiempos de oscuridad, nos recuerda que la vida de Walter Benjamin estuvo presidida por eso que suele llamarse mala suerte. Nunca tuvo un trabajo que le permitiera vivir con seguridad y, a pesar de ser un pensador brillante, su carrera académica fue un completo desastre. Amó a tres mujeres y fue incapaz de comprometerse con ninguna; era judío, pero siempre tuvo problemas con los suyos; no tuvo una residencia fija y su obra más importante, El libro de los pasajes, es apenas una colección de citas o fragmentos que no llegaría a concluir. Nada le salió como lo planeaba. Incluso su muerte parece acaecida bajo el signo del perverso hombrecillo, pues si llega a Port Bou un día antes o un día después, hubiera podido emigrar a Estados Unidos como quería.
La vida de Franz Kafka transcurrió por derroteros semejantes. Sus indecisiones amorosas, sus problemas con el judaísmo, su obsesión por la escritura, por sacar adelante una obra que sin embargo nunca completa, que le relaciona con los márgenes, con lo más escondido y olvidado, habla de su incapacidad para vivir en el mundo y aceptar sus compromisos. Kafka quiere sustraerse al poder, luchar contra la ley opresiva del padre. Quiere, como sus personajes, hacerse cada vez más insignificante, cada vez más liviano y callado para poder escapar. De ahí su amor por los animales pequeños, por los espacios minúsculos, por los seres deformes y perseguidos; por todo lo que vive en los intersticios, en la frontera, abierto a un mundo prehumano. Su amor por los objetos inútiles, los insectos, los ratones, los perros; su concepción del escritor como alguien que debe desaparecer para llevar a cabo su obra. El inquilino de la vida desfigurada, le llamó Walter Benjamin.

Filosofía y literatura desaparecen de los planes, sustituidas por adoctrinamiento
Nuestro tiempo ha dado la espalda a ese mundo desfigurado y ha dejado de pedir al jorobadito que lo visite. En su ausencia, se crean Institutos de la Felicidad, se escriben manuales de autoayuda, se fundan seminarios de risoterapia y talleres de cómo educar a los bebés. El mundo se ha poblado de psicólogos, expertos en técnicas de relajación y charlatanes que hablan sin descanso de la necesidad de ser positivos, de no dejarse llevar por la melancolía y de la inutilidad del sufrimiento. Según ellos, la cultura debe ser lo más parecido a una fiesta de cumpleaños infantil, un espacio de diversión y juegos interminables. Pero “divertirse”, escribe Adorno, “significa siempre que no hay que pensar, que hay que olvidar el dolor, incluso allí donde se muestra. La impotencia está en su base. Es, en verdad, huida, pero no, como se afirma, huida de la mala realidad, sino del último pensamiento de resistencia que esa realidad haya podido dejar aún”.
Hace unos meses, y tras hablar de la lectura en un instituto, una chica levantó la mano y me preguntó atribulada qué pasaba si a alguien no le gustaba leer. Comprendí que se refería a ella misma, y que sufría al sentirse excluida de aquella vida de la que yo había hablado con tanto entusiasmo. Me bastó con ver la expresión de su rostro al decir aquello para saber que el jorobadito la visitaba. Era él quien se las arreglaba para que no le gustara leer, para hacer que le creciera una joroba. No todos los que leen reciben esa visita, ni mucho menos. Para que sea así tenemos que quedarnos sin voz, como le pasaba a aquella chica tan triste. Todos los grandes personajes de la literatura, los personajes, por ejemplo, de las obras de Dostoievski o de Faulkner, son como ella. Todos cargan algo, todos hacen cosas que no deben y sufren a causa de su joroba. ¿No es eso lo que nos sucede con nuestra sexualidad? ¿No es el sexo la joroba del cuerpo: su botín y su culpa?
“Perdemos al ganar. / Y, al saberlo, tiramos / nuestros dados de nuevo”, escribe Emily Dickinson en uno de sus poemas. ¿Qué tiene que ver esto con la concepción de la educación y la cultura como ganancia, rentabilidad o bien de consumo? En los planes de estudio desaparecen las asignaturas, como la filosofía y la literatura, que hablan del jorobadito y su pandilla y se sustituyen por otras que solo buscan adoctrinar a los niños. Todo se reduce a un interminable y tedioso culto a los exámenes, la autoridad y la eficacia. Sin embargo, la verdadera cultura no tiene que ver con el deseo de éxito o de notoriedad, sino con el deseo de ser y de saber. El verdadero lector no busca en los libros lo que le halaga o confirma, sino lo que le niega y disloca: busca lo que no tiene.
Leer es tirar los dados de nuevo. “Las músicas oídas son dulces, pero / más dulces son las no oídas”, escribe John Keats en su poema Sobre una urna griega. Leer es rezar al jorobadito para que aparezca y lo ponga todo patas arriba. No dar nada por hecho, ni siquiera que la cartera que dejamos al acostarnos en la mesilla vaya a estar por la mañana en el mismo lugar. Porque ¿acaso somos dueños de algo? ¿Lo somos de nuestras vidas y deseos? Un mundo abierto, poblado de encuentros inesperados y locas canciones, un mundo sin cosas es lo que nos promete el jorobadito. Por eso es importante que lo recemos cada noche, aun sabiendo que su visita nos complicará la vida. Tal gentuza es la verdadera pandilla de nuestro ángel de la guarda.
Gustavo Martín Garzo es escritor.

