Desde Lima, un relámpago de azul-cielo o azul-mar en nuestra mente o en nuestro corazón que ansían la belleza. Cuentos, poesía, música, cine, reflexiones, teatro, viajes, fotografía, entrevistas, danza y más.
lunes, 21 de diciembre de 2015
Rosa Ponselle - 'A vucchella
Rosa Ponselle (Rosa Melba Ponzillo) fue una soprano lírica norteamericana nacida en Meriden, Connecticut el 22 de enero de 1897 y fallecida en Baltimore en 1981. Hija de inmigrantes napolitanos, es considerada una de las mayores exponentes del canto lírico del siglo XX con una carrera basada en el Metropolitan Opera de Nueva York donde junto a Enrico Caruso, Geraldine Farrar y Mary Garden fue una de las máximas atracciones del teatro.
Telephone Line - Jeff Lynne (Acoustic)
Jeffrey Lynne (n. Birmingham, Inglaterra, 30 de diciembre de 1947) es un músico, compositor, cantante, guitarrista y productor musical británico célebre por ser líder y miembro del grupo Electric Light Orchestra así como del supergrupo Traveling Wilburys junto a George Harrison, Bob Dylan, Roy Orbison y Tom Petty Wikipedia .
domingo, 13 de diciembre de 2015
Unamuno y Emily Dickinson
Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,
hay ojos que llaman,
-hay ojos que esperan,
hay ojos que ríen
-risa placentera,
hay ojos que lloran
-con llanto de pena,
unos hacia adentro
-otros hacia fuera.
Son como las flores -que cría la tierra.
Mas tus ojos verdes,
-mi eterna Teresa,
los que están
haciendo -tu mano de hierba,
me miran, me sueñan,
-me llaman, me esperan,
me ríen rientes -risa
placentera,
me lloran llorosos
-con llanto de pena,
desde tierra adentro,
-desde tierra afuera.
En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,
vivo yo en tus ojos
-el sol de mi esfera,
en tus ojos muero,
-mi casa y vereda,
tus ojos mi tumba,
-tus ojos mi tierra.
Miguel de Unamuno.
La sortija ya no estaba
En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los
árboles erraba.
El día estaba azul,
cálido, bello.
Y me quedé dormida
sobre la suave hierba.
Al despertar miré sobresaltada
Mi mano pura en
aquella tarde clara.
La sortija entre mis
dedos ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en
este mundo
Es sólo un recuerdo
de color dorado.
Emily Dickinson
La sonrisa de mi garabato
Hice una vez un
garabato y le puse de nombre Domingo
Zapato. Tenía unos zapatos enormes y una linda sonrisa.
Apenas pudo, me
contó que era feliz y me dijo al oído que me quería mucho y que me agradecía
porque lo había hecho de la nada.
Fuimos grandes
amigos. Empece a pintar junto a él una
casita para que viviese. La hice con chimenea, ventanas con macetas y una
puerta verde que se podía abrir empujándola con suavidad. También pinté un
jardín en el que planeamos sembrar verduras.
Al día siguiente,
encontré a Domingo en el jardín comiéndose un tomate muy rojo recién cosechado.
Le pinté entonces, un árbol de manzanas. También hice que saliera el sol, le di
una cometa y un chupete de caramelo.
Conversábamos mucho.
Me pedía cosas : huesos para su perro, un abrigo y un pañuelo, cuando se
resfrió. Quiso que el tren pasara cerca de su casa porque le gustaba oírlo al
amanecer. Tuve entonces, que pintar rieles y un hermoso tren amarillo. Hicimos
que lloviera para que sus plantas pudieran crecer más rápido.
!Todo era perfecto!
El humo saliendo por la chimenea, la lluvia, el silbido del tren, la sonrisa de
mi garabato. !Eramos tan, pero tan, felices! Domingo Zapato era mi mejor amigo.
En la noche, hubo un accidente y nos dimos un gran susto. Una teja de la casita, le cayó en la cabeza. Le dolió tanto que tuve que acariciarlo y darle una pastilla. Pero él, se siguió quejando, se volvió malhumorado, sólo pedía remedios y ya no quería hablar ni cantar. Tampoco le gustó la idea de que pintase un circo con payasos y malabaristas para que pudiese ir a divertirse y se olvidase del golpe y el dolor. Mi garabato dijo que no le gustaban los payasos, que la bulla lo podría molestar. Me hizo una mueca de disgusto y me dio la espalda resentido. Yo, me molesté también, lo dejé en un rincón y me fui a jugar con mi triciclo.
