Al correr de la pluma 5
Tomo
notas de unas crónicas
de un escritor al
que he leído muy poco, casi nada, el catalán Terenci Moix que murió de fumar. En
sus crónicas italianas habla de Elsa Morante, escritora italiana muy famosa que
fue esposa de Moravia. De lo que él me
cuenta sobre ella rescato algunas palabras con las que construiré esta semana
mi correr de la pluma.
Tenía
Elsa, es casi el nombre de mi madre que era Elsie, un amor a esa existencia
plena que el mundo nos va negando con cada avance.
Justo
hace unos días hablaba al teléfono con una amiga en tono de broma, claro, y le
decía, sin decirle, más o menos lo mismo que la Morante, ¿Te acuerdas, le
decía, cuando decíamos, cuando seamos grandes, cuando crezcamos, entonces
tendremos todos los permisos, podremos fumar, podremos ir a todas las fiestas,
nos dejaran subir al tranvía, no volveré a escuchar a mi abuela decir esa frase
que no entendía: “Date a deseo que olerás a poleo”, porque me habían castigado
y no iría a esa fiesta que todas esperábamos con las ansias a punto de
explotar. Imaginaba el poleo como un cúmulo de fragancias, una mezcla de
azahares , de jazmines, del perfume que se ponía mi madre cuando ya estaba
lista para salir por las noches luego de haberse mirado en el espejo y haberse
dado la aprobación, sí, estaba linda. Grande fue mi desilusión al saber que el
poleo, era simplemente una variedad de la menta y que el refrán, era una antigüedad
que venía del campo, de Cajamarca, donde había crecido mi abuela Ahora que hemos crecido de más, que tenemos
todos los permisos, que hemos ido y vuelto, partido y regresado, esperado y
perdido, ahora que la vida se nos ha abierto de par en par y que podemos decir,
¿así que la vida era esto? Mi amiga se rió
en el teléfono, porque a ella le pasaba más o menos lo mismo que a mí, no
podíamos quejarnos, pero hubiésemos querido un manual de instrucciones como el
que inventó George Perec, alguien que nos advirtiera, que nos vaya diciendo: —,
no, por ahí no, cuidado, a la izquierda, para, a la derecha, cuidado, detente,
descanso.
Sí,
creíamos en una vida plena. Y justo yo
había inventado una frase para amortiguar la pena que sentía ante la muerte de
mi madre, —ella tuvo una vida espléndida, —es decir con cualidades
extraordinarias, una vida fantástica, magnífica, maravillosa. Y sí,
si la miro desde un ángulo puedo decir que tuvo una vida espléndida, pero
si la miro desde otro, fue su vida como la de todos, también contuvo dolor,
ausencias, sueños incumplidos. Pero no lo sabíamos, creíamos en la felicidad
que comienza y solo termina con la muerte, y ni eso, porque luego venía la vida eterna
que era aún más hermosa y feliz que esta y dura por los siglos de los siglos,
una felicidad que no somos capaces de imaginar pero que colmaría todas nuestras
fantasías, aquello que ni siquiera teníamos la capacidad de imaginar. Entonces, ¿cómo así aparece en nuestra vida el
dolor, la sombra, la noche, el silencio, el miedo? ¿Cómo despertar de todo eso
y volver a tender las ilusiones que se han escondido? Sin embargo conozco a
personas que no pierden las ilusiones, que tienen como tenia Elsa Morante una “obstinación
feroz por esa existencia plena”.
Escoger
el correr de la pluma es escoger la libertad, la casualidad, el inconsciente,
lo que venga, lo que se asome de mi mente, sin constreñir, —no se trata de
hacer terapia, hay que dejar que las ideas fluyan, —dijo alguien, —pero es una quien monta sobre el caballo, la que dirige
hacia donde quiere que el texto vaya. ¿Podemos hacer eso? ¿Llevar las riendas a
conciencia? ¿Queremos hacer eso? ¿Podemos hacerlo?
Terenci
Moix habla de la búsqueda que realiza Elsa durante toda su vida , de la soledad
de su búsqueda, de la soledad de toda búsqueda, añado yo, y luego él agrega: el
tiempo pasa y se vuelve irrecuperable, irrecuperable- El tiempo, repite, —como
para que lo entendamos bien, para que lo fijemos en nuestra memoria que muchas veces se hace la distraída, voltea la
cabeza mirando otra cosa, se distrae porque no quiere enfrentar lo
irreversible, irrecuperables los seres, las cosas mismas,—pasa y es
irrecuperable.
Claro
que lo sabemos, antes de que haya el riesgo de perderlo ya sabemos que algún día
lo perderemos porque es parte de la esencia del tiempo, de los seres y de las
cosas, que algún día ya no estarán.
También
habla de los ojos puros de Elsa. La
pureza puede ser una forma de amor, —dice. El amor puede hacer ver de cierta
manera la vida, los seres, los acontecimientos, las cosas.
Esta
semana me llegó un artículo de Gonzalo
Portocarrero que habla del amor como el sentimiento que despierta la alegría. El amor puede reinventar la realidad.
El lenguaje para Elsa , la búsqueda de las
palabras adecuadas, será también una
manera de buscar lo divino, sobrepasar lo cotidiano. La crisis del lenguaje es
una crisis del espíritu.
Me quedo imaginando los ojos puros de Elsa, que
son una manera del amor.
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