Otra historia



Me tocaba dentista, fui a la hora, no me podía atender. Ya me había hecho el ánimo de estar ahí una hora sufriendo un poco, tratando de relajarme y lo postergué para la otra semana. Entonces me iré de compras, me dije, porque ya no hay nada en la refri. Fue ahí en donde me encontré con una amiga querida. Conversamos entre cebollas y verduras, que alegría vernos, me contó, le conté, quedamos en vernos, le había gustado el libro que le había prestado, intercambiamos recetas prácticas y sencillas. Entonces, si la dentista me hubiera atendido, si en vez de decidir ir de compras, si la refri no estaba vacía, no nos hubiéramos encontrado. Así es todo, un paso más, un paso menos, y todo es distinto, otra historia.


Nos cruzamos con gente con la que podíamos haber tenido una relación, un minuto más, uno menos y  hubiéramos tropezado y otra hubiera sido nuestra vida. Fuimos a la fiesta a la que no queríamos ir pero allí estaba él y así empezó esa historia de amor. La vida juega. Alguien me dijo que cuando hacemos planes Dios se ríe y eso me hace imaginarme un Dios juguetón que nos mueve como muñequitos y a este lo pone junto a esta y a este otro lo saca para ponerlo  un poco más allá. El destino, la casualidad, el azar, en todo eso pienso y les paso la idea a ustedes para que también aprecien las coincidencias y agradezcan los buenos encuentros.

Las mujeres del sexto piso

Parte de tener suerte es creer que tienes suerte. Hay personas que dicen que nunca encuentran nada en la tele para ver, ninguna película buena, pues a mi me pasa todo lo contrario, basta con que tenga ganas, normalmente después de almuerzo, de ver una película que me entretenga, que me apasiones, que me de lo que solo el cine puede dar, esas emociones tan vivas que las sentimos como si estuviéramos ahí, junto con los personajes, que somos amigos suyos, que podemos contarles nuestros secretos y aconsejarlos y advertirles que sí, que ella está enamorada de él, que se anime a buscarla para que sean felices y bailen flamenco. Encantadora película la que me tocó ayer: Las mujeres del sexto piso, una comedia tan simpática, las españolas comiendo paella, dando palmas y bailando felices de la vida, empleadas de familia en Francia, añorando su España amada y todo lo que dejaron allá. El corazón contento que entusiasma y enamora al señor de la casa, un francés con una vida aburrida que se maravilla con esa otra vida que puede existir. Búsquenla, les deseo suerte y cuando la tengan o la encuentren, se acordarán de mi. (Está on line http://www.sucine.org/las-chicas-de-la-sexta-planta/ Está en español pero a mi me gustó mucho verla en francés.


Alegría entre amigas de toda la vida.

