domingo, 11 de octubre de 2015

Dándole vueltas al tiempo


Dice Javier Marías: "Todo sucede a mayor velocidad y el presente es cada vez más raudo, pero el pasado y el futuro -justamente por eso- nos quedan siempre muy lejanos. El pasado y el futuro no están sucediendo, y todo lo que no es ahora parece remoto y brumoso. Hoy esa tendencia se ha acentuado hasta convertirse en una especie de enfermedad de la perspectiva, sobre todo en lo relativo al futuro. Casi nadie lo ve ya (o no quiere verlo), y eso está conduciendo a la gente joven o incluso madura a no contar nunca con lo que normalmente la alcanzará, y a tomar medidas que no van en perjuicio suyo de momento pero que sí lo harán a medio o a corto plazo, ay, mucho antes de lo que se imaginan. Es como si el hombre, por primera vez en su historia, no tuviera más visión que la de su presente instantáneo (casi animalesca), y sólo fuera capaz de decirse: "Puesto que ahora no tengo cincuenta años, no hay ningún motivo para que vaya a tenerlos". Y por supuesto es aún más frecuente que piense, o más bien sienta: "Puesto que ahora estoy vivo, no tengo por qué estar nunca muerto".
Solo tenemos el aquí y el ahora es un leit motiv que se nos repite como fórmula para encontrarnos más cómodos en esta vida y con mayor posibilidad de felicidad.
El pasado ya pasó y el futuro todavía no ha llegado. Creo que esto es muy útil para concentrarnos en la tarea que estamos realizando, para meditar, para acostumbrar a nuestra mente a no perturbarnos con temas ya cancelados o angustias por lo que podrá pasar. Sin embargo, sin la idea de futuro, los jóvenes no se lanzarían a estudiar una carrera tan larga como la medicina, sin imaginar ese tiempo que todavía no llega no podremos ordenar nuestro presente y dirigirlo hacia el alcance de las metas que nos proponemos, que sentimos como imperativos en nuestro interior.
Recuerdo un texto de uno de mis libros para niños en donde un niño decía:
El profesor me ha dejado pensando ¿qué cosa voy a ser cuando sea grande? Y el niño recorre las diferentes profesiones y al final decide que no quiere escoger una sola, que desea ser todas, unas veces torero, otras payaso, otras vendedor de flores. Nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestras metas. Y el trabajo que realizamos para intentar que se cumplan. Claro que en el proceso vamos descubriendo los límites de nuestras capacidades, o como el niño de mi cuento vamos variando hasta encontrar aquello en lo que nos encontramos cómodos y para lo que parece tenemos las habilidades adecuadas.
Es cierto que los dones son muy importantes para la realización de las personas pero sabemos que la perseverancia es el principal ingrediente, el trabajo diario, el esfuerzo y la mirada en aquello que hemos imaginado y queremos convertir en realidad.
Para alguien que escribe el pasado es también muy importante. Durante su infancia se han sembrado los temas que luego irán a ser centrales en su obra. Y si bien hay una tendencia a escribir todo en presente como si estuviese sucediendo aquí y ahora, todo ha sucedido ya y pertenece al pasado.
Para Borges: Alrededor del tiempo surgen los conflictos que tejen la existencia, el conflicto entre el presente y el futuro, origen y fundamento del conflicto entre el orden y la transgresión, la seguridad y el sentido; el conflicto entre un futuro que promete y un pasado que obliga, entre la plenitud del instante y la ubicuidad de lo sido. ¿Cómo pudiera ser de otra manera? Si a medida que somos no somos, si somos responsables de lo que ya no somos y es menester contar con lo que todavía no somos. El tiempo es el enigma de la existencia, pero también la clave, la sustancia, el reto.
A un sacerdote amigo, el Padre René Allende le gusta hablar del gerundio en donde el ir siendo, expresaba nuestro paso por esta vida. Una acción que empieza con nuestro nacimiento y termina con nuestra muerte. En el gerundio no se indica el tiempo en el que pasan las cosas, ya sea presente, pasado o futuro. Hablaba también de la añoranza que incluye el pasado y el futuro, el recuerdo de algo que se ha tenido y que se desea volver a tener. La unificación con el todo y la disolución del tiempo. (Que es una convención del hombre). Mucho por aprender y mucho por pensar sobre el tiempo, sobre nuestro tiempo, sobre la manera en la que lo utilizamos, lo disfrutamos, lo convertimos en aliado o enemigo, lo compartimos, y vamos siendo, transformándonos, variando para poder estar en el mundo y encontrarnos a gusto en él.  Javier Marías termina su artículo diciendo: Es como si los humanos hubieran perdido esa capacidad fundamental de golpe, cuando la vida consiste en gran medida en imaginarse, hacia el pasado y hacia el futuro. Sin eso, de hecho, eis esa proyección imaginativa en las dos direcciones, la vida no se vive del todo o se vive sin enterarse. Es a eso, sin embargo, extrañamente o no tanto, hacia lo que se quiere que vayamos, si es que no hemos llegado. 



http://elpais.com/diario/2007/01/07/eps/1168154824_850215.html

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