W.D. Snodgrass, un poeta
Katty, la esposa del poeta norteamericano W.D. Snodgrass, premio Pulitzer de poesía 1960, autor de La aguja del corazón recientemente fallecido en N.Y. dice sobre su poesía:
Asociaba recuerdos y hacía un seguimiento riguroso del comportamiento de su propio interior: sus métodos de investigación se aplican sobre todo al alma humana, que parece mantener un cierto comportamiento políticamente correcto, mientras que debajo de cada vestidura luchan por salir a flote las pasiones humanas.
Fue llamado poeta confesional perteneciente a la generación de Sylvia Plath, Anne Sexton y Robert Lowell.
Dedicado a la docencia por más de 40 años, enseñó en la Universidad de Cornell, la Universidad de Rochester, la Universidad Estatal de Wayne, la Old Dominion University y, entre 1968 y 1977, la Universidad de Syracuse.
Snodgrass escribió más de 30 libros de poesía y traducciones.
El sol, escribe W.D. Snodgrass, es un león/ dando vueltas en su jaula, o un girasol/ con una gran cara dorada.
Katty, la esposa del poeta norteamericano W.D. Snodgrass, premio Pulitzer de poesía 1960, autor de La aguja del corazón recientemente fallecido en N.Y. dice sobre su poesía:
Asociaba recuerdos y hacía un seguimiento riguroso del comportamiento de su propio interior: sus métodos de investigación se aplican sobre todo al alma humana, que parece mantener un cierto comportamiento políticamente correcto, mientras que debajo de cada vestidura luchan por salir a flote las pasiones humanas.
Fue llamado poeta confesional perteneciente a la generación de Sylvia Plath, Anne Sexton y Robert Lowell.
Dedicado a la docencia por más de 40 años, enseñó en la Universidad de Cornell, la Universidad de Rochester, la Universidad Estatal de Wayne, la Old Dominion University y, entre 1968 y 1977, la Universidad de Syracuse.
Snodgrass escribió más de 30 libros de poesía y traducciones.
El sol, escribe W.D. Snodgrass, es un león/ dando vueltas en su jaula, o un girasol/ con una gran cara dorada.
Dos poemas suyos
Contiendas y nenúfares
se aquietan en las pesadas aguas;
una treintena de ranas
saltan a cada paso que das;
el vientre de un pez resplandece
confundido entre los podridos troncos.
Allá cerca de las rocas grisáceas
ratas almizcleras se sumergen y giran.
Saliendo de su contorno de limo
una negra babosa de agua se arrastra
invertida sobre la superficie
hacia aquel alimento que ha de elegir.
Tú alzas los ojos; mientras caminas
el sol se estremece y cae preso
en el cerco de cañas de los árboles,
entre sus tallos muertos.
¿Hurgas en el barro, viejo corazón,
qué estás haciendo aquí? ”
Búhos
Detente; los grandes búhos cornados
están llamando desde los límites del bosque; escucha.
Aquí, el oscuro macho, bajo
y bramante, estremece al valle entero.
Allá, la hembra, alta y clara, resolviéndose
restaura el silencio.
Los helados bosques penetran
en su respiración, lenta, acechante, y ahora la de ambos
se acopla, cercana a la armonía.
Éstas son las peores noches del año,
el hielo cristaliza las ramas más altas,
la nieve vieja yace en lo profundo del suelo,
y hay nieve en los nidos que los halcones de cola roja
se adueñaron.
Nada atraviesa la costra del suelo.
Ninguna ardilla, ningún conejo o huella de roedor.
Ningún cuervo tiene crías que robar.
En estas noches el aire de acero retumba
como rejas de prisión, vacío y negro
como el interior de tu pecho.
Ahora los grandes búhos ganan
el aire, los llamados del macho ganan
en profundidad y resonancia, toman
un áspero nido, toman a su pareja
y, extendiendo las largas alas, emprenden
el vuelo, sin dejarse guiar y apartados, su voz se entrecruza
para calibrar la ciega sinapsis
sobre las blancas y muertas llanuras;
el muerto, negro boscaje, donde ellos inician
sondeos sobre lo que no corre prisa, sondeándose
el uno al otro, y cada uno a sí mismo.
Contiendas y nenúfares
se aquietan en las pesadas aguas;
una treintena de ranas
saltan a cada paso que das;
el vientre de un pez resplandece
confundido entre los podridos troncos.
Allá cerca de las rocas grisáceas
ratas almizcleras se sumergen y giran.
Saliendo de su contorno de limo
una negra babosa de agua se arrastra
invertida sobre la superficie
hacia aquel alimento que ha de elegir.
Tú alzas los ojos; mientras caminas
el sol se estremece y cae preso
en el cerco de cañas de los árboles,
entre sus tallos muertos.
¿Hurgas en el barro, viejo corazón,
qué estás haciendo aquí? ”
Búhos
Detente; los grandes búhos cornados
están llamando desde los límites del bosque; escucha.
Aquí, el oscuro macho, bajo
y bramante, estremece al valle entero.
Allá, la hembra, alta y clara, resolviéndose
restaura el silencio.
Los helados bosques penetran
en su respiración, lenta, acechante, y ahora la de ambos
se acopla, cercana a la armonía.
Éstas son las peores noches del año,
el hielo cristaliza las ramas más altas,
la nieve vieja yace en lo profundo del suelo,
y hay nieve en los nidos que los halcones de cola roja
se adueñaron.
Nada atraviesa la costra del suelo.
Ninguna ardilla, ningún conejo o huella de roedor.
Ningún cuervo tiene crías que robar.
En estas noches el aire de acero retumba
como rejas de prisión, vacío y negro
como el interior de tu pecho.
Ahora los grandes búhos ganan
el aire, los llamados del macho ganan
en profundidad y resonancia, toman
un áspero nido, toman a su pareja
y, extendiendo las largas alas, emprenden
el vuelo, sin dejarse guiar y apartados, su voz se entrecruza
para calibrar la ciega sinapsis
sobre las blancas y muertas llanuras;
el muerto, negro boscaje, donde ellos inician
sondeos sobre lo que no corre prisa, sondeándose
el uno al otro, y cada uno a sí mismo.
Pintaba en témpera de huevo, técnica que lo obligaba a ejecutar muy lentamente su obra.
Gracias por Crear tu Blogque nos trae el azul del cielo el calor del sol, luz del alma.
ResponderEliminarFabiola
Gracias Fabiola por tan generoso comentario. Ce
Gracias por tu blog Cecilia, lo disfruto muchisimo, besos
ResponderEliminarLuchi
Gracias Luchi, en el verano estoy un poco floja. Ce
Has escogido muy bien a tu poeta y pintor. El pintor si lo conocia, me gusta mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ali