domingo, 6 de octubre de 2013

No estamos solos



La vida nos sorprende con una desgracia totalmente inesperada, un accidente, la conjunción de instantes que llevan a que suceda lo que jamás hubiésemos ni imaginado.
Debemos enfrentar aquello que nos desgarra el corazón, ese misterio que no entendemos, aquello a lo que sentimos no estábamos preparados, que no tenemos la fortaleza para asimilar.
Todo pierde su sentido y va surgiendo un sentido nuevo, el futuro que imaginábamos de una manera se va transformando volviéndose difuso y vacío. Nos asaltan los temores, la angustia, el dolor.
Pronto descubrimos que no estamos solos, hay muchas personas que están en sintonía con nosotros, que comparten nuestro dolor como si fuese propio, nos envían sus palabras, sus oraciones, su ternura y su esperanza.
Entonces tomamos conciencia de que formamos parte de una gran familia. Que todos somos uno. Y la fe en alguien superior, en Dios, en la Energía, en la Unidad, en el Todo, susurra dentro de nuestro interior palabras de consuelo, caricias que nos son transmitidas por los demás, por quienes nos acogen, acompañan y abrazan.
No hay explicaciones para entender la desgracia, solo nos queda seguir adelante, continuar el camino, guardar como un tesoro a los seres adorados que no están ya con nosotros, hacerlos más nuestros, carne de nuestra carne, y ponernos a disposición para seguir esta vida nuestra que hemos recibido, según nos dice John Keats, para encontrar el modo más justo de emplearla, una especie de confrontación mágica que debe surgir de la intuición, del valor y de la acumulación de experiencia.

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