Ser compañeras de colegio y mantener la amistad durante toda la vida es una de las cosas maravillosas que nos suceden en esta vida. Risas, travesuras, confidencias, confianza, simpatía, abrazos, complicidad, hermanas para mi que no tengo hermanas. Algunas se van de viaje pero vuelven y celebramos su llegada, extrañamos a quien no está ya con nosotras y la recordamos y seguimos celebrando estar hoy aquí y juntas.

Un microrelato

La cueva
Cuando era niño me encantaba jugar con mis hermanas debajo de las colchas de la cama de mis papás. A veces jugábamos a que era una tienda de campaña y otras nos creíamos que era un iglú en medio del polo, aunque el juego más bonito era el de la cueva. ¡Qué grande era la cama de mis papás! Una vez cogí la linterna de la mesa de noche y les dije a mis hermanas que me iba a explorar el fondo de la cueva. Al principio se reían, después se pusieron nerviosas y terminaron llamándome a gritos. Pero no les hice caso y seguí arrastrándome hasta que dejé de oír sus chillidos. La cueva era enorme y cuando se gastaron las pilas ya fue imposible volver. No sé cuántos años han pasado desde entonces, porque mi pijama ya no me queda y lo tengo que llevar amarrado como Tarzán.
He oído que mamá ha muerto.
Fernando Iwasaki peruano que vive en España.

Despidiendo a Paco de Lucía

 Montreux Jazz Festival 2012



Yo quiero ser para voce

 La escuché en el radio, la música brasileña siempre me asombra, esa alegría que parece que nunca va a detenerse, los sentimientos a flor de piel y los recuerdos de la belleza de Brasil, sus playas, su luz, el verde de sus montañas. Y el romance que asoma en cada esquina. Ay, una siempre quiere volver a Brasil.

viernes, 21 de febrero de 2014

Odiseo y las sirenas


Lágrimas, mariposas y tortugas

Salió la noticia en el periódico y me emocionó como cada vez que descubro algún mágico misterio de la naturaleza. Que las mariposas beban las lágrimas de las tortugas me parece que puede inspirar a  hacer un hermoso dibujo, un bello cuento o simplemente imaginar la delicadeza de las mariposas y el contraste con la tortuga animal  tan antiguo y de cabeza de anfibio. No podríamos imaginar a la tortuga bebiendo las lágrimas de las mariposas. Sería absurdo y desproporcionado.
 
 
 
 
 
Difícilmente podríamos dudar de la perfección del engranaje que organiza el mundo natural. Pero más allá de su impecable diseño, lo cierto es que la naturaleza no se contenta con ser impecable, sino que lleva sus cualidades al mundo de la estética, la más bella de todas, e incluso coquetea con la poesía pura.
Ejemplo de lo anterior es un peculiar fenómeno que se ha documentado en la selva del Amazonas. Se trata de una fuente de nutrientes a la que abejas y en particular mariposas recurren: las lágrimas de las tortugas. De acuerdo con Phil Torres, miembro del Centro de Investigación Tambopata, con sede en Perú, las lágrimas de las tortugas contienen altos niveles de sodio, un mineral vital y que no abunda en la región amazónica.
Las tortugas obtienen grandes cantidades de sodio gracias a su dieta fundamentalmente carnívora, mientras que para los herbívoros la obtención de esta esencial sustancia resulta mucho más difícil. Además, no se descarta que las lágrimas contengan otros preciados nutrientes, que enriquezcan la dieta de los insectos. Y si bien aún no se determina si las tortugas obtienen algún beneficio de dicha  interacción –más allá de bloquear su vista y hacerlas presa fácil de los fotógrafos–, lo cierto es que bien podría tratarse de una de las más estéticas manifestaciones de simbiosis. Twitter del autor: @ParadoxeParadis

Mi hijo por Mark Strand

Mi hijo
(a la manera de Carlos Drummond de Andrade)


Mi hijo
mi único hijo,
el que nunca tuve
ya sería un hombre.

Se mueve
en el viento,
sin carne, sin nombre.
A veces

viene
y apoya la cabeza,
muy leve
contra mi hombro

y le pregunto,
Hijo,
¿dónde estás,
dónde te ocultas?

