domingo, 4 de marzo de 2018

Microrelatos



La Mano de Dios, microrelato de Manuel Moyano

Una parte del cielo se desprendió repentinamente, como un tapiz que se hubiera descolgado, dejando entrever la Nada que se extendía detrás de él (me sorprendió que la Nada fuese de color amarillo). También tuve oportunidad de vislumbrar la Mano de Dios, Quien rápidamente cogió el tapiz de una esquina y lo restituyó a su lugar. Dicen que nadie más en todo el mundo contempló el fenómeno, que ninguna cámara lo registró, pero con eso no lograrán convencerme de que vi una simple aurora boreal. Tampoco me harán creer que he inventado esa alucinación porque no puedo asumir que mi vida sea un completo fracaso.
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Cobardía, microrelato de Manuel Moyano


Multiplicado su poder gracias a la prensa, el asesino hizo publicar un comunicado donde exigía a todos los ciudadanos tatuarse en la frente una flor de lis ―el mismo símbolo que había grabado a navaja sobre la piel de sus catorce víctimas―; quien no acatase tal orden se vería expuesto a su ira. No todos accedimos de buenas a primeras, por supuesto. Sin embargo, tras saberse que sus cuatro siguientes víctimas se contaban entre los remisos a tatuarse la flor, pocos seguimos resistiéndonos. Los forasteros que visitan ahora la ciudad se admiran de ver nuestras frentes extrañamente decoradas. Si nos preguntan el motivo a que obedece tan insólita tradición bajamos la vista, avergonzados, y nos ponemos a hablar del tiempo, o de política, o de cualquier otra minucia que en ese momento se nos pase por la cabeza.



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Dos microrelatos de Araceli Esteves (Barcelona 1960)

Incomunicación

Yo tenía 20 años y ella 19. Nos amábamos tristemente desde la distancia del río que nos separaba. No fui consciente de la insensatez de mi decisión hasta que llegué, con mi último aliento, al otro lado del río. Desde allí pude ver como mi amada nadaba el trayecto inverso hasta salir del agua, lejana y devastada, buscándome. Separados de nuevo por las sempiternas aguas heladas, nuestro deseo permanecía anclado y vigente en el espacio que separaba las dos orillas.

Ruido


Algunos artículos y adverbios se sumaron a las fundadas quejas de los sustantivos y acorralaron al inoportuno adjetivo que embrutecía el relato hasta volverlo plano y aburrido. El pobre adjetivo fue cayendo de una línea a otra empujado por preposiciones y adverbios, sacudido por airados signos de exclamación, hasta que acabó definitivamente pateado fuera del cuento por el punto final.

*Araceli Esteves (Barcelona, 1960) ha estudiado traducción e interpretación de Inglés y ruso en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha publicado un libro de microrrelatos Fisuras en el aire (2013), y además sus narraciones brevísimas han aparecido en antologías del género, como Velas al viento. Los microrrelatos de La nave de los locos (Cuadernos del Vigía) y Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español (Menoscuarto).

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