Pasó una semana. Lo miré de reojo para ver si había vuelto a sonreír y lo que vi fue espantoso. !Qué pena tan grande! Me había olvidado de borrar la lluvia y todo estaba empapado, despintado. Ya no había tomates ni manzanas, el tren estaba malogrado, las rosas destrozadas. Mi garabato tenía fiebre, casi no hablaba pero trató de sonreír. Dijo, que me había extrañado y me prometió sanar pronto para volver a jugar. Domingo Zapato estaba muy grave, pero seguía sonriendo.
- Ya estoy mejor ahora
que has vuelto. Ya pasó esa terrible lluvia que lo mojaba todo. La chimenea me
está calentando. Ya estaré bien, ya verás.
Así, tratando de que me tranquilizara se quedó dormido. Su perro, durmió a su lado cuidándolo. Yo no me cansaba de mirarlo ni de llorar. !Ni se a qué hora me acosté esa noche¡
Así, tratando de que me tranquilizara se quedó dormido. Su perro, durmió a su lado cuidándolo. Yo no me cansaba de mirarlo ni de llorar. !Ni se a qué hora me acosté esa noche¡
Desperté apenas
apareció el sol y corrí a verlo. Me latía muy fuerte el corazón, tropecé. Tenía
esperanzas de encontrarlo mejor. Estaba encogido en su camita. Tenía puesto el
abrigo que le regalé. Me había dejado una carta debajo de su almohada,
en donde me decía: -"Te quiero mucho, gracias por todo."- Lo miré
bien para ver si se movía aunque sólo sea un poquito. Sonreía aún.
- Murió, me dije, murió...
Y corrí y corrí, no
podía parar.( de Garabatos)
Dibujar es divertido
Creo que es el dibujar es un instrumento de comunicación que no debemos perdérnoslo. Refleja nuestro estado de ánimo, nuestra manera de ver el mundo, nuestro sentido de la armonía. Dibujar es una manera de hacer el mundo de una manera distinta, única, curiosa. Es divertido, nos sorprende, nos hace sentir que somos capaces de hacer que algo aparezca de la nada, o de casi nada, un lápiz, unos colores, o en este caso unos cuantos clics.
Dice Wikipedia; El dibujo artístico es la disciplina del trazado y delineado de cualquier figura, abstracta o que represente algún objeto real, una forma de expresión gráfica. El dibujo artístico es un lenguaje alternativo de ámbito universal que permite la transmisión de información de toda índole: ideas, descripciones y sentimientos.
OM MANI PADME HUM. BELLÍSIMO
HERMOSO MANTRA CON BELLAS IMÁGENES DE NIÑOS BUDISTAS. DEDICADO A MIS HIJOS KEVIN, DIEGO y SEBASTIÁN. NAMASTÉ-
Om mani padme hum ( comtempla la joya en el loto) es probablemente el mantra más famoso del budismo. El Dalái Lama dice:"Es muy bueno recitar el mantra Om mani padme hum, pero mientras lo haces, debes pensar en su significado, porque el significado de sus seis sílabas es grande y extenso... La primera, Om simboliza el cuerpo, habla y mente impura del practicante; también simbolizan el cuerpo, habla y mente pura y exaltada de un Buddha"
"El camino lo indican las próximas cuatro sílabas. Mani, que significa "joya", simboliza los factores del método, la intención altruista de lograr la claridad de mente, compasión y amor"
"Las dos sílabas, padme, que significan "loto", simbolizan la sabiduría"
"La pureza debe ser lograda por la unidad indivisible del método y la sabiduría, simbolizada por la sílaba final hum, la cual indica la indivisibilidad"
Om mani padme hum ( comtempla la joya en el loto) es probablemente el mantra más famoso del budismo. El Dalái Lama dice:"Es muy bueno recitar el mantra Om mani padme hum, pero mientras lo haces, debes pensar en su significado, porque el significado de sus seis sílabas es grande y extenso... La primera, Om simboliza el cuerpo, habla y mente impura del practicante; también simbolizan el cuerpo, habla y mente pura y exaltada de un Buddha"
"El camino lo indican las próximas cuatro sílabas. Mani, que significa "joya", simboliza los factores del método, la intención altruista de lograr la claridad de mente, compasión y amor"
"Las dos sílabas, padme, que significan "loto", simbolizan la sabiduría"
"La pureza debe ser lograda por la unidad indivisible del método y la sabiduría, simbolizada por la sílaba final hum, la cual indica la indivisibilidad"
Un día en Trieste, Italia
Trieste (en esloveno: Trst; en friulano y en alemán: Triest) es una ciudad situada en el norte de Italia, a orillas del mar Adriático; hace frontera con Eslovenia. Cuenta con 205.593 habitantes (2010) y disfruta de un clima suave y soleado, excepto cuando sopla la bora, un viento que alguna vez al año alcanza los 100 km/h. Wilipedia
Claudio Magris, una entrevista
Claudio Magris es una de las figuras más relevantes de las letras internacionales. El autor italiano, amante de la cultura centroeuropea y creador del concepto político Mitteleuropa (una Europa Central con predominio alemán), habla en esta entrevista de sus elecciones a la hora de escribir utilizando uno u otro género literario. La mayoría de sus obras son ensayos, pero hay veces que lo que quiere contar le pide que apuesta por la dramaturgia o el relato.