Y me contesta
con frío liento,
Tú nunca notaste
aunque yo te llamaba

y llamaba
y seguía llamando
de un lugar
más allá

más allá del amor,
donde nada,
todo,
quiere nacer.
Mark Strand Canada

Van Gogh en movimiento


La pìntora bendita: Tilsa

Recuerdo la reverencia con la que asistíamos a las exposiciones de Tilsa en la galería Camino Brent . Recorríamos en silencio el espacio que separaba uno de otro cuadro y nos deteníamos a contemplar esos seres sobrenaturales que parecían a punto de corporizarse. Siempre quisimos tener un Tilsa pero sus pinturas ya estaban vendidas antes de la inauguración. Su muerte causó una inmensa tristeza, todavía esperábamos mucha más obra suya. Hasta el día de hoy es reconocida como uno de las mejores artistas peruanos. Acá comparto esta  crónica del poeta José Watanabe publicado en la revista Caretas,y algunos de sus cuadros:






TilsaLa Pintora Bendita
A partir del 27 de setiembre, toda la obra de Tilsa Tsuchiya, desde sus primeros óleos hasta sus últimos bocetos inconclusos, reunidos en el Museo de Arte.
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Tras intensa pesquisa, la muestra organizada por el Patronato Telefónica presenta la más compleja exposición de la pintora. Derecha: El "Mito del Pájaro y las piedras", de su celebrada serie pintada a mediados de los setentas. Enigmas esenciales a la condición humana en una Tilsa universal.
Escribe JOSE WATANABE
HACE varios años tocaron mi puerta para devolverme unos libros con los que yo siempre había sido avaro. Me los enviaba Tilsa Tsuchiya. Eran colecciones de haikus, aquellos breves poemas japoneses que constituyen un ejercicio de humildad ante la naturaleza. Tilsa sabía que un haiku, uno solo, puede ensimismarnos varias horas. Por eso los tuvo siempre sobre su velador, para sus interminables días de paciente. Empecé a hojear los libros devueltos y extrañados: de uno de ellos sobresalía una nota fijada con una cinta engomada para que ningún descuido pudiera trasladarla a otro lugar. La nota traía un agradecimiento cumplidor, prescindible entre amigos, el verdadero mensaje que Tilsa se había asegurado que yo leyera, estaba en el poema de esa precisa página: He visto muchas veces la luna
y tengo su bendición.
Ya puedo irme ahora.
Una semana después, bendecida por la luna del poeta Chiyo, se fue.
Conocí a esta amiga de tan elegante y delicada despedida en 1968. Ese año expuso en el Instituto de Arte Contemporáneo, que se había mudado de Ocoña a una casona de la calle Belén. Visité la exposición con mi amigo Lorenzo Osores, con quien solía practicar en las galerías el sarcasmo y la petulancia, gozo de juventud que no pudimos ejercer frente a los cuadros de Tilsa. Suspendidos de golpe nuestros humos, decidimos hacer una audacia que el espíritu de esos años nos permitía: ir de inmediato a conocer a la pintora. Todos estábamos para todos y el presente era perpetuo.
Tilsa vivía en una segunda planta de la calle Portugal, en el envejecido distrito de Breña. En el primer piso, la farmacia Floral, de su hermana Olga, recuperaba el nombre que había pertenecido a toda la calle, cuando ésta exhibía casas con puertas de entrepaños labrados y escaleras de mármol. El departamento tenía una angosta habitación contigua a la sala cuya función original era un misterio. Parecía un pasaje ciego con ventana a la calle adyacente. Allí vimos por primera vez a la pintora, en ese pequeño espacio ascendido a la categoría de atelier desde que ella había regresado de Europa dos años antes.
Tilsa tenía la gracia del cuerpo menudo. Su familia la llamaba "La Chola", lo cual sonaba gracioso en una casa donde todos eran de facciones japonesas. Algunos días delineaba sus ojos y prolongaba los rabillos hacia arriba para acentuar aún más sus rasgos orientales. Se dice que los artistas no se parecen a sus obras, y ciertamente ella estaba lejos de la solemnidad de sus personajes. De una picardía disfrazada de inocencia, no zahería, pero esperaba que lo hiciéramos nosotros para convertirse en nuestra cómplice más entusiasta. Pasaba casi todo el día frente al caballete, dando sus hoy famosas pinceladas breves y exactas, mientras el cenicero se llenaba de colillas de gauloises. Con frecuencia el cuadro dejaba el caballete para ir a recostarse en el respaldo del sofá de la sala, donde Tilsa podía contemplarlo con la distancia que no le permitía su reducido atelier.
