El Sexto: No cometerás adulterio
Yahvé y Savater tienen una charla sobre sexo.
Ya sé lo que vas a contestarme, pero igualmente tengo que preguntártelo: ¿no crees que esto de “no cometerás adulterio” está un poquito anticuado? Hombre… estoy seguro de que era razonable en las épocas en que el jefe de la familia debía estar seguro de que transmitía su herencia a sus hijos legítimos, cuando el hombre era dueño de la mujer. Hoy las costumbres se han hecho más abiertas y el tema del sexo no es ya un asunto exclusivo de hombres y mujeres; todo ha cambiado y se admiten relaciones prematrimoniales, posmatrimoniales, entre gente que no se ha casado nunca, homosexuales…
El sexo es complejo… y por supuesto que me dirás que el sexo con amor es mucho mejor que todo lo demás. Está bien… te lo admito… pero hay una observación que hace Woody Allen que te interesará: “El sexo con amor es lo mejor de todo, pero el sexo sin amor es lo segundo mejor inmediatamente después de eso”. Y la mayoría de la gente piensa así. Es decir, el sexo con amor es estupendo, pero mientras llega ese momento uno puede practicar el sexo sin amor. Tal vez esto te escandalice, pero es una idea bastante extendida y es un tema de discusión que tiene innumerables aristas. Por eso creo que te vendría bien leer este capítulo, que te servirá para ponerte al día en estas cuestiones, que son muy sugestivas.
Adulterio y transmisión de la propiedad. En los orígenes la prohibición de desear o apoderarse de la mujer del prójimo tenía mucho que ver con la herencia y la transmisión de la propiedad. No creo que los adulterios hayan sido muy perseguidos, ni que tuvieran importancia entre los pobres que no tenían nada que dejar a sus hijos. Distinto era entre los ricos, entre personas pudientes, que necesitaban mantener clara la línea de descendencia para poder transmitir sus bienes. Hay maridos tan injustos que exigen de sus mujeres una fidelidad que ellos mismos violan, se parecen a generales que huyen cobardemente del enemigo, quienes sin embargo quieren que sus soldados sostengan el puesto con valor.
Plutarco. Aquél que tenía tierras, castillos y posesiones en general, quería asegurarse de que todo quedaría para su hijo mayor y no para uno adulterino. Por eso el gran esfuerzo por mantener a la mujer resguardada, para que el hombre pudiese decir “de este vaso sólo bebo yo, porque de aquí tiene que salir el vástago que se quedará con mis propiedades”. Esto no era recíproco, porque el hombre se satisfacía con todas las mujeres que quería fuera del matrimonio.
(...) Según el rabino Sacca, “si hoy decimos que vivimos en un ámbito de libertad sexual, esto no es nada comparado con lo que eran los egipcios de acuerdo a lo que relatan los textos de aquella época. Los judíos formaban parte de esa sociedad, aunque fuera como esclavos, por lo que fue muy difícil incorporar este mandamiento e imponerlo, ya que implicaba limitarse en el ámbito carnal y ceder los derechos que venían exclusivamente del uso de la fuerza. Esta legislación fue revolucionaria para la época, ya que contenía todas las regulaciones sobre la pareja, el matrimonio, los derechos del hombre, la mujer, los hijos y las responsabilidades que uno debía asumir”.
En nuestra época –al menos en los países desarrollados– se han igualado estas conductas y no se tienen dos medidas diferentes para el hombre y la mujer. La pareja puede pactar una especie de celebración de la infidelidad, de consentimiento mutuo. Ejemplo de ello es el intercambio de parejas o swingers, algo que hasta hace algunos años podía ser considerado como una tremenda aberración y que hoy es una variedad más de las prácticas sexuales de nuestra sociedad.
Para Daniel Bracamonte, presidente de la Asociación de Swingers de Argentina, “todas las religiones son castradoras, han impuesto el alejamiento del sexo carnal, han llevado a la idea de que el sexo se disfruta plenamente cuando existe una causa de amor romántico. Y éstas son todas cosas que están en contra de nuestra naturaleza, porque el hombre tiende biológicamente a la diversidad sexual. No está adaptado ni fisiológica ni conscientemente para la monogamia. Creo que estamos en los umbrales de un cambio profundo en el concepto de familia, vamos hacia la diversidad. Las nuevas parejas no van a estar conformadas por el género, sino por el afecto. Hombre con mujer, hombre con hombre, mujer con mujer. El swinger defiende la institución familiar, la pareja hombre-mujer, pero renunciamos al concepto monógamo: ‘Vos y yo toda la vida’”.
