Habitos y costumbres de los niños Tuareg:
LA VIDA EN EL DESIERTO (II)
Ocho días después de su nacimiento, un morabito le da nombre, lo que es motivo para que sus padres ofrezcan una comida y una fiesta a familiares y amigos. El nombre es siempre de tradición musulmana, aunque, especialmente en las familias nobles, recibe otro de origen tuareg y un tercero correspondiente a un animal salvaje —tortuga, león—, o a una característica física -la blanca. Si su madre tiene sirvientas —tashkut—, el bebé es puesto a cargo de una de ellas salvo por la noche, cuando lo acuesta a su lado para dormir. Las precauciones contra los Kel Essuf deben mantenerse siempre, de modo que se le somete al primer corte de pelo para extirpar cualquier residuo que la actividad de los genios, que tienen el cabello largo, encrespado y sucio, haya podido dejar en el niño.
Hasta los siete años, niños y niñas juegan desnudos alrededor de sus tiendas familiares. A esa edad, el niño es circuncidado por un morabito, y su familia celebra una fiesta. Entonces puede abandonar la tienda familiar, a la que regresa sólo cuando tiene hambre o está enfermo, y vive en absoluta libertad, duerme al raso, si lo desea, fabrica refugios con sus compañeros, caza pequeños animales y tiene por única obligación, si no hay esclavos en la familia, ayudar a recoger el ganado a la puesta del sol. A los dieciocho años recibe el velo que debe ocultar púdicamente su rostro en el futuro, y es considerado un adulto con todos sus derechos y obligaciones. Como dice el padre Charles de Foucauld, "el velo que cubre la frente y la boca, y los calzones son las prendas distintivas del hombre [...]. Perder el velo, perder los calzones, son expresiones que equivalen a perder la honra".
La niña, en cambio, permanece ligada a la casa familiar hasta que contrae matrimonio. Si su familia posee sirvientes no tiene prácticamente obligaciones y dedica su tiempo a los juegos, fabricando muñecas de arcilla y tiendas en miniatura con todos sus elementos; en caso contrario debe contribuir en alguna medida a las labores domésticas: acarrear leña o llenar los odres de agua. También aprende a coser, la escritura tifinagh, y a tocar la vihuela. Hay disparidad de criterios sobre la existencia o no de la circuncisión femenina, es decir, de la práctica de la ablación del clítoris. Los autores contemporáneos no la mencionan o dicen que los tuareg no la realizan, pero el historiador de Malí Bokar N'Diayé, en su libro de 1971, hace una breve referencia a la ablación de las niñas "en la cuna, a veces inmediatamente después de recibir su nombre, sin que ello dé lugar a fiesta alguna". Los pueblos agricultores que habitan en el Sahel, al sur del territorio tuareg, la practican de manera generalizada, pero no los bereberes, de los que los tuareg son descendientes, lo que fundamenta la opinión de Frangois Borel en el sentido de que éstos nunca han realizado la ablación.
Hasta hace pocos años, las niñas núbiles eran sobrealimentadas para que adquiriesen el mayor sobrepeso posible, pues la gordura era un signo de distinción y de belleza que las hacía más deseables para el matrimonio. Una vez casadas, las mujeres nobles distribuían el trabajo entre sus esclavas y se tumbaban en la tienda, lo que provocaba, junto a la ingesta desmesurada de productos lácteos, que adquiriesen unas dimensiones considerables. Las antiguas poesías cantan la nostalgia de los guerreros ausentes por las desbordantes grasas de sus esposas y ridiculizan a la mujer flaca, de la que "sólo se ven los dientes y que cuando sonríe parece un viejo perro gruñón". Hoy, los ideales de belleza han cambiado, de modo que no es frecuente encontrar mujeres tuareg muy gordas. Además, el mestizaje de los bereberes blancos con sus esclavos negros ha producido un tipo femenino que, para el gusto europeo, es de una gran belleza.
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