La Mano de Dios, microrelato de Manuel Moyano
Una parte del cielo se desprendió repentinamente, como un
tapiz que se hubiera descolgado, dejando entrever la Nada que se extendía
detrás de él (me sorprendió que la Nada fuese de color amarillo). También tuve
oportunidad de vislumbrar la Mano de Dios, Quien rápidamente cogió el tapiz de
una esquina y lo restituyó a su lugar. Dicen que nadie más en todo el mundo
contempló el fenómeno, que ninguna cámara lo registró, pero con eso no lograrán
convencerme de que vi una simple aurora boreal. Tampoco me harán creer que he
inventado esa alucinación porque no puedo asumir que mi vida sea un completo
fracaso.
Cobardía, microrelato de Manuel Moyano
Multiplicado su poder gracias a la prensa, el asesino hizo publicar un comunicado donde exigía a todos los ciudadanos tatuarse en la frente una flor de lis ―el mismo símbolo que había grabado a navaja sobre la piel de sus catorce víctimas―; quien no acatase tal orden se vería expuesto a su ira. No todos accedimos de buenas a primeras, por supuesto. Sin embargo, tras saberse que sus cuatro siguientes víctimas se contaban entre los remisos a tatuarse la flor, pocos seguimos resistiéndonos. Los forasteros que visitan ahora la ciudad se admiran de ver nuestras frentes extrañamente decoradas. Si nos preguntan el motivo a que obedece tan insólita tradición bajamos la vista, avergonzados, y nos ponemos a hablar del tiempo, o de política, o de cualquier otra minucia que en ese momento se nos pase por la cabeza.
Dos microrelatos de Araceli Esteves (Barcelona 1960)
Incomunicación
Yo tenía 20 años y ella 19. Nos amábamos tristemente desde
la distancia del río que nos separaba. No fui consciente de la insensatez de mi
decisión hasta que llegué, con mi último aliento, al otro lado del río. Desde
allí pude ver como mi amada nadaba el trayecto inverso hasta salir del agua,
lejana y devastada, buscándome. Separados de nuevo por las sempiternas aguas
heladas, nuestro deseo permanecía anclado y vigente en el espacio que separaba
las dos orillas.
Ruido
Algunos artículos y adverbios se sumaron a las fundadas
quejas de los sustantivos y acorralaron al inoportuno adjetivo que embrutecía
el relato hasta volverlo plano y aburrido. El pobre adjetivo fue cayendo de una
línea a otra empujado por preposiciones y adverbios, sacudido por airados signos
de exclamación, hasta que acabó definitivamente pateado fuera del cuento por el
punto final.
*Araceli Esteves (Barcelona, 1960) ha estudiado traducción e
interpretación de Inglés y ruso en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha
publicado un libro de microrrelatos Fisuras en el aire (2013), y además sus
narraciones brevísimas han aparecido en antologías del género, como Velas al
viento. Los microrrelatos de La nave de los locos (Cuadernos del Vigía) y Mar
de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español (Menoscuarto).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario es de gran utilidad para para Abraelazuldelcielo. Ce.