martes, 17 de septiembre de 2013

Mía Couto

António Emílio Leite Couto, conocido como Mia Couto, (Beira, Mozambique, 5 de julio de 1955) es uno de los más conocidos escritores mozambiqueños actuales.
En 1972 se instaló en Maputo y empezó a estudiar Medicina al tiempo que se iniciaba en el periodismo. Abandonó los estudios para dedicarse plenamente a la escritura. Más adelante estudió Biología, profesión que ejerce en la actualidad. Ha sido director de la Agencia de Información de Mozambique, de la revista Tempo y del diario Notícias de Maputo.
Su carrera literaria se inicia en 1983, con el libro de poemas Raiz de Orvalho, al que siguió, en 1986, su primer libro de cuentos, Vozes Anoitecidas Ha publicado crónicas, relatos breves y varias novelas. Su producción literaria, ya muy extensa, goza de enorme prestigio en los países de lengua portuguesa, y está traducida a varios idiomas, entre ellos el español, catalán, sueco, francés, alemán e italiano.
En 1999 Mia Couto recibió el Premio Virgílio Ferreira, por el conjunto de su obra.
En 2013 gana el Premio Camões , el equivalente al Premio Cervantes en lengua portuguesa, por su "vasta obra de ficción caracterizada por la innovación estilística y la profunda humanidad".



Números

Desiguales las cuentas:
por cada ángel, dos demonios.
Por un Sol, cuatro lunas.
Para tu boca, todas las vidas.
Dar vida a los muertos
es tarea de infinitos dioses.
Resucitar a un vivo:
un solo amor cumple el milagro.

Tristeza

Mi tristeza
no es la del trabajador sin tierra.
Mi tristeza
es la, del astrónomo ciego.


Fruta

Lo bueno del mango
no es la fruta.
Es la sombra.
La terrenal,
cotidiana
Abnegada sombra:
Al revés del sudor
Al revés de la mano
el sudor inversa cosechado,
almacenado en el dorso de la mano.
No es la temporada de frutas.
Nadie celebra la temporada de las sombras.
Así que el amor y la pasión:
una fruta, una sombra.
La dulce y cruel mordida
de la fruta en tu boca,
en lugar de entrar en ti
quiero ser tú.
Lo que me espanta,
no es obra del tiempo
sino el viaje del sol en la savia del árbol
El arte del mango
y el vestido de sombra
envolviendo su vientre solar
Para el hombre
vale la pulpa.
Para la tierra
sólo la simiente cuenta



El barrio de mi infancia

No son las criaturas quienes mueren
Es al revés
las cosas sencillamente mueren.
Las criaturas no mueren
porque a sí mismas se hacen.
Y aquel que nace de sí mismo
se condena a ser eterno.
Sale un polvo de las tumbas
que sofoca mi pasado
cada vez que visito mi antiguo barrio.
La casa murió
en el lugar donde nací:
mi infancia
ya no tiene lugar para dormir.
Pero sucede que,
desde cualquier patio,
llega a mí la risa salvaje
de los niños jugando.
Se ríen y explican
las mismas locuras
que ya fueron soberanas
de castillos y quimeras.
Una vez más me tocó la pared fría
y siento en mí el pulso
de quien vive para siempre.
La muerte
es el abrazo imposible de agua.


Destino

Me estoy acostumbrando a la
poca ternura
en la medida en que me pospongo
siervo de daños y engaños.
Voy perdiendo morada
En la lentitud repentina
De un destino
Que me va quedando escaso.
Conozco mi muerte
Su lugar esquivo
Su acontecer disperso
Ahora,
¿qué más podría vencerme?


Para ti

Para ti
deshojé la lluvia
para ti desprendí el perfume de la tierra
toqué en nada
y para ti fui todo
Para ti grité todas las palabras
y todas me faltaron
en el minuto en que grabé
el sabor del siempre
Para ti di mi voz
a mis manos
abrí las yemas del tiempo
asalté al mundo
y pensé que todo estaba en nosotros
en ese dulce engaño
de ser dueños de todo
sin que tengamos nada
simplemente porque era de noche
y no dormíamos
descendía yo a tu pecho
para buscarme
y antes de que la oscuridad
nos ciñese la cintura
se nos quedaban los ojos
viviendo de uno solo
amando de una sola vida


Identidad

Necesito ser otro
para ser yo mismo
Soy grano de roca
Soy el viento que la desgasta
Soy polen sin insecto
Soy arena que soporta
el sexo de los árboles
Existo donde me desconozco
a la espera de mi pasado
anhelando la esperanza del futuro.
En el mundo que combato muero
en el mundo por el que lucho, nazco.


Horario del fin

Nada se muere
cuando llega la ocasión
Es sólo un bache
en la ruta por donde ya no vamos.
Todo se muere
cuando no es el justo momento
y nunca es
ese momento.


Fui sabiendo de mí

Fui sabiendo de mí
Por aquello que perdía
pedazos que venían de mi
con el misterio de ser pocos
Y de valer sólo si los perdía
Me estacioné
En umbrales
más acá del paso
Que jamás crucé
Vi
El árbol muerto
Y supe que mentía

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