Cuantas palabras que nos mueven a la calma en los poemas de Wang Wei: la arena dorada, el manantial, la fuente del alba, la madrugada. El ansia de tener el corazón sereno contemplando la límpida corriente. Y el deseo de llegar como Fénix, como dragón, como mágicos seres, a la corte del Emperador de Jade.
(Se decía que el Emperador de Jade era originariamente el príncipe heredero del Reino de la Dicha Pura y de las Majestuosas Luces y Ornamentos Celestiales. Al nacer, emitió una luz asombrosa que iluminó todo el reino.)
(Se decía que el Emperador de Jade era originariamente el príncipe heredero del Reino de la Dicha Pura y de las Majestuosas Luces y Ornamentos Celestiales. Al nacer, emitió una luz asombrosa que iluminó todo el reino.)
Si bebo cada día en el manantial de la arena dorada,
viviré por lo menos mil años.
El fénix esmeralda y el dragón listado vuelan,
con insignias de plumas, a la corte del Emperador
de Jade.
Calma, tranquila, surge el agua;
oro y jade al alcance de la mano.
Madrugada bienvenida, flor blanca en la boca;
iré solo a la fuente del alba.
***
Mi corazón siempre sereno
como límpida corriente.
¡Ah! ¡Si pudiera quedarme sobre una gran peña
con la caña de pescar, hasta el fin de mis días!
de "La montaña vacía" de Wang Wei.
Pintor, músico y poeta de la dinastía Rang, es el poeta más representativo de la poesía budista en la histora literaria china.
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