Leonardo en sus diarios que, paseando un día por el Val d'Arno y hallándose ante una cueva,
Me detuve en el umbral, cegado por la tiniebla, y miré al interior, cubriéndome los ojos ojos con la mano. De pronto, me asaltaron dos sensaciones: temor y deseo. Temor ante la oscuridad amenazadora de la caverna; deseo de ver si, por ventura, ocultaba cosas maravillosas.
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