De la rutina doméstica, y aun del cuidado de su hijo Gilles, un niño de cuatro años, se encargaba su hermana menor, Olga, aquella mujer discreta y bondadosa a quien todos agradecíamos en secreto su infinito apoyo a la pintora.
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En 1978, Tilsa interna en el Hospital del Empleado. Sus últimos años fueron de dura pelea contra el cáncer.
Los cuadros que habíamos visto y ponderado en el Instituto de Arte Contemporáneo habían salido de ese pequeño taller. Entonces el mundo de Tilsa todavía era plano, los personajes se recortaban sobre fondos difuminados, muchas veces presididos por soles restallantes o brumosos. Los personajes entraban desde fuera del cuadro, como si todavía no quisieran posesionarse del espacio central que les correspondía. El arte poética de esos años, por sus formas y su cromatismo, tal vez lo constituya el lienzo "Aro negro", donde un personaje casi pez y una forma humana a punto de esfumarse, lloran largas lágrimas como espadas. El lienzo fue pintado en memoria de su amigo de infancia Juan Pablo Chang, muerto en Bolivia, en 1967, junto al Ché Guevara.
Cierto día, mientras pintaba y yo leía algo, dijo una frase desconcertante:
-Creo que hace tiempo mis figuras quieren ser de carne. Era el comienzo de la década del 70. Pero desde hacía un tiempo atrás sus personajes ya no eran planos. Habían empezado a ganar corporeidad, volumen, y al mismo tiempo habían ido confirmando su pertenencia a un mundo de movimientos lentos, de reposos estatuarios. "Quieren ser de carne", dijo, y en un comienzo la carne fue leve, casi una sustancia aérea, hasta convertirse años después en voluptuosa como el cuerpo de aquella mujer que vuela elevada sobre una gran ave.
Por esos años, Tilsa enfrentaba el cuadro como el fragmento de un gran territorio que empezaba a poblar de seres extraordinarios, no tanto por sus formas, sino por la potencia vital que llevaban en su interior. Pensaba que si era capaz de imaginar un universo donde cada elemento expresara una plenitud, ese universo era posible. Había en ella una antigua nostalgia del futuro. Un día encontró al pie de su puerta un folleto deslizado por los incansables evangélicos. Traía una cita de uno de los más severos profetas bíblicos, Isaías, pero esta vez su voz no era recriminadora, decía una promesa: "el lobo habitará con el cordero, y el leopardo se acostará junto al cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará". Tilsa leyó la cita asintiendo con la cabeza como si descubriera una clave sencilla para explicar algo muy complejo.
-Un mundo así -me dijo alargándome el folleto.
Yo hice una broma acerca de la ilustración, hecha con gran devoción kitsch.
-Un mundo así -repitió ella- pero mejor dibujado.
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(Fragmento del prólogo escrito por el poeta para el libro-catálogo de la muestra editado por la Fundación Telefónica).

Sirena sobre un delfín

La idea de las sirenas siempre me ha impresionado. Unas mujeres con cola de pez capaces de vivir en el fondo del mar y también asomarse para relacionarse con los humanos. Las imaginaba con bellísimos rostros y el pelo abundante, largo y crespo. Ser una sirena debe ser algo complicado, pensaba, si uno está en el mar puede nadar y bucear pero para a la hora de salir a tierra, tendrá que arrastrarse. Cuando supe que tenía una voz bellísima y que su canto era el más hermoso que se puede oír la convertí en un ser más esplendoroso aún.  No existen las sirenas, se me dijo, solo es un mito. Acepté racionalmente pero en el fondo de mi corazón, en la pepita de mi alma, como solía decir la madre Vega Cristhie, monja de mi colegio, seguía ansiando que existiesen y que algún día pudiese toparme con ella. Muchos hombres y mujeres han soñado con las sienas y las han imaginado de distinta manera. En su libro sobre Los seres imaginarios, Borges nos dice: Aves de plumaje rojizo y cara de virgen, de medio cuerpo para arriba son mujeres y abajo, aves marinas, la mitad mujeres, peces la mitad.
Apolodoro narra que Orfeo, desde la nave de los Argonautas, cantó con más dulzura que las sirenas y estas se precipitaron al mar y quedaron convertidas en rocas, porque su ley era morir cuando alguien no sintiera su hechizo.
De Murgen en el norte de Gales se duce que no era pescado porque sabía hilar, y que no era una mujer porque podía vivir en el agua.
 
