domingo, 25 de junio de 2017

El tema de las Piedras en nuestro taller de lecturas

La semana pasada vimos en nuestro taller de lectura el tema de La Piedra inspirandonos en Roger Caillois quien dedica buena parte de su vida a la fascinación por el mineral.

Victoria Cirlot:
La piedra muestra el misterio de su origen, y el ojo que la mira parece remontarse en el tiempo hasta convertirse en espectador de su génesis. Se trata de un esfuerzo imaginativo que encuentra su modelo en las visiones cosmogónicas en las que el visionario asistía o bien, en un lejanísimo pasado, a los grandes momentos de la creación del universo, o bien a su final en un no menos lejanísimo futuro. En la imaginación de la génesis de la piedra sobrevive la excitación debida a un cambio de naturaleza: 

"Siento convertirme un poco en la naturaleza de las piedras"(palabras de Caillois). Pero no solo la piedra transforma a su espectador, sino que el espectador también cambia a la piedra: "Al mismo tiempo que las acerco a la mía". Con este intercambio de nanturalezas se ha borrado la separación entre sujeto y objeto, abriéndose así el espacio intermedio que es el de la imaginación.
(...) El universo y la naturaleza pueden ser leídos porque, en efecto, poseen un significado. Y ante las obras de la naturaleza, por ejemplo una piedra, incluso en el siglo XX fue posible sentir la fascinación que descansa sobre una tradición sagrada semiolvidada, aunque todavía palpitante en gestos como los que ha transmitido el surrealismo."

Esta tradición sagrada a la que se refiere Victoria Cirlot, hermanada con la alquimia y ciencias teúrgicas, concibe a la naturaleza en todas sus facetas como una especie de escritura secreta, como un gigantesco criptograma divino que el sabio puede descifrar con ayuda de ciertas técnicas por las que el hombre aprendería a reconocerse en ella, además de reconocer la esencia de todos los seres. Estas técnicas eran utilizadas también como método adivinatorio, las conocidas mancias, entre las que se encontraria la berilística o cristalomancia (leer el porvenir en un cristal de roca), una suerte de "mineralogía visionaria" (en palabras de André Bretón), de inspiración astrológica por considerar que en las piedras se materializaban signos de origen celeste. Según Agrippa de Nettesheim en su De occulta philosphia (1550):


De Fernando Trejos: Podemos pues ver cómo para el pensamiento tradicional los símbolos de la naturaleza, como la piedra (y lo mismo podríamos decir de los vegetales y animales y del cosmos todo), son portadores de ideas, fuerzas y energías sutiles que de algún modo en ellos se depositan. Constituyen un orden y un modelo arquetípico cuya comprensión puede hacer posible que el hombre —que contiene dentro de sí todas esas energías y fuerzas, pues él las sintetiza y gobierna— se comunique con aspectos más reales y superiores de sí mismo y logre finalmente el hallazgo de esa piedra misteriosa que es, para quien pueda traspasar las apariencias de las cosas, el único verdadero tesoro —oculto en las regiones más profundas de nuestro ser— al que podríamos aspirar.



CONVERSACIÓN CON UNA PIEDRA
Wislawa Szymborska

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Quiero penetrar en tu interior,
echar un vistazo,
respirarte.

—Vete —dice la piedra—.
Estoy herméticamente cerrada.
Incluso hecha añicos,
sería añicos cerrados.
Incluso hecha polvo,
sería polvo cerrado.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Vengo por mera curiosidad.
Sólo la vida permite satisfacerla.
Quisiera pasearme por tu palacio,
y luego visitar una hoja y una gota de agua.
No me queda mucho tiempo.
Mi mortalidad debería ablandarte.

—Soy de piedra —dice la piedra—.
Imposible perturbar mi seriedad.
Vete,
no tengo músculos risorios.
Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Me han dicho que encierras salas enormes y vacías,
nunca vistas y bellas en vano,
mudas, donde nunca han retumbado los pasos de nadie.
Confiésalo: ni tú misma lo sabías.

—Salas enormes y vacías —dice la piedra—.
Pero no hay espacio disponible.
Bellas, quizá, pero no para el gusto
de tus limitados sentidos.
Puedes verme, pero nunca catarme.
Mi superficie te da la cara,
pero mi interior te vuelve la espalda.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
En ti no busco refugio para la eternidad.
No soy desdichado.
Ni carezco de techo.
Mi mundo merece el regreso.
Quiero entrar y salir con las manos vacías.
La prueba de haber estado en ti
se limitará a mis palabras
en las que nadie creerá.

—No entrarás —dice la piedra—.
Te falta sentido de la participación.
Y no existe otro sentido que pueda sustituirlo.
Incluso la vista omnividente
te resultará inútil si eres incapaz de participar.
No entrarás; ese sentido, en ti, es sólo deseo,
mero intento, vaga fantasía.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar mil siglos
para estar entre tus paredes.

—Si no crees en mis palabras —dice la piedra—,
acude a la hoja, que te dirá lo mismo que yo,
o la gota de agua, que te dirá lo mismo que la hoja.
Pregunta también a un cabello de tu cabeza.
Estoy a punto de reír a carcajadas,
de reír como mi naturaleza me impide reír.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.

—No tengo puerta —dice la piedra.

Wislawa Szymborska, Paisaje con grano de arena, Lumen, Barcelona, 2005, pp. 35-37.

Un poema de León Felipe 

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...


En mitad del camino había una piedra...

En mitad del camino había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
había una piedra
en la mitad del camino había una piedra.

Nunca olvidaré la ocasión
nunca tanto tiempo como mis ojos cansados permanezcan abiertos.

Nunca olvidaré que en la mitad del camino
había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
en la mitad del camino había una piedra. Carlos Drumont de Andrade 



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