Giorgio Morandi, bodegones
La única vez que tomé clases de pintura, lo hice en el taller del maestro Suarez Vértiz. Tuve que dibujar un bodegón con pasteles, unas cuantas botellas. En mi casa lo alabaron mucho y hasta lo enmarcaron. Lo tienen colgado hasta el día de hoy. A mi no me gustó mucho, debo reconocerlo.
La belleza de la cerámica
La cerámica (palabra derivada del griego κεραμικός keramikos, ‘sustancia quemada’) es el arte de fabricar recipientes, vasijas y otros objetos de arcilla, u otro material cerámico y por acción del calor transformarlos en recipientes de terracota, loza o porcelana
domingo, 6 de diciembre de 2015
Crisantemo amarillo y solo
CRISANTEMO AMARILLO Y SOLO
¿Cómo poder ver a través de las cosas y los seres?
¿Descubrir la sombra
y la luz que sale y se esparce llenando
el espacio de
belleza?
¿Absorber la tibieza,
ensanchar el alma, abrazar con mis
pétalos el viento que
insiste en besarme?
¿Contagiarme de la
inocencia que despierta tu pureza?
¿Ser yo también el
crisantemo que canta en la esquina de
un campo que no es
enorme pero que me permite soñar?
Texto: Cecilia
Bustamante de Roggero.
(Imagen de Marí
Ángeles García Garrido).
Escultor de vidrio
En una de las islas de Venecia, en Murano visitamos una fábrica de vidrio. Fue magico ver como moldeaban el vidrio caliente, los colores que producía el fuego en movimiento. Acá, este estupendo artista del vidrio.
Chrysler Museum Glass Studio | 2014 Visiting Artist Series | Martin Janecky from Echard Wheeler on Vimeo.
Chrysler Museum Glass Studio | 2014 Visiting Artist Series | Martin Janecky from Echard Wheeler on Vimeo.
Hay palabras
Palabras
Hay palabras que acompañan, como luz, como perro, como sombra.
Hay pala...bras que lloran, como lluvia.
Hay palabras amargas, como tónico, y difíciles, como lo siento.
Hay palabras grandotas, como castigo, o como grito.
Hay palabras que ríen, como agua, como circo. Y las hay tristes, como fin.
Hay palabras y palabras. Hay las que se dicen y las que se callan.
Hay las que duelen y las que alegran y las que abren puertas misteriosas. CB de R.
Solo Cenicienta
En mi cuento,
No había hadas
No había príncipes
No había zapatitos de cristal
No había carruajes
No había hadas
No había príncipes
No había zapatitos de cristal
No había carruajes
En mi cuento,
Había sueños
Había amor
Había añoranzas
Sin hadas,
Había sueños
Había amor
Había añoranzas
Sin hadas,
No vi el príncipe
No fui al baile
No fui princesa
No perdí el zapatito de cristal
No fui al baile
No fui princesa
No perdí el zapatito de cristal
Fui sólo cenicienta.