  
 
Una vez me senté en un promontorio
y escuché a una sirena montada en
un delfín. Profería aliento tan dulce
y armonioso que el rudo mar
se aplacó con su canto y ciertas
estrellas se dispararon locamente de
sus esferas para escuchar la música
de la doncella del mar.

William Shakespeare,
Sueño de una Noche de Verano


Ulises y las sirenas, obra elaborada en el año 1891 bajo la influencia del Romanticismo y del Prerrafaelismo, es uno de los lienzos más conocidos de John William Waterhouse. Hoy día permanece muy lejos del lugar de origen de su creador, pues se halla en el National Gallery of Victoria de Melbourne, Australia.

Homero La Odisea (fragmento)

" Entretanto la sólida nave en su curso ligero
se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelía
mas de pronto cesó aquella brisa, una calma profunda
se sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.
Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela,
la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo,
blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.
Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera
y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando
con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eran
poderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.
Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos
y, a su vez, me ataron de piernas y manos
en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego,
a azotar con los remos volvieron al mar espumante.
Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito
y la nave crucera volaba, mas bien percibieron
las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro:
"Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises,
de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto,
porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda
a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye.
Quien la escucha contento se va conociendo mil cosas:
los trabajos sabemos que allá por la Tróade y sus campos
de los dioses impuso el poder a troyanos y argivos
y aún aquello que ocurre doquier en la tierra fecunda".
Tal decían exhalando dulcísima voz y en mi pecho
yo anhelaba escucharlas. Frunciendo mis cejas mandaba
a mis hombres soltar mi atadura; bogaban doblados
contra el remo y en pie Perimedes y Euríloco, echando
sobre mí nuevas cuerdas, forzaban cruelmente sus nudos.
Cuando al fin las dejamos atrás y no más se escuchaba
voz alguna o canción de Sirenas, mis fieles amigos
se sacaron la cera que yo en sus oídos había
colocado al venir y libráronme a mí de mis lazos.
"

El grito de la sirena


Entrevista a Christian Bendayán, que pinta el color de nuestra selva




martes, 18 de febrero de 2014

La ascensión de la sirena


 La ascensión de la sirena


Primera Imagen:

Una sirena en un ascensor transparente.

Detalle: Un ascensor transparente sin detenerse cargando una sirena y varias gaviotas. Nosotros nos acercamos a las lunas para verla de cerca.

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Segunda imagen:

Parece que la sirena de plumas rojas con cara de virgen, se está asfixiando.  

Voz de un desconocido: es mucho el tiempo que esta lejos del agua.

Detalle: las gaviotas revolotean a su alrededor.

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Tercera Imagen:

El ascensor continúa su camino hacia lo alto

Voz: frío, obediente, su maquinaria  es perfecta.

Detalle: otras gaviotas salen de las nubes.

CORO: Se acercan al ascensor transparente curiosas.

Voz: son aves especialmente curiosas.

CORO: Observan desde afuera como agoniza ese ser mujer/pez que una vez fue un ángel, con sus escamas de plata.

Voz: ha perdido su plumaje rojo.

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Cuarta Imagen:

La sirena piensa.

CORO: Ella puede transformarse.

Voz: La sirena llora pensando en Ulises y después canta.

CORO: Por favor amarradme  al mástil que quiero oír el canto, es el canto más hermoso que puede existir,  pero no  deseo morir enfrentado contra las rocas. .

Detalle: Las gaviotas también cantan.

