La poesía no ha muerto, claro está, ni puede morir lo que
sólo en sí se contiene, despojado de todo adjetivo y de toda verdad adyacente,
siempre muleta para lo que es baldado e incompleto. Vive pero un poco
escondida, un poco entregada a la búsqueda de siempre. Aunque esta vez desorientada
por los muchos caminos que, sin dudarlo, son todos verdaderos. Raúl Deustua,
Letras peruanas (1952)
POEMA
Un poema, la ruta del milagro
nocturno, la misma metáfora, algas
de un mar cansado, palpitante apenas,
gastado por el hombre, por la técnica
violada, rota por el incesante
conocer, recordar un alba ciega.
¿Adónde me conducen esas huellas?
Unas y otras son ecos lejanísimos,
trenes cargados, vías también ciegas.
Nada existe ya. Un desierto sin arenas y sin rocas, un páramo detenido en un silencio espeso y árido, un espejo de imágenes vacías, devoradas por una ausencia dolorosa y rota a trechos por tu nombre oculto, virgen, tu nombre que se posa y nos destruye en un amor inmenso de mares y aldeas. ¡Estoy solo en esta piedra de tu iglesia! ¡Resta un helado viento sobre el mar! (Extracto).
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