jueves, 17 de marzo de 2011

Los samurais de Fukushima



¿Quien dice que en el mundo ya no hay héroes? Gente dispuesta a dar su vida ( de un solo golpe o de a pocos) para salvar a toda una población de una nube radioactiva. ¿Lo hacen por su empresa, por su país, por el mundo? Eso no interesa, lo importante es que como los antiguos kamikases consideran que hay algo superior a sus vidas: la vida de los otros. Estos no combaten a un enemigo de carne y hueso, sino algo peor: la radiación. Veamos este artículo del diario El País escrito por Ramón Lobo.
Hemos transitado de la euforia por las revueltas árabes al pesimismo nuclear, de la democracia que se extiende como un reguero por el Magreb y Oriente Próximo a la nube radiactiva que nos amenaza a todos. Lo único incólume es la Unión Europea y su parálisis. Siempre he sentido interés por los héores anónimos, protagonistas de pequeñas historias capaces de mover las grandes. Unas veces es un cirujano napolitano en Bunia, en el noreste de la República Democrática de Congo; otras, civiles que padecen cada día la guerra en Afgansitán. De Japón conmueve la historia de los los 180 últimos de Fukushima. No sabemos quiénes son, cómo se llaman, por qué están arriesgando su vida, qué pasa por su mente. La Tokio Electric Power Company, su empresa, los mantiene en el anonimato. Entre ellos hay físicos, ingenieros, bomberos y demás especialistas. Todos son, al parecer, voluntarios.


Fukushima ha reducido su personal después del terremoto y el maremoto. Se quedó en 50 irreductibles que siempre han estado dentro de la central excepto unas horas tras una breve evacuación esta semana. Después aumentaron a 180. Son los liquidadores, expertos en evitar una catástrofe. Muy pocos de los liquidadores que trabajaron en la central de Chernóbyl hace 25 años está vivo. Japón conserva la cultura del sacrificio por la comunidad. Los 180 de Fukushima representan esa tradición de luchadores, de samuráis que dan su vida por un bien superior. No solo ellos, también los pilotos de los helicópteros y cualquiera que se acerque a menos de 30 kilómetros de distancia corren un riesgo potencial. En uno de los vídeos que siguen a continuación, un especialista estadounidense asegura que los liquidadores son como los bomberos que entran en un edificio en llamas, no piensan en si van a morir, solo piensan en apagar el incendio. Los expertos sostienen que las próximas 48 horas son decisivas.

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