Antonio Muñoz Molina, en su libro: "Ventanas de Manhatan" nos cuenta que en un cóctel, hace unos días, le indicaron la presencia del pintor Richard Estes.
Aunque alguien se ofreció a presentármelo, me pareció más discreto decirle que no. Pero me hubiera gustado mucho contarle cuánto me gustan sus cuadros, con qué fuerza me llevan a los lugares que retrata, me vuelven consciente de la tensión aguda y fugaz del tiempo, de la luz pasajera de cada segundo del día y los laberintos visuales que continuamente se tejen y destejen en las calles, entre la gente que pasa y los cristales que reflejan las cosas: me hacen mirar mejor, con más atención y más claridad. Y luego añade: Me gustaría ver más de cerca el color y la expresión de sus ojos y fijarme en sus manos. Quizás nos hemos cruzado más de una vez por las calles del upper West side y yo no he sabido reparar en él.
Recuerdo haber estado en Buenos Aires en el Hotel Dorá dónde Borges tomaba lonche. Estaba acompañado, seguro que por la Kodama, pero entonces ella era desconocida. Lo tenía al frente mío y no me atreví a molestarlo. ¿Qué le hubiera podido preguntar? Tal vez sólo debí decirle: ¡Bravo, maestro! pero me contenté con mirarlo, una larga mirada como para beber algo de su esencia, disfrutando del privilegio de tenerlo cerca.
Para mayores de 40 (Eduardo Galeano) Escritor argentino
Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto, los papás lavaban los pañales de los críos, los colgaban en la cuerda junto a otra ropita, los planchaban, los doblaban y los preparaban para que los volvieran a ensuciar. Y los hijos no se enfermaban por eso.
Y ellos, ape nas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar las cosas. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!.
No, yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.
Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.
Lo que pasa es que aun no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los quesos o jamones!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, el cucharón sope ro y hasta las fuentes de loza.
Ahora todo se rompe , se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo, para que tengamos que cambiarlo.
Nada se repara.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero remendando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos?.. ¿El afilador o el electricista?
¿y las sartenes y ollas de teflon?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. Antes, los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
Soy al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', y ahora todos dice 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'... Mi cabeza no da pa tanto.
Ahora mis hijos y sus amigos no sólo cambian de celular una vez por mes, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre.
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpe tas de primaria y no sé cómo no guardamos la primera caquita. Entonces ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!
¡¡Guardábamos las chapitas de las gaseosas!! ...¡¿Cómo para qué?!
Primero que era 'la pelota' mas facil de conseguir. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer instrumentos musicales. ¡y claro, para los trompos!
¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: pero entre tanta cosa guardada tambien estaban las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceros que algún día podíamos necesitar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, tapas sin lapicero, lapiceros sin tapa y que ni pintaban. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos como recargar los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas o cuchillas. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas!!!!!!
Las pilas pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más... antes de em pe zar a mascarlas y exprimirles su ultima energia. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡¡Los diarios!!!
Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne... porque asi entregaban la carne en el mercado... envuelta en el diario!!! .. y nadie se enfermaba por eso!!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros.
Y las páginas del almanaque para hacer cuadros y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las hipodermicas o los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas pierden brillo o aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada... ¡¡¡ni a Walt Disney!!!
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, nica que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de gaseosas se volvieron teléfonos usando un pabilo. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las conchas de abanico del almuerzo o las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos es pe raron encontrarse con una botella.
Y hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; pues también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. de hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte a penas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a mi mujer como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que mi mujer me gane de mano y sea yo el entregado.
No hace tanto, los papás lavaban los pañales de los críos, los colgaban en la cuerda junto a otra ropita, los planchaban, los doblaban y los preparaban para que los volvieran a ensuciar. Y los hijos no se enfermaban por eso.
Y ellos, ape nas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar las cosas. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!.
No, yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.
Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.
Lo que pasa es que aun no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los quesos o jamones!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, el cucharón sope ro y hasta las fuentes de loza.
Ahora todo se rompe , se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo, para que tengamos que cambiarlo.
Nada se repara.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero remendando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos?.. ¿El afilador o el electricista?
¿y las sartenes y ollas de teflon?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. Antes, los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
Soy al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', y ahora todos dice 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'... Mi cabeza no da pa tanto.
Ahora mis hijos y sus amigos no sólo cambian de celular una vez por mes, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre.
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpe tas de primaria y no sé cómo no guardamos la primera caquita. Entonces ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!