Flor Pedrosa Brasil ( de la pagina de Marisa de Rezende Borges)
Mujer con corona de flores
Mujer con corona de flores
Vino la guerra y en ella murieron sus padres. Ellos habían vendido flores durante toda su vida, pero ahora ya nadie tenía dinero, ni... casas, ni floreros, ni deseo de poner flores para llenar de belleza el espacio. La niña que solo se había quedado con ese pequeño jardín en donde crecían rosas y dalias, claveles y azucenas, las veía marchitarse y se entristecía al ver que sus vidas carecían de sentido, entonces se las fue poniendo una a una sobre la cabeza y salió a la calle y se puso a caminar. Nadie se fijó en ella, nadie le dijo lo bella que se veía y ella siguió andando hasta que encontró un camino largo, largo, que la llevó hasta otro pueblo, en donde nunca nadie había ni siquiera escuchado la palabra "guerra". Al verla, todos se detuvieron y la estuvieron mirando y no se les ocurrió mejor idea que llevarla al palacio para que la viera el príncipe, que era el príncipe más bueno que alguna vez había existido. Enamorado el príncipe le dijo delicadas palabras que la niña de la corona de flores no entendió porque era otro el idioma, otras las costumbres, otra la vida. La reina la invitó a vivir con ella y le fue enseñando y ella fue aprendiendo y cuando pasó un año entero, volvió a ver al príncipe y ahora sí entendió sus promesas y susurros de amor. Las mujeres de ese pueblo en honor a su nueva reina se acostumbraron a ponerse flores en la cabeza y el pueblo fue conocido como el país de las flores bellas. Y la palabra flor y la palabra mujer fueron una sola. CB de R.Llegar al Padre
CARRERA
Llego al aeropuerto, corro al mostrador,
compro un pasaje y diez minutos después...
cancelan el vuelo: los médicos dicen
que mi padre no pasa de esta noche
y cancelan el vuelo. Un hombre
de bigote me habla de un vuelo sin escala:
sale en siete minutos. ¿Ve ese ascensor?
Baje un piso, doble a la derecha,
coja el autobús amarillo, baje en el segundo terminal,
dice. Y yo, que carezco de toda orientación,
corro exactamente hacia donde debo, un pez
deslizándose contra la corriente del río,
hábilmente, como si supiera. Salto del autobús,
las maletas llenas de cualquier cosa
me sacuden de lado a lado
como si quisieran demostrar
que también yo sucumbo a las leyes de lo físico.
Y yo, que siempre voy al final de la fila,
corro hacia un hombre de flor blanca en el pecho,
y le digo, Ayúdeme. Mira mi pasaje, me mira a mí,
y dice: Doble a la izquierda, después a la derecha,
suba las escaleras mecánicas y, después,
corra. Vuelo escalera arriba y ahí, al final, veo el pasillo,
respiro profundo, le digo Adiós a mi cuerpo,
adiós a la comodidad y corro, corro
como si pudiera apostarlo todo,
gastar para siempre las piernas y el corazón que él me dio,
todo para tocarlo una vez más en esta vida.
He visto fotos de mujeres corriendo,
sus pertenencias atadas con bufandas
asidas a los puños. Bendigo
las piernas largas que él me dio y abandono mi corazón
a su único propósito: llegar a la Puerta 17.
Cerraban la del avión cuando llegué.
Entonces, como quien no es demasiado rico,
me deslicé a través del ojo de la aguja
y recorrí el pasillo que me llevaba hacia mi padre. El avión
iba repleto, el cabello de los pasajeros brillaba,
una bruma de endorfinas doradas llenaba la cabina.
Lloré como lloran quienes entran al cielo,
con un alivio colosal. Despegamos
de un lado del continente
y no paramos hasta posarnos
sobre la otra orilla. Entré a su habitación
y vi su pecho ascender despacio
y bajar de nuevo. Toda la noche
estuve mirándolo respirar. Sharon Olds
Llego al aeropuerto, corro al mostrador,
compro un pasaje y diez minutos después...
cancelan el vuelo: los médicos dicen
que mi padre no pasa de esta noche
y cancelan el vuelo. Un hombre
de bigote me habla de un vuelo sin escala:
sale en siete minutos. ¿Ve ese ascensor?
Baje un piso, doble a la derecha,
coja el autobús amarillo, baje en el segundo terminal,
dice. Y yo, que carezco de toda orientación,
corro exactamente hacia donde debo, un pez
deslizándose contra la corriente del río,
hábilmente, como si supiera. Salto del autobús,
las maletas llenas de cualquier cosa
me sacuden de lado a lado
como si quisieran demostrar
que también yo sucumbo a las leyes de lo físico.
