sábado, 23 de marzo de 2013

Sentado en una banca




Una ciudad con parque y con bancas ofrece a sus pobladores el placer de sentarse tranquilamente sin hacer nada, como decía mi amigo Augusto , sentarse en actitud zen, a pensar en nada, a contemplar lo que se tiene delante sin enfocar demasiado, respirando el aire que viene a acompañarnos, sintiendo el delicado viento que pasa rozándonos. Antonio Lobo Antúnez, escritor portugués nos cuenta en su biografía el placer que sentía al sentarse, imitando a su abuelo, en cualquier banca.


De la biografía de Antonio Lobo Antúnez
Creo que heredé de mi abuelo el gusto de sentarme callado, a mirar. Él lo hacía en el jardín. Como no tengo jardín lo hago en casa, en los bancos de la calle, en los parques, en los centros comerciales. Durante la época de la facultad, apenas acababa la clase en el depósito de cadáveres, bajaba a la Avenida da Liberdade y, nalga a la derecha, nalga a la izquierda, conquistaba un pequeño espacio de tablas entre dos jubilados. Los jubilados hablan poco y yo también. Sólo me faltaba la pantufla del pie derecho, el cigarrillo liado y el bastón. Normalmente era el último en marcharme. Con la bata en las rodillas veía la ciudad iluminarse. Las palomas emigraban hacia el tejado del anuncio Sandeman, un hombre con capa y sombrero que sostiene una copa de oporto. En mi opinión, formada a los cinco o seis años de edad, nunca existió nada más bonito. Me gustaba Mandrake porque se parecía a él: 'Mandrake hizo un gesto mágico y...'. Al alzar la copa el anuncio Sandeman hacía un gesto mágico y la noche aparecía. Este milagro cotidiano sigue encantándome. Además estaban las fachadas de los cines y las lámparas que corrían alrededor de los nombres de los actores: Esther Williams, Joan Fontaine, Lana Turner. Concebí por Lana Turner una pasión absoluta, exclusiva. En momentos de desánimo llego a pensar que no me correspondió. Pero el desánimo, claro, es pasajero, y el pelo platinado, las cejas evasivas dibujadas a lápiz, en semicírculos perfectos, los vertiginosos escotes de satén, los labios rojo escarlata, todo me asegura un amor eterno, eternamente compartido. (Extracto)


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