domingo, 13 de diciembre de 2015

La sonrisa de mi garabato



Hice una vez un garabato y le puse de nombre  Domingo Zapato. Tenía unos zapatos enormes y una linda sonrisa.

Apenas pudo, me contó que era feliz y me dijo al oído que me quería mucho y que me agradecía porque lo había hecho de la nada.

Fuimos grandes amigos. Empece  a pintar junto a él  una casita para que viviese. La hice con chimenea, ventanas con macetas y una puerta verde que se podía abrir empujándola con suavidad. También pinté un jardín en el que planeamos sembrar verduras.

Al día siguiente, encontré a Domingo en el jardín comiéndose un tomate muy rojo recién cosechado. Le pinté entonces, un árbol de manzanas. También hice que saliera el sol, le di una cometa y un chupete de caramelo.

Conversábamos mucho. Me pedía cosas : huesos para su perro, un abrigo y un pañuelo, cuando se resfrió. Quiso que el tren pasara cerca de su casa porque le gustaba oírlo al amanecer. Tuve entonces, que pintar rieles y un hermoso tren amarillo. Hicimos que lloviera para que sus plantas pudieran crecer más rápido.
!Todo era perfecto! El humo saliendo por la chimenea, la lluvia, el silbido del tren, la sonrisa de mi garabato. !Eramos tan, pero tan, felices! Domingo Zapato era mi mejor amigo.

En la noche, hubo un accidente y nos dimos un gran susto. Una teja de la casita, le cayó en la cabeza. Le dolió  tanto que tuve que acariciarlo y darle una pastilla. Pero él, se siguió quejando,  se volvió malhumorado, sólo pedía remedios y ya no quería hablar ni cantar. Tampoco le gustó la idea de que pintase un circo con payasos y malabaristas para que  pudiese ir a divertirse y se olvidase  del golpe y el dolor. Mi garabato dijo que no le gustaban los payasos, que la bulla lo podría molestar. Me hizo una mueca de disgusto y me dio la espalda resentido. Yo, me molesté también, lo dejé en un rincón y me fui a jugar con mi triciclo.

Pasó  una semana. Lo miré de reojo para ver si había vuelto a sonreír y lo que vi  fue espantoso. !Qué pena tan grande! Me había olvidado de borrar la lluvia y todo estaba empapado, despintado. Ya no había tomates ni manzanas, el tren estaba malogrado, las rosas destrozadas. Mi garabato tenía fiebre, casi no hablaba pero trató de sonreír. Dijo, que me había extrañado y me prometió sanar pronto para volver a jugar. Domingo Zapato estaba muy grave, pero seguía sonriendo.

- Ya estoy mejor ahora que has vuelto. Ya pasó esa terrible lluvia que lo mojaba todo. La chimenea me está calentando. Ya estaré bien, ya verás.
Así, tratando de que me tranquilizara se quedó dormido. Su perro, durmió a su lado cuidándolo. Yo no me cansaba de mirarlo ni de llorar. !Ni se a qué hora me acosté esa noche¡

Desperté apenas apareció el sol y corrí a verlo. Me latía muy fuerte el corazón, tropecé. Tenía esperanzas de encontrarlo mejor.  Estaba encogido en su camita. Tenía puesto el abrigo que le  regalé. Me había dejado una carta debajo de su almohada, en donde  me decía:      -"Te quiero mucho, gracias por todo."- Lo miré bien para ver si se movía aunque sólo sea un poquito. Sonreía aún.
- Murió, me dije, murió...

Y corrí y corrí, no podía parar.( de Garabatos)

1 comentario:

  1. Genial, mi madre me leía ese cuento cuando era pequeño, quisiera leerselo a mis hijos también, Donde podría encontrar el libro?

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