Y yo, que siempre voy al final de la fila,
corro hacia un hombre de flor blanca en el pecho,
y le digo, Ayúdeme. Mira mi pasaje, me mira a mí,
y dice: Doble a la izquierda, después a la derecha,
suba las escaleras mecánicas y, después,
corra. Vuelo escalera arriba y ahí, al final, veo el pasillo,
respiro profundo, le digo Adiós a mi cuerpo,
adiós a la comodidad y corro, corro
como si pudiera apostarlo todo,
gastar para siempre las piernas y el corazón que él me dio,
todo para tocarlo una vez más en esta vida.
He visto fotos de mujeres corriendo,
sus pertenencias atadas con bufandas
asidas a los puños. Bendigo
las piernas largas que él me dio y abandono mi corazón
a su único propósito: llegar a la Puerta 17.
Cerraban la del avión cuando llegué.
Entonces, como quien no es demasiado rico,
me deslicé a través del ojo de la aguja
y recorrí el pasillo que me llevaba hacia mi padre. El avión
iba repleto, el cabello de los pasajeros brillaba,
una bruma de endorfinas doradas llenaba la cabina.
Lloré como lloran quienes entran al cielo,
con un alivio colosal. Despegamos
de un lado del continente
y no paramos hasta posarnos
sobre la otra orilla. Entré a su habitación
y vi su pecho ascender despacio
y bajar de nuevo. Toda la noche
estuve mirándolo respirar. Sharon Olds
domingo, 29 de noviembre de 2015
Despues de la lluvia
Después de la lluvia
Es hermoso ver
una tarde de lluvia. Todo se ha oscurecido. Los animales están ocultos,
tratando de no mojarse. Hay silencio y sólo la lluvia canta hasta terminar.
De pronto en la
soledad de la tarde, aparece solamente una mariposa que ha visto un pedacito de
sol entre las nubes.
Estira sus alas
y danza valiente rompiendo con la tristeza y la tranquilidad. Ella anuncia el
buen tiempo.
Pajaritos se
asoman, una mosca se arriesga y una mariquita se empapa en una gota de agua que
resbala cortando una flor.
Salen los demás
habitantes del jardín. El picaflor recomienza su interrumpida conversación con
la retama y la abeja marcha de prisa.
Ha pasado la
lluvia dejando todo brillante, las hojas limpias, la tierra húmeda y
satisfecha, los rojos más rojos y los verdes más verdes. Hay cielo abierto. (
de cosquillas)
Yo también me acuerdo
Yo también me acuerdo por Margo Glantz,escritora mexicana
Me acuerdo de cuando yo era niña: en el valle de México había
varios lagos y la ciudad era de verdad transparente.
Me acuerdo caminando por las calles de Dallas en épocas de intenso calor: admiré la elegancia de las mujeres de entonces, con sus grandes sombreros a lo Greta Garbo, sus altos tacones y sus vestidos de algodón, como si estuviéramos en La rosa del Cairo de Woody Allen, dentro de la película, y no mirándola sentados en la sala, conviviendo con personajes desconocidos aunque románticos.
Me acuerdo que sólo tuve una muñeca en mi infancia.
Me acuerdo que cuando llegué por primera vez a Estambul, la legendaria Constantinopla, tuve la sensación de no haber salido de la Ciudad de México y de recorrer incesantemente calles idénticas a las de un barrio popular, la Lagunilla; las callejuelas de repente se abrieron y se transformaron en el Cuerno de Oro, una enorme perspectiva, la vista soberbia, el sol iluminando apenas el mar y entre el fondo brumoso del cielo la silueta de los innúmeros minaretes y las cúpulas de las mezquitas de la vieja ciudad; la visión me dejó suspensa, maravillada, y sin embargo en un acto malabar y súbito de conciencia ya estaba de regreso en París, llorando desesperada porque iba a dejar de ver el Cuerno de Oro, cosa que en verdad me sucedió como sucede en cualquier viaje, a pesar de que seguía contemplándolo, absorta, extasiada, en ese preciso instante, desde un recodo milagroso de la ciudad.
Me acuerdo cómo lloré cuando vi Lo que el viento se llevó.
Me acuerdo que Perec se acordaba de Cantinflas.
Me acuerdo que viajo como si fuera mi único destino.
