domingo, 10 de diciembre de 2017

Cucarachones de guantes blancos

Cucarachones de guantes blancos ( Este cuento salió de una expresión que le oí decir a Luciana Proaño: “Del tiempo en el que las cucarachas usaban guantes blancos.” ).




Hubo un tiempo en el que las cucarachas usaban guantes blancos y caminaban en puntas de pie, delicadas se daban cita en los diferentes bares que iniciaban su trajín de medianoche.
Las cucarachas hacían brillar sus carteras y sus zapatos, alisaban con delicada saliva sus antenas y salían apenas escuchaban los primeros sonidos de la retreta. Porque la música comenzaba en el parque, uniformados los guardias cucarachones brindaban cada sábado música animada para los que paseaban entre los árboles y flores. 
En ese tiempo las cucarachonas andaban embracetadas entre ellas, es decir, cogidas del brazo, amables unas con otras, tal vez un tanto ingenuas pero siempre con ánimo alegre que invitaba a la risa y a la fiesta.
Las discotecas tenían fascinación por la música romántica y los disk jockeys escogían las canciones que despertaban el deseo de abrazarse, de poner la cabeza sobre el hombro del cucarachón que les correspondiese, esas canciones que tocan el alma y hacen vibrar de emoción y sentimiento.
Las discotecas estaban divididas en dos, una para el lado de las cucarachones y otro para las cucarachonas y la pista de baile estaba en el centro. Las cucarachonas se pintaban los labios, retocaban las cejas peinándolas con cuidado con sus peinecitos blancos y ponían la mirada en el vacío, los ojos bien abiertos como si estuviesen contemplando un océano de olas turbulentas o el desierto infinito, algunas enroscaban las patas en las sillas y otras apoyaban los codos cobre la mesa y las pequeñas manos sobre el rostro. Verdaderamente la música hacía pensar en el amor que no comienza ni termina, que es como un río de aguas mansas y todos estaban ya ansiosas esperando que se les acercase el pretendiente. No se sacaban los guantes aunque hiciese mucho calor porque los guantes eran la señal que advertía a los galanes que estaban dispuestas a encontrar alguien con quien rozar sus antenas, alguien a quien contarle sus historias que para cada quien era una bella historia.
Vamos a centrar la atención en esa cucarachona, la que ha escogido la mesa principal, la pegadita a la pista, que se ha sentado a escribir palabras sobre su cuaderno negro, que está escribiendo una carta a su posible galán practicando las bellas palabras que se dirán. Resplandor de la luna en un lago de aguas quietas, azul encendido sobre un corazón dormido, ramo de violetas, lluvia de alegría, mirada que me abre el cielo. Hablaremos en verso se decía, y se puso a practicar rimas. ¿Por qué te perdí por siempre En aquella tarde clara? Hoy mi pecho está reseco Como una estrella apagada. Le contaré que me gustan las rosas, las enredaderas que ofrecen racimos de olor y belleza.
Suena el violín, una música antigua que ella recuerda y su corazón late de prisa, Alguna vez hace muchos años en Madrid ella había bailado siguiendo las notas de esa canción, se le va la mente y aparece ahí una pareja de cucarachones bailando junto al río, enamorados se miran a los ojos, es un tango de Piazzola, el mundo se ha detenido para que ellos bailen y las campanas de todas las iglesias suenan como si el amor fuese posible. 
Luego del paseo por el parque, después de haberse lanzado miradas cada cucarachona escogía la discoteca de su gusto y se iba a sentar en el lado que le correspondía. Una pareja se desliza sobre la pista de baile, ella apoyando todo su cuerpo sobre él, los zapatos taco aguja. Las manos acariciando el cuello de su futuro amado. CBde R


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