MONIGOTES
(Del poeta peruano Eduardo Chirinos. )
Desde niño me gusta dibujar monigotes.
Así me entretengo cuando estoy aburrido,
cuando nadie me mira, cuando espero
impaciente el menú del restaurante.
Algunos tienen nombre propio, bichos
que apenas sobreviven en el trazo, en
la corta vida que el papel les concede.
Ellos me acompañan. Llaman a la puerta
a cualquier hora, y yo siempre los recibo.
Llevo a todas partes una pluma, no vaya
a ser que los escuche y no tenga cómo
darles forma. Nunca piden nada a cambio.
Ellos bailan felices en manteles, boletos,
servilletas, y luego –así como han llegado–
se despiden. La gente cree que la pluma
es para anotar versos, apuntes misteriosos
que se le ocurren al poeta. No sabe que
nunca escribo apuntes, que los monigotes
me visitan cuando suena la música
del mundo. Y yo no puedo escucharla.
Así me entretengo cuando estoy aburrido,
cuando nadie me mira, cuando espero
impaciente el menú del restaurante.
Algunos tienen nombre propio, bichos
que apenas sobreviven en el trazo, en
la corta vida que el papel les concede.
Ellos me acompañan. Llaman a la puerta
a cualquier hora, y yo siempre los recibo.
Llevo a todas partes una pluma, no vaya
a ser que los escuche y no tenga cómo
darles forma. Nunca piden nada a cambio.
Ellos bailan felices en manteles, boletos,
servilletas, y luego –así como han llegado–
se despiden. La gente cree que la pluma
es para anotar versos, apuntes misteriosos
que se le ocurren al poeta. No sabe que
nunca escribo apuntes, que los monigotes
me visitan cuando suena la música
del mundo. Y yo no puedo escucharla.
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