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 Quinta imagen:

El ascensor hermético continúa sin compasión su ascensión .

Detalle: el espacio interior parece cada vez más pequeño.

CORO: Las gaviotas ocupan todo el espacio, suben sobre la cabeza de la sirena  que no consigue espantarlas.

Voz: La sirena detesta a las gaviotas

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Sexta Imagen:

La sirena encoge la cola y agachando la cabeza sumerge su larga cabellera rubia entre sus escamas brillantes.

Voz: que triste esta la sirena, que sola, quién pudiera acariciarla.

CORO: Ella se llama Murgen.

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 Séptima Imagen:

La sirena se queda estática como si fuese una estatua, una roca.

Voz: Parece que va a morir…

                                            
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Octava imagen:

Por un resquicio del ascensor se van cayendo la sabiduría del mundo que Murgen guardaba en su memoria.

CORO: Salen de su cabeza.

Detalle: las gaviotas se convierten en peces.

Voz: ella se siente una ninfa agonizante, un monstruo, un antiguo demonio que asciende por fin a los cielos.
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Novena Imagen:

El piso del ascensor se va llenando de agua

CORO:  Al fin Murgen consigue respirar en el agua, estira los brazos,  sumerge la cabeza dorada y  se llena de dicha.

Voz: aparece una sonrisa  en su rostro lunar, le brillan los ojos negros, la cabellera negra.

Detalle: Afuera del ascensor se pueden ver a siete sirenas esperando su llegada.

CORO: Juntas presidirán los ocho cielos concéntricos.

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Imagen Final:

Se abre la puerta, el agua  inunda las habitaciones, Murgen nada feliz.

CORO: Se desliza a sus anchas hasta encontrarse con las siete sirenas.

Voz: de plumas rojas y escamas doradas que son a ratos peces, a ratos aves.

CORO: Pero siempre mujeres que viven más alto que las aves, al lado de los ángeles  inocentes y rosados...

Voz:  de los sueños de tu infancia.

                                                           ---------------

Entrevista a Mark Strand

Entrevista a Mark Strand, no dejen de verla.

jueves, 13 de febrero de 2014

Alaíde Costa - Quando tu passas por mim

Maravillosa música brasilera.

La flecha

Poema La Flecha de José Emilio Pacheco


No importa que la flecha no alcance el blanco
Mejor así
No capturar ninguna presa
No hacerle daño a nadie
pues lo importante
es el vuelo la trayectoria el impulso
el tramo de aire recorrido en su ascenso
la oscuridad que desaloja al clavarse
vibrante
en la extensión de la nada

La belleza de pensar entrevista a Bolaño


El extranjero de Baudelaire

El Extranjero

De Spleen de París Por Charles Baudelaire   

 Traducción de Nydia Lamarque 1º edición, 1961, México, Editorial Aguilar.
 
 
 
-Dime, hombre, enigmático, ¿a quién amas tú más? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano.?
-Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.
-¿A tus amigos?
-Os servís de una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy.
-¿A tu patria?
-Ignoro bajo qué latitud está situada.
-¿La belleza?
-De buena gana la amaría, diosa e inmortal.
-¿El oro?
-Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.
¿Pues qué es lo que amas, extraordinario extranjero?
-¡Amo las nubes. . ., las nubes que pasan... allá lejos... las maravillosas nubes!

 

¿Qué fue lo que aconteció? Fado de Ana Mouram


José Julio Perlado en Lisboa

 
 
