Caballos
en la niebla (fragmento)
"Me
gustaría poder decir que fue cuando la vi alejarse en el camión, digo, cuando
recordé esa fotografía. Pero no fue así. Encontré la fotografía, junto con
otras, unos días después del incidente de los caballos en la niebla, cuando
pasaba revista a las cosas de mi mujer tratando de decidir lo que debía
desechar y lo que debía conservar. Estaba haciendo las maletas. Me quedé
mirándola unos instantes, y luego la tiré. Fui despiadado. No me importaba,
me dije. ¿Por qué había de importarme?
Si
algo sé —y algo sé—; si, por mínima que sea, alguna noción tengo de la
naturaleza humana, sé que no podrá vivir sin mí. Volverá a mí. Pronto. Que
vuelva pronto.
No,
no sé absolutamente nada de nada. Nunca supe nada. Se ha ido para siempre. Para
siempre. Lo presiento. Se ha ido y nunca volverá. Punto final. Nunca jamás. No
volveré a verla nunca, a menos que nos crucemos un día en una calle.
Aún
queda por resolver el asunto de la letra. Un enigma. Pero el asunto de la letra
no es de capital importancia, por supuesto. ¿Cómo podría serlo después de las
secuelas de la carta? No de la carta en sí sino de su contenido, que no puedo
olvidar. No, la carta tampoco tiene una importancia capital; en todo esto hay
mucho más que la mera letra de quien la ha escrito. Este «mucho más» tiene que
ver con cosas sutiles. Podría decirse, por ejemplo, que tomar una esposa es
dotarse de una historia. Y si ello es así, debo entender que yo estoy ahora
fuera de la historia. Como los caballos y la niebla. O podría decirse que mi
historia me ha dejado. O que he de seguir viviendo sin historia. O que la
historia habrá de prescindir de mí en adelante, a menos que mi mujer escriba
más cartas, o le cuente sus cosas a una amiga que lleve un diario. Entonces,
años después, alguien podrá volver sobre este tiempo, interpretarlo a partir de
documentos escritos, de fragmentos dispersos y largas peroratas, de silencios y
veladas imputaciones. Y es entonces cuando germina en mí la idea de que la
autobiografía es la historia de los pobres desdichados. Y de que estoy diciendo
adiós a la historia. Adiós, amada mía. "
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