domingo, 11 de octubre de 2015

El tiempo todo lo explica

El tiempo todo lo explica


El transcurrir del tiempo. El tiempo que nos toca vivir. El tiempo en el que crecemos y en el que envejecemos. El tiempo que nos demoramos en aprender.
La intensidad que alarga el tiempo, que lo dilata o diluye.
¿Cómo ocupar el tiempo? ¿Cómo darle sentido? Sentir que lo aprovechamos, que no lo matamos ni perdemos ni nos dejamos succionar por él.
Imágenes del tiempo: el túnel,  un río, un camino, un reloj de arena.
El tiempo implica movimiento, no es nunca estático. Lo terrible y mágico del tiempo es que siempre avanza.  Porque si se detuviese quedaríamos paralizados, congelados como cuando la película se detiene y se convierte en una fotografía.
Ya no hay posibilidad de enmendar nada, de andar marcha atrás, de corregir, de variar o torcer el camino, darle la vuelta o apresurarse para encontrar aquello que tanto ansiamos y que intuimos o sabemos está un poco más allá, cuando el tiempo avance.
Hubo un tiempo en el que yo. Durante un tiempo yo. Hace tanto tiempo que yo ya no.
No quiero quedarme sola tanto tiempo.No puedo esperarte tanto tiempo.

¿Inventaría Dios el tiempo?
¿Y si el tiempo lo midiésemos sólo como los días?
Cuando me desperté en la mañana comenzó el tiempo y a la hora del almuerzo ya estaba en la mitad de mi tiempo y a la hora de dormir se me acabó el tiempo pero mañana tendré otro tiempo nuevo y luego otro y otro, hasta el infinito. Entonces me acostumbraré a que se me acabe el tiempo, a morir con el tiempo y renacer muchas veces. Como el sol, con el sol, con su misma energía y persistencia.
No es entonces un solo tiempo sino muchos.
El tiempo alegre, el tiempo que disfruto, el tiempo que fluye, el tiempo del amor, el tiempo de la ternura, el tiempo del gozo, el tiempo de la naturaleza, el tiempo de la partida, el tiempo de la llegada, el precioso tiempo, su tiempo, mi tiempo, el tiempo que te extraño y el tiempo en el que te miro y te hago mío. El tiempo de la espera y el tiempo de la pasión, el tiempo pesado y el que aún vendrá.
Me agarro en el tiempo, me enredo en él estoy prendida de sus ramas para seguir existiendo, siendo parte suya, latiendo y respirando para sostenerme con vida.
Olvidarme del tiempo, despejada, huyendo de un cronómetro que me recuerda que no tengo más tiempo que el ya trazado pero que felizmente desconozco su límite.
Engañar al tiempo, esconderme de él, jugar a las escondidas y refugiarme en unos brazos jóvenes y tiernos mecida por una voz que me asegura que viviremos eternamente, sin tiempo, que me dice en secreto que el único tiempo que importa es nuestro tiempo de amor.
Obedezco al tiempo, agacho la cabeza y recibo la condena. ¿Quién soy para rebelarme al destino, quejarme de mis límites, sentir que son demasiado pocos los años recibidos?
Lo que más deseo y mejor realizo es perder el tiempo, que se quede por ahí distraído mientras yo recorro el mundo como si no importase nada, como si no estuviésemos avanzando sino solo gozando sin culpa, sin expectativa, sin temor.
Soy el tiempo. La reina de mi tiempo, solo yo soy responsable de moverme hacia las esquinas o permanecer inmóvil asustada temiendo ataque de alfiles o torres, desconociendo mi fuerza, sin saber que puedo atravesar murallas y horadar obstáculos y seguir siendo reina, dueña de mi misterio, ejecutora de mi dicha.
El tiempo todo lo explica.
El tiempo interno, tiempo real, tiempo del sueño, tiempo inexistente, tiempo imaginario, tiempo que no habré de vivir en el que yo ya no exista y continúen vivas las cosas y los seres.
Pulverizar el tiempo, hacerlo añicos, poseer esquirlas de tiempo, fragmentos que guardare como recuerdo y que mantendré unidos a mi piel o cocidos a mi alma que haré  eternamente míos, parte de mi esencia.
Borges refiere que Stevenson crea un pájaro que consume siglos, el devorador del tiempo, somos devoradores de tiempo, soy devoradora, me lo trago, me alimento con él lo hago carne de mi carne y el tiempo se acelera y yo lo persigo abriendo la boca para tragármelo.

El tiempo que canta y que suena como nuestra conciencia y nuestro imperceptible pulso.
El tiempo que nos da existencia y nos la quita, el divino tiempo que nos acoge y advierte.

Borges nos recuerda el tiempo que fluye a medianoche mientras inconscientes dormimos. La fábrica del mundo, el mecanismo, los engranajes que ruedan unos en otros como el corazón de un reloj.
La memoria y el olvido. Podemos recuperar el tiempo con nuestra memoria. Cumplir aunque sea de manera pequeña nuestro anhelo devolver al principio.
El presente no se detiene y el tiempo nos explica y determina, somos algo cambiante y algo permanente.
¿Qué sería de cada uno de nosotros sin su memoria?
La idea de la fugacidad. Estrella fugaz. La importancia de esa imagen como imagen nuestra. Lo efímero del tiempo.
La respuesta a la pregunta ¿quien soy yo? Yo soy tiempo.
Cecilia Bustamante de Roggero 



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