 
Estos días que paso en Lisboa subo en el tranvía hacia lo alto de la ciudad, viajo enfrente de una muchacha tan absorta en el cristal de su ventanilla que no se ha dado cuenta de que a mi lado viaja Pessoa. Vamos los tres sentados, en este tranvía semivacío, ascendiendo las empinadas calles. Oigo el rumor de las palabras de Pessoa que me va diciendo:
-Yo voy fijándome lentamente, ¿sabe usted?, de acuerdo con mi costumbre, en todos los detalles de las personas que van delante de mí. ¿Usted no lo hace? Para mí, los detalles son cosas, voces, frases. En este vestido de muchacha que va frente a nosotros, descompongo el vestido en la tela de que se compone, el trabajo con que lo han hecho – pues lo veo como vestido y no como tela – y el bordado leve que rodea a la parte que da la vuelta al cuello se me separa de un torzal de seda, con el que se bordó, y el trabajo que fue bordarlo. E inmediatamente, como en un libro elemental de economía política, se desdoblan ante mí las fábricas y los trabajos: la fábrica donde se hizo el tejido; la fábrica donde se hizo el torzal, de un tono más oscuro, con el que se orla de cositas retorcidas su sitio junto al cuello; y veo las secciones de las fábricas, las máquinas, los obreros, las modistas; mis ojos vueltos hacia dentro penetran en las oficinas, veo a los gerentes procurar estar sosegados, sigo, en los libros, la contabilidad de todo esto; pero no es sólo eso: veo, hacia allá, las vidas domésticas de los que viven su vida social en esas fábricas y en esas oficinas…Todo el mundo se despliega ante mis ojos sólo porque tengo ante mí, debajo de un cuello moreno, que al otro lado tiene no sé qué cara, un orlar irregular verde oscuro sobre el verde claro de un vestido.
Toda la vida social yace ante mis ojos.- sigue diciéndome Pessoa – ¿A usted no le pasa?
Más allá de esto – continúa el poeta -, presiento los amores, las intimidades, el alma, de todos cuantos trabajan para que esta mujer que esté delante de nosotros en el tranvía, lleve, en torno a su cuello mortal, la trivialidad sinuosa de un torzal de seda verde oscura en un tejido verde menos oscuro.
Me aturdo - prosigue al fin Pessoa -. Los asientos de este tranvía, de un entrelazado de paja fuerte y menuda, me llevan a regiones distantes, se me multiplican en industrias, obreros, casas de obreros, vidas, realidades, todo.
Bajamos los dos del tranvía en lo alto. ¿Estoy de verdad en Lisboa? ¿No será que no me he movido de mi cuarto y he imaginado que viajaba aquí con Pessoa, que los dos veíamos a esta muchacha que no existe, que el poeta me hablaba? ¿No será que nunca he estado en esta ciudad y que jamás he subido por estas calles?
Pero entonces, ¿ese tranvía que se va, ese hombre de las lentes y del negro sombrero que escapa…?
 
Mi nombre es José Julio Perlado, escritor y profesor.- Doctor en Filosofía y Letras.-”La muerte en la obra literaria de José Gutiérrez Solana” (Tesis Doctoral inédita). -Redactor-Jefe de “La Estafeta Literaria”(1958-1962), corresponsal en Roma del Diario “Madrid” y del “Diario de Barcelona” (1963-1965), corresponsal en París del Diario “ABC” (1968-1970), Premio de Novela “Ateneo de Santander”, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias de Información de la Universidad Complutense de Madrid (1973- 2003).
He impartido Cursos de creación literaria a escritores mexicanos en el Tecnológico de Monterrey (México) y en la Universidad de Villahermosa en Tabasco (México).
Durante 14 años he dirigido Cursos de Escritura Creativa en la Universidad de Madrid.
 

Desayuno por Jacques Prevert

Desayuno


Echó el café
En la taza
Echó leche
En la taza de café
Echó azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo removió
Bebió el café con leche
Dejó la taza
Sin hablarme
Encendió
Un cigarrillo
Hizo aros
Con el humo
Echó la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se levantó
Se puso
El sombrero
Se puso
La capa de lluvia
Porque llovía
Y se fue
Bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Y yo tomé
Mi rostro entre las manos
Y lloré .
Jacques Prevert
 

 

Kabir, poeta













No te desplaces al jardín lleno de flores!
¡Oh amigo! no vayas allí.

En tu cuerpo está el jardín florido.
Siéntate sobre los mil pétalos de loto

y contempla allí la infinita Belleza.





 Kabir, fue un poeta, músico, místico, filósofo y santo de la India 

poeta

La ladrona de libros




Película que hay que ver de todos modos. Muy bien hecha y una hermosa historia.

Abeja laboriosa

La abeja laboriosa,





No tiene tiempo para la tristeza.  William Blake, poeta inglés.