sábado, 5 de abril de 2014

De Margaritte Duras




La escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.

Alrededor de la persona que escribe libro siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir.

Los chinos, incluso los no muy ricos, tienen amantes. Las esposas lo saben. Así están tranquilas: cuando tienen mujeres afuera siempre vuelven a casa.

Luché por mi cuenta, con todas mis fuerzas, cada día, contra el horror de no comprender ya en absoluto el por qué de recordar. Y como tú, he olvidado...

Aunque sea inútil, creo que, con todo, es necesario llorar. Porque la desesperación es tangible. El recuerdo de la desesperación permanece. A veces mata.

 

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