Me acuerdo que a finales de 1954 llegué a Colonia con Paco López Cámara y nos alojamos en una pensión familiar que costaba cinco marcos, no tenía calefacción, pero sí una cama provista de uno de esos edredones rellenos de pluma de ganso –como los que transportaron en sus cofres de viaje mis padres desde Ucrania–, especiales para combatir el frío y pasar una buena noche, y a la mañana siguiente sacar tímidamente una mano para calibrar la temperatura; luego, haciendo malabarismos, tratar de vestirnos protegidos por el edredón, para después, bien abrigados, salir a caminar por la ciudad. De ese viaje me acuerdo también de la Catedral ennegrecida, con los vitrales rotos y enormes huecos entre las nubes que dejaban pasar un cielo igualmente tenebroso por el invierno y la huella de las bombas.
Me acuerdo que cuando estudiaba en París hubo una de esas crisis de petróleo que de pronto amenazan al mundo civilizado: se trataba esta vez de la crisis del Canal de Suez, quizá en 1956--; tiritábamos permanentemente de frío en ese período porque se interrumpió la producción de gas mazout, necesario para hacer marchar los radiadores. Me acuerdo también de un día en que frente a un quiosco leía los periódicos donde se daba la noticia de la invasión soviética a Hungría. Una dama produjo un aterrador y único comentario: “¡Zut, plus de beurre!”.
Me acuerdo que cuando tenía quince años leí sucesivamente Palmeras salvajes de Faulkner (traducido por Borges o por su mamá), Crimen y castigo de Dostoiewski y Madame Bovary de Flaubert. No he podido volver a leer ninguno de esos libros, no soporto su final infeliz.
Me acuerdo que se está acabando el año.
Me acuerdo cuando todavía se podía pasear a altas horas de la noche en mi ciudad.
Me acuerdo del temblor de 1985 en México. Pasé por una calle llena de escombros: un letrero prohibía tirar guijarros.
Me acuerdo caminando por las calles de Dallas en épocas de intenso calor: admiré la elegancia de las mujeres de entonces, con sus grandes sombreros a lo Greta Garbo, sus altos tacones y sus vestidos de algodón, como si estuviéramos en La rosa del Cairo de Woody Allen, dentro de la película, y no mirándola sentados en la sala, conviviendo con personajes desconocidos aunque románticos.
Me acuerdo que sólo tuve una muñeca en mi infancia.
Me acuerdo que cuando llegué por primera vez a Estambul, la legendaria Constantinopla, tuve la sensación de no haber salido de la Ciudad de México y de recorrer incesantemente calles idénticas a las de un barrio popular, la Lagunilla; las callejuelas de repente se abrieron y se transformaron en el Cuerno de Oro, una enorme perspectiva, la vista soberbia, el sol iluminando apenas el mar y entre el fondo brumoso del cielo la silueta de los innúmeros minaretes y las cúpulas de las mezquitas de la vieja ciudad; la visión me dejó suspensa, maravillada, y sin embargo en un acto malabar y súbito de conciencia ya estaba de regreso en París, llorando desesperada porque iba a dejar de ver el Cuerno de Oro, cosa que en verdad me sucedió como sucede en cualquier viaje, a pesar de que seguía contemplándolo, absorta, extasiada, en ese preciso instante, desde un recodo milagroso de la ciudad.
Me acuerdo cómo lloré cuando vi Lo que el viento se llevó.
Me acuerdo que Perec se acordaba de Cantinflas.
Me acuerdo que viajo como si fuera mi único destino.
Me acuerdo que a finales de 1954 llegué a Colonia con Paco López Cámara y nos alojamos en una pensión familiar que costaba cinco marcos, no tenía calefacción, pero sí una cama provista de uno de esos edredones rellenos de pluma de ganso –como los que transportaron en sus cofres de viaje mis padres desde Ucrania–, especiales para combatir el frío y pasar una buena noche, y a la mañana siguiente sacar tímidamente una mano para calibrar la temperatura; luego, haciendo malabarismos, tratar de vestirnos protegidos por el edredón, para después, bien abrigados, salir a caminar por la ciudad. De ese viaje me acuerdo también de la Catedral ennegrecida, con los vitrales rotos y enormes huecos entre las nubes que dejaban pasar un cielo igualmente tenebroso por el invierno y la huella de las bombas.
Me acuerdo que cuando estudiaba en París hubo una de esas crisis de petróleo que de pronto amenazan al mundo civilizado: se trataba esta vez de la crisis del Canal de Suez, quizá en 1956--; tiritábamos permanentemente de frío en ese período porque se interrumpió la producción de gas mazout, necesario para hacer marchar los radiadores. Me acuerdo también de un día en que frente a un quiosco leía los periódicos donde se daba la noticia de la invasión soviética a Hungría. Una dama produjo un aterrador y único comentario: “¡Zut, plus de beurre!”.