El sexo siempre da lugar a un tono más picaresco, y lleno de sobreentendidos. En esto coincide el escritor Daniel Samper Pisano: “Si uno repasa el Antiguo Testamento y ve las ocasiones donde aparece la tentación, hay veces que uno no puede menos que reírse, y decir que ha sido escrito con un sentido del humor impresionante, porque de otro modo no se entendería. También se puede entender en clave irónica y decir: ‘El mensaje que me están mandando me lo envían de rebote, esto va a dos bandas y no es directo’. Uno debe entender que la ironía sólo cabe cuando hay humor, y el humor sólo cabe cuando se está enviando un mensaje con una determinada sintonía de inteligencia”.
El deseo sexual y el no fornicar. (...) Fornicar quiere decir entregarse al deseo sexual fuera de los cauces y de las normas que la sociedad ha establecido. Es hacer lo mismo pero fuera del momento, la persona, el lugar y el orden que la sociedad ha impuesto para realizar ese acto.
(...) El padre Busso recuerda que “cuando enseñábamos catecismo los chicos no sabían mucho qué era lo de ‘no fornicar’ y había que explicarlo con todo el embarazo que suponía para el sacerdote que predicaba. Fornicar viene del griego forneia, que significa prostitución. Lo que se legislaba como prohibido era la relación amorosa del hombre con la mujer en venta en el sentido literal. Jesucristo amplía el tema cuando dice que se puede ser adúltero también con el corazón y por lo tanto también se involucra el pensamiento, el orden interno, el deseo”.
Todos los preceptos que prohíben –en particular el Sexto Mandamiento– potencian el deseo de transgredirlos. Desde ese punto de vista podría considerarse hasta qué punto el propio Yahvé con sus tabúes no fue el inventor de la pornografía, porque de no haber existido prohibiciones no hubiese existido lo pornográfico. (...)
Responsabilidad en el adulterio. Los diversos niveles de responsabilidad en relación con la fornicación y los actos impuros han variado muchísimo a lo largo de los siglos. Durante buena parte de la Historia antigua del judaísmo, el único adulterio reprensible era el que realizaban dos personas casadas que se encontraban al margen de sus respectivos matrimonios. Los solteros, en cambio, no incurrían en una responsabilidad tan grande.
Después, con la irrupción del catolicismo, y en especial a partir del Concilio de Trento se modificó y amplió el tema de las responsabilidades. Por ejemplo, hoy en día, ¿cuál es el nivel de responsabilidad de una prostituta y su cliente? La mujer cumple con su función –por razones de necesidad económica o por motivos culturales– pero no es lo mismo que aquél que va hacia ella por capricho o por vicio.
En la actualidad todas las prácticas entre adultos conscientes que eligen voluntariamente lo que les apetece no tienen responsabilidad ni penal ni ética, y el daño empieza cuando se le impone algo a otra persona por la fuerza. En este sentido, las normas se volvieron más permisivas. Cuando yo era joven, el adulterio era un delito penal que te podía llevar a la cárcel. Hoy nos escandalizamos de esa situación, pero hay países en que se pena con la lapidación.
(...) Respecto de la Biblia y la violación del Sexto Mandamiento, Samper Pisano considera que “se trataba de una zarzuela, sólo le faltaba que le pusieran música. En la Biblia el adulterio lo cometen personajes de una enorme delicadeza e importancia simbólica. Por ejemplo, el caso de la familia de Abraham, prócer donde los haya, gran patriarca y guía del pueblo. Abraham estaba casado con Sara, quien consideraba que estaba muy mayor para darle un hijo a su marido, entonces le dijo: ‘Hombre, yo tengo una esclava que a ti te gusta… yo he visto que la miras… por qué no entras en ella’. Abraham lo hizo y nació Ismael y todos tan tranquilos”.
Una de las cosas de los cristianos que más escandalizaban a los romanos era que, a su juicio, atacaban la idea de la familia tradicional. Los primeros cristianos no valoraban el matrimonio y los hijos. Su premisa era que todos los hombres eran hermanos. Promovían la idea de abandonar la familia: “Deja a tus padres y a tus hermanos y vente conmigo”, dice Cristo en una ocasión.
Predicaban lo que parecía una vida errante, bohemia, sin ataduras familiares o responsabilidades. Los primeros cristianos vivían incluso en cierta comunidad de bienes, no tenían la familia como la célula individual de la sociedad. Todo esto a los romanos les pareció escandaloso.
Monogamia y poligamia. (...) La poligamia y la monogamia han estado repartiéndose los favores sociales a lo largo de los siglos. Yo creo que la poligamia es lo más natural, porque de alguna manera coincide con la propia fisiología de la reproducción, ya que el hombre puede fecundar a varias mujeres.
En determinadas épocas en que se necesitaba que la población aumentase cuanto antes, el patriarca –el macho en su plenitud– lo que hacía era fecundar el mayor número de mujeres posibles para asegurar la descendencia del grupo. Más adelante, cuando se equilibró el número de hombres y mujeres, comenzó a imponerse la monogamia para no multiplicar los conflictos entre los distintos grupos. Pero esto no quiere decir que la poligamia se deba identificar con la infidelidad, ya que se trata de otra forma de fidelidad distinta. La monogamia es fidelidad a un individuo, mientras que la poligamia es hacia un número mayor de personas. También está el caso de la poliandria, en la que varios hombres comparten a la misma mujer, aunque es más raro, porque incluso va en contra de la fisiología normal.