¡¡Guardábamos las chapitas de las gaseosas!! ...¡¿Cómo para qué?!
Primero que era 'la pelota' mas facil de conseguir. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer instrumentos musicales. ¡y claro, para los trompos!
¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: pero entre tanta cosa guardada tambien estaban las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceros que algún día podíamos necesitar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, tapas sin lapicero, lapiceros sin tapa y que ni pintaban. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos como recargar los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas o cuchillas. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas!!!!!!
Las pilas pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más... antes de em pe zar a mascarlas y exprimirles su ultima energia. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡¡Los diarios!!!
Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne... porque asi entregaban la carne en el mercado... envuelta en el diario!!! .. y nadie se enfermaba por eso!!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros.
Y las páginas del almanaque para hacer cuadros y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las hipodermicas o los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas pierden brillo o aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada... ¡¡¡ni a Walt Disney!!!
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, nica que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de gaseosas se volvieron teléfonos usando un pabilo. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las conchas de abanico del almuerzo o las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos es pe raron encontrarse con una botella.
Y hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; pues también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. de hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte a penas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a mi mujer como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que mi mujer me gane de mano y sea yo el entregado.
Alegría y felicitaciones
El cuento " Un sábado por la noche" de mi amiga Irene Cabrejos ha ganado una mención honrosa en el concurso latinoamericano Magda Portal y ha sido publicado con los cuentos ganadores. Está editado por Flora Tristan-
Están también ; Carmen Ollé, Christiane Vidal (Felicitaciones Christane) ; Luz Letts.
Una de las maravillas de la vida es recordar, que el corazón vuelva a sentir aquello que nos hizo vibrar. Hace un par de días en la televisión alcancé a ver la escena cumbre de la película "Ana de los milagros" ( The miracle worker) dirigida por Arthur Penn, ganadora de 2 oscares, que cuenta la vida de Helen Keller, niña ciega y sordomuda. La escena se había quedado grabada en mí como poema escrito en piedra, la dicha de la niña al entender que las cosas tenían un nombre, el sentido del lenguaje y cómo al descifrarlo se le abrían las puertas del conocimiento. Todos nosotros realizamos esta proeza, cada niño debe entender las reglas del mundo y de la comunicación. Y todo lo que podemos hacer con ellas.
Aquí cuelgo un youtube de la película y un comentario sobre el pensamiento, la razón, el aprendizaje y la libertad para pensar o no.
La maestra de Helen Keller Anne Sullivan ( actuada por Anne Bancroft) es para mí una heroína gracias a su empeño y a su deseo de vencer la adversidad y conseguir lo imposible.
value="http://www.youtube.com/v/jyJJC-J2g7A&hl=en&fs=1">
Aquí la escena de las cucharas, esa maestra parecía no perder nunca la determinación:
La maestra de Helen Keller Anne Sullivan ( actuada por Anne Bancroft) es para mí una heroína gracias a su empeño y a su deseo de vencer la adversidad y conseguir lo imposible.
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Aquí la escena de las cucharas, esa maestra parecía no perder nunca la determinación:
Hola ce
ResponderEliminarComo siempre leer el blog me da gran alegria y alimenta mi espiritu
Saludos isabel
Gracias Isa, un abrazo y a ver cuando vienes a Lima, Ce
Hola Ceci, sigo leyendo tu blog, es entretenidisimo, los videos de Anna Frank , que impresionantes, como todo en la vida puede superarse de alguna manera, la musica del piano y el chelo maravillosa, la escucho mientras te escribo y meintras te leo, lo que escribe Galeano es ciertisimo, ya no hay nada especial ni fino , ni unico , ni original, todo es igual, para todos, todo se usa y se bota, ya no hay tiempo de acariciar las cosas, me encantó.
ResponderEliminarTe cuento que ya salió mi blog, se llama Lucha Libre y puedes visitarlo en la pagina
www.lagranvida.com.pe/blogger.htm
tambien salió la revista que si la quieres recibir ( es gratis) mandame tu direccion de correo
Seguiremos conversando, un beso
Lucha
He entrado al blog y me ha gustado mucho el primer post, tan natural y sincero, felicitaciones, te va a traer muchas alegrías. La proxima semana lo pongo en mi post para que todo el mundo lo lea, gracias por tu comentario tan amoroso, Una corrección ( no es Ana Frank sino Helen Keller). Cariños, Ce