Otro homenaje a mi abuelo que nos dejó para seguir viajando.
de Chiara Roggero, el Martes, 08 de noviembre de 2011 a las 15:16.
Mi abuelo era un hombre alto, en todo el sentido de la palabra alto; es decir siempre estuvo por encima de los demás. Lo curioso es que nunca se atrevió a dar señas de que lo estaba. Pero yo lo sabía. Era un hombre sabio y por más humilde que quiera ser, un hombre sabio no puede esconder su sabiduría. Mi abuelo tenía muy claro algunas cosas que muchos olvidamos o que directamente no sabemos. Para ser feliz hay que ser feliz, podría haber pensado mi abuelo. Quizás por eso le daba tanta importancia al sentido del humor. Mi abuelo era como un antesesor de Chespirito, pero con bigote y nariz grande. Siempre encontraba la manera de darle vuelta a las cosas, cada vez que era mi santo, me llamaba y me decía: ¿no me vas a saludar? Es mi santo! Era de esas personas que contaba los chistes con seriedad (no cualquiera puede) y no sé cómo hacía, pero la ironía que suele ser un poco burda, él la trasformaba en elegante. Elegante era mi abuelo. Siempre bien vestido, perfumado, con los zapatos limpios y digamos que bien peinado aunque desde que recuerdo, nunca fue un hombre de pelo. Mi abuelo era metódico. Tomaba desayuno a la misma hora todos los días, no puedo olvidar verlo comer sus galletas Field con mantequilla y mermelada y qué ricas se veían cuando se salía la mermelada roja por los huequitos de la galleta. En épocas en donde el lonche está en peligro de extinción, mi abuelo seguía tomando lonche