Me acuerdo que cuando tenía quince años leí sucesivamente Palmeras salvajes de Faulkner (traducido por Borges o por su mamá), Crimen y castigo de Dostoiewski y Madame Bovary de Flaubert. No he podido volver a leer ninguno de esos libros, no soporto su final infeliz.
Me acuerdo que se está acabando el año.
Me acuerdo cuando todavía se podía pasear a altas horas de la noche en mi ciudad.
Me acuerdo del temblor de 1985 en México. Pasé por una calle llena de escombros: un letrero prohibía tirar guijarros.
El amor es extraño
http://peliculasio.com/love-is-strange
Para ver las películas de Peliculasio, ir al afiche que está debajo de la película, dar clik ahi y empieza la película sin tener que poner nada.
Para ver las películas de Peliculasio, ir al afiche que está debajo de la película, dar clik ahi y empieza la película sin tener que poner nada.
Acá el trailer https://www.youtube.com/watch?v=E--ikoM4wSI
Carta de Roberto Benigni a Dante Alighieri
Roberto Benigni
"Querido Dante,
Ante todo espero que tú estés bien, que la piedra no te pese demasiado y te auguro que oigas el Gloria in excelsis Deo lo más pronto posible. Y también te quiero agradecer porque con tu Divina Comedia me has hecho enamorarme de la poesía, que es la cosa más bella del mundo. Me has hecho sentir el bien y el mal, me has hecho ir a la cama todo asustado, me has hecho llorar, me has llevado por todos lados, sobre el Océano Atlántico, a Lunigiana, a Jerusalén, a Monterrigioni. Me has hecho morir de la risa, aunque has escrito en una lengua dificilísima, misteriosa e incomprensible, que para entenderla, piensa, me la debí hacer explicar por mis abuelos analfabetos.
Has entrado en mi vida rápidamente, Dante, con una alegría y una potencia estrepitosas, como cuando conocí los damascos. Por eso, para mí Dante, tú eres parte de la naturaleza, como los damascos, el sol, la hierba. Y cuando me preguntan si eres moderno, es como si me preguntaran si es moderna la hierba. Poco después de leerte me has hecho dar un salto sobre la silla en serio. Me di cuenta que no era yo que te leía a ti, eras tú que me leías a mí como ningún otro nunca me había leído, con palabras antiguas y conmovedoras que han atravesado los siglos para posarse sobre nuestros labios.
Me has hecho probar esa sensación tremenda que como yo en el mundo estoy solamente yo, pero que era igual a ti. Y que tú y yo éramos iguales a todos. Cada cosa que siempre había sentido desde que nací, tú le has dado una forma memorable. ¡Cuánto te he querido, Dante! Entraba en tu libro como se entra en una farmacia: leía dos o tres tercetos en voz alta y mataba todos los virus…
(…)
Dicen que la Divina Comedia sea la obra más audaz del ingenio humano, que su enseñanza es tan profunda que puede haber descendido al pensamiento humano sólo por revelación, y que por la primera vez, en la historia del mundo, nos has hecho explorar la remota región de lo Eterno, “físicamente, corporalmente”…
Con la Divina Comedia nos has hecho entender…:
que Dios tiene necesidad de los hombres;
que cada vez que el hombre hace el mal, Dios retiene el respiro;
que no hay mal que no pueda ser consolado;
que cada uno de nosotros está aquí para completar y complicar el fresco;
que la poesía es canto y cuento;
que las mujeres son el ápice de la creación, el alivio del abismo;
que te has ocupado de este extraño regalo que hemos tenido en suerte: la vida;
que, luego de haberte leído, no se miran más las personas con distracción sino como cofres de un misterio, depositarias de un destino inmenso;
que el arte se debe interesar por la vida;
que la vida es mucho más de cuanto podamos entender, por esto resiste;
que ninguno es demasiado extraño para ser entendido;
que cada uno de nosotros es único, y hace la diferencia;
que se puede hablar de los otros cuando hablamos de nosotros;
qué cosa nos hace felices;
qué cosa amamos y odiamos en serio;
que todos nosotros estamos aquí por el sí de una mujer;
que estamos en crisis por el duro deseo de durar;
que nos has vuelto posible vivir en un mundo más grande;
que nos has vuelto el mundo menos extraño y enemigo;
que cada persona es el héroe de la propia historia, aunque sus días y sus noches no parezcan excepcionales a ninguno;
que los hechos del mundo no son el fin de la cuestión;
que en poesía se usa el mismo amor y el mismo número de palabras para describir los órdenes angelicales y el gesto de un sastre que con poca luz introduce el hilo en el ojo de una aguja;
que se puede hablar de tú al desconocido;
que el paraíso está colmado de la deslumbrante belleza del verbo ser;
que la vida es destino y viaje, conocimiento y amor;
que alguno no quita jamás la vista de nosotros, porque nos ama;
que la belleza nace terriblemente;
que el arte es un don...”
