miércoles, 16 de octubre de 2013

El oso atravesó la montaña

Alonso Cueto nos dice:





En “El oso atravesó la montaña”, Alice Munro cuenta la historia de un profesor jubilado, Grant, que vive con su esposa Fiona. La convivencia es feliz excepto por el recuerdo de las aventuras que Grant tuvo con alguna de sus estudiantes. La historia se inicia cuando Fiona descubre los síntomas de la enfermedad de Alzheimer. Ella misma decide que lo mejor será internarse en una clínica. La separación es dura. Una de las reglas de la clínica es que él no puede visitarla hasta que pasen treinta días. Cuando transcurre el plazo y Grant va a verla, descubre que Fiona se ha enamorado de otro enfermo, Aubrey.

En ese paraíso del aislamiento, Fiona vive solo para Aubrey y apenas recuerda a su marido. Pronto la esposa de Aubrey lo retira de la clínica por problemas económicos. Fiona entra en una crisis de nostalgia. Grant que prefiere ver a su esposa feliz, aunque sea con otro hombre, visita a la esposa de Aubrey para procurar que Fiona y su marido puedan reunirse. El resultado es que Grant empieza a intimar con la esposa de Aubrey.

El final del relato, inesperado y dramático, es uno de los más bellos que se han contado. “El oso que atravesó la montaña” (que se convirtió en una película maravillosamente interpretada por Julie Christie) ilustra un tema esencial en la obra de Munro: la vida como un sistema de intercambios y compensaciones secretos.

Nacida en 1931, en Ontario, Canada, la vida y la obra de Munro han girado siempre en torno a los personajes sencillos, que llevan existencias cotidianas y pobladas de sueños (una herencia chejoviana). Su infancia transcurrió en una granja en la época de la depresión, rodeada de personas que intentaban sobrevivir. Conoció a su esposo James Munro en la Universidad de Ontario y se casó a los veinte años. Al año siguiente nacería la primera de sus tres hijas. Su primer volumen de cuentos Baile a las sombras felices (1968) y el siguiente Vidas de niñas y mujeres (1971) establecieron su fama muy pronto entre los lectores de todo el mundo.

Sus relatos de tramas sencillas, en las que sucede muy poco, están poblados de personajes que ocultan mucho más de lo que declaran. La zona en la que vive su narrativa está siempre en aquello que han callado o suprimido sus protagonistas. Esta exploración del silencio está hilvanada al género del cuento. Munro ha declarado que nunca se propuso ser cuentista: siendo madre de tres niñas, no tenía tiempo para escribir novelas. Sin embargo, según sus testimonios siempre ha visto la vida de las personas a fogonazos, y no como desarrollos lineales. Sus cuentos parecen decirnos que la rutina es el centro de nuestras vidas.

“Las lunas de Júpiter” cuenta la dramática enfermedad del padre de la protagonista. Pero el relato termina con una frase que parece comprobar la fuerza de lo cotidiano: “Hacía frío afuera, de modo que entré a tomar un café, y a comer algo antes de volver al hospital”. En otro cuento de la misma colección, uno de sus personajes le pregunta al otro: “¿En qué estás pensando?”. La respuesta es En la vida. La mejor descripción de lo que ha hecho Munro en sus relatos. Una gran Premio Nobel.

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