lunes, 28 de septiembre de 2009

Poesía : PO CHU I


Cuando era universitaria, un amigo me regaló como algo muy valioso el poema El fin de la primavera de Po chu I. Aún lo conservo. Tengo debilidad por lo romántico.


PO CHU-I
(chino, 772 - 846)
En la vida de Po Chu-i se refleja el típico destino del poeta u hombre culto y sensible durante la dinastía Tang: es funcionario oficial, pero termina exiliado en un inhóspito lugar, condenado por su espíritu de crítica. La poesía de Po Chu-i se distingue por su sencillez, y la leyenda dice que el poeta leía sus poemas a una vieja campesina para verificar si ésta podía entenderlos. Sus ideas estéticas y morales se basaban en el confucionismo.




El fin de la primavera
La flor del peral se comprime y se transforma en fruto.
Los pichones nacen de los huevos de la golondrina.
¿Qué consuelo ofrece la doctrina del Tao
cuando se enfrenta a la mudanza de las estaciones?
Me enseñará a ver volar los días y los meses,
sin llorar en exceso por la juventud que muere.
Si el mundo transitorio no es sino un largo soñar,
poco importa si somos jóvenes o viejos.
Siempre, sin embargo, desde que mi amigo me dejó,
y viví en el exilio en la ciudad de Chiang-ling,
hubo un deseo que no he podido dominar:
y es que de cuando en cuando, por azar, vuelva a verlo.






Los crisantemos del jardín del levante


Los años juveniles me han dejado de una pieza,
y me han menguado los años maduros;
¡qué pensamientos tristes y solitarios me invaden
mientras visito de nuevo este lugar desierto y frío!
En medio del jardín me detengo, solo, largamente.
El sol está descolorido, gélidos el viento y el rocío.
La lechuga otoñal se retuerce y convierte en simiente.
Los árboles están cargados y marchitos.
Solo han quedado las flores del crisantemo,
que brotan aquí y allá bajo los setos abandonados.
Quisiera llenar un vaso con el vino que he traído.
Pero la vista de los crisantemos me detiene la mano.
En mis años jóvenes, recuerdo,
rápidamente pasaba de la tristeza a la alegría;
pero ahora, que la vejez se presenta,
los instantes de alegría son más raros.
Siempre me asusta pensar que cuando sea muy viejo
el vino más fuerte no bastará para consolarme.
¿Por qué os interrogo, tardíos crisantemos,
por qué florecéis solos en una estación tan triste?
Aunque sepa bien que no lo hacéis por mí,
quiero, a vuestra semejanza, lo poco que se pueda,
aplanar mi rostro.

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