Para Emilio Corbière, “la cuestión del sexo en el judeocristianismo y en el mahometanismo es una muestra de estupidez humana. El verdadero sexo era el de los griegos, de los presocráticos, que era libre. Esta concepción judeocristiana que lo considera pecado está en contra de la Historia y del desarrollo humanista”.
(...) En la modernidad ha existido con mayor frecuencia lo que podríamos llamar la monogamia sucesiva. Las personas que van pasando por fases monógamas. Casi nadie es monógamo con una sola persona toda la vida, sino que lo es varias veces, una a continuación de la otra. (...) Hay distintas razones por las que dos individuos pueden permanecer juntos: económicas, por mantener una estructura familiar, para criar y cuidar a los hijos. Pero el afecto y el cariño deben ser los motivos más importantes para que dos personas vivan juntas en esta época individualista y hedonista.
Ese afecto y ese cariño no tienen por qué ser agotadoramente sexuales. Uno puede tener mucho cariño por alguien y desear compartir su vida, y sin embargo querer hacer el amor con otra, por la que siente sólo curiosidad, o por el atractivo, pero con quien no tendría el más mínimo interés en vivir.
Por lo tanto, puede existir una disociación entre el afecto a largo plazo –el que ayuda a convivir, a compartir trabajos, preocupaciones, intereses y a cuidar de una familia– con el puntual interés sexual que es algo mucho más lúdico, relacionado con la satisfacción de los sentidos y que no tiene por qué tener mayor trascendencia. Es decir, hay personas con las que queremos vivir y hay otras con las que deseamos hacer el amor, y hay veces en las que queremos hacer el amor con aquellas personas con las que también nos gusta vivir.
Esta disociación se ve cada vez con mayor claridad, y quizá dentro de poco no será motivo de ruptura del afecto, ni de separación entre aquellos que quieren vivir juntos, el hecho de que ocasionalmente hagan el amor con otras/otros, fuera de la pareja estable.
(...) La fidelidad quizá sea una virtud, aunque me parece que en general es planteada como una virtud triste. En primer lugar, porque se la reduce al plano casi fisiológico. En este sentido hay que recordar la definición del matrimonio que hacía Kant cuando decía que era un contrato de usufructo, en exclusiva, para el mutuo uso de los órganos sexuales de dos personas. Ya ven ustedes qué romántico y bonito suena. No es raro que con esa idea Kant no se casara nunca en su vida. (...) La fidelidad es tener fe, ser fiel a una persona, pero en un sentido más amplio: tener fidelidad a su afecto, a sus gustos, hacer las cosas por cariño, por interés de verla vivir mejor, pero no exclusivamente en el terreno sexual. Es por ello por lo que la visión de la fidelidad en el sentido del usufructo de los órganos sexuales que plantea Kant a mí me parece o una virtud triste o una regla burguesa demasiado poco estimable.
Los tres deseos. (...) San Pablo –el auténtico inventor del cristianismo– fue uno de los primeros en hablar del deseo. Para él había tres deseos desordenados, tres libidos, tres anhelos afanosos y excesivos que poseían al hombre a lo largo de su vida: la libido cognoscendi, es decir, el deseo desordenado de conocer; la libido dominando, el deseo desordenado de mandar, de ordenar de poseer, y la libido sentiendi, el deseo desordenado de los sentidos, de los placeres.
Estos tres marcos, en los que el deseo se desborda, forman las pasiones esenciales que arrastran a los hombres y contra las que hay que luchar de forma permanente. De las tres, la más ligada a nuestra naturaleza animal, y sensorial es la libido sentiendi, la de los afanes sensuales, la del deseo de gratificación inmediata. Las otras dos son anhelos que se pueden aplazar. Aplazamos nuestro deseo de buscar conocimiento o de alcanzar el poder, pero los sentidos quieren el aquí y ahora. La libido sentiendi es la que busca el goce inmediato, aunque sea momentáneo e instantáneo.
(...) El Sexto Mandamiento es probablemente el que produzca una leve sonrisa a quien lo escuche. Una sonrisa pícara. Es el Mandamiento que trata del adulterio, de la fornicación –palabra asombrosa–, de los actos impuros, de todo el mundo del deseo. Abarca los aspectos más variados de las relaciones familiares, los temas estrictamente sexuales, la fidelidad, el matrimonio, dentro de parámetros religiosos, morales, con matices sociales, higiénicos y hasta médicos.
“Los diez mandamientos en el siglo XXI. Tradición y actualidad del legado de Moisés” (Debate), de Fernando Savater, sale a la venta el próximo viernes.
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