Roberto Benigni
Ante todo espero que tú estés bien, que la piedra no te pese demasiado y te auguro que oigas el Gloria in excelsis Deo lo más pronto posible. Y también te quiero agradecer porque con tu Divina Comedia me has hecho enamorarme de la poesía, que es la cosa más bella del mundo. Me has hecho sentir el bien y el mal, me has hecho ir a la cama todo asustado, me has hecho llorar, me has llevado por todos lados, sobre el Océano Atlántico, a Lunigiana, a Jerusalén, a Monterrigioni. Me has hecho morir de la risa, aunque has escrito en una lengua dificilísima, misteriosa e incomprensible, que para entenderla, piensa, me la debí hacer explicar por mis abuelos analfabetos.
Has entrado en mi vida rápidamente, Dante, con una alegría y una potencia estrepitosas, como cuando conocí los damascos. Por eso, para mí Dante, tú eres parte de la naturaleza, como los damascos, el sol, la hierba. Y cuando me preguntan si eres moderno, es como si me preguntaran si es moderna la hierba. Poco después de leerte me has hecho dar un salto sobre la silla en serio. Me di cuenta que no era yo que te leía a ti, eras tú que me leías a mí como ningún otro nunca me había leído, con palabras antiguas y conmovedoras que han atravesado los siglos para posarse sobre nuestros labios.
Me has hecho probar esa sensación tremenda que como yo en el mundo estoy solamente yo, pero que era igual a ti. Y que tú y yo éramos iguales a todos. Cada cosa que siempre había sentido desde que nací, tú le has dado una forma memorable. ¡Cuánto te he querido, Dante! Entraba en tu libro como se entra en una farmacia: leía dos o tres tercetos en voz alta y mataba todos los virus…
(…)
Dicen que la Divina Comedia sea la obra más audaz del ingenio humano, que su enseñanza es tan profunda que puede haber descendido al pensamiento humano sólo por revelación, y que por la primera vez, en la historia del mundo, nos has hecho explorar la remota región de lo Eterno, “físicamente, corporalmente”…
Con la Divina Comedia nos has hecho entender…:
que Dios tiene necesidad de los hombres;
que cada vez que el hombre hace el mal, Dios retiene el respiro;
que no hay mal que no pueda ser consolado;
que cada uno de nosotros está aquí para completar y complicar el fresco;
que la poesía es canto y cuento;
que las mujeres son el ápice de la creación, el alivio del abismo;
que te has ocupado de este extraño regalo que hemos tenido en suerte: la vida;
que, luego de haberte leído, no se miran más las personas con distracción sino como cofres de un misterio, depositarias de un destino inmenso;
que el arte se debe interesar por la vida;
que la vida es mucho más de cuanto podamos entender, por esto resiste;
que ninguno es demasiado extraño para ser entendido;
que cada uno de nosotros es único, y hace la diferencia;
que se puede hablar de los otros cuando hablamos de nosotros;
qué cosa nos hace felices;
qué cosa amamos y odiamos en serio;
que todos nosotros estamos aquí por el sí de una mujer;
que estamos en crisis por el duro deseo de durar;
que nos has vuelto posible vivir en un mundo más grande;
que nos has vuelto el mundo menos extraño y enemigo;
que cada persona es el héroe de la propia historia, aunque sus días y sus noches no parezcan excepcionales a ninguno;
que los hechos del mundo no son el fin de la cuestión;
que en poesía se usa el mismo amor y el mismo número de palabras para describir los órdenes angelicales y el gesto de un sastre que con poca luz introduce el hilo en el ojo de una aguja;
que se puede hablar de tú al desconocido;
que el paraíso está colmado de la deslumbrante belleza del verbo ser;
que la vida es destino y viaje, conocimiento y amor;
que alguno no quita jamás la vista de nosotros, porque nos ama;
que la belleza nace terriblemente;
que el arte es un don...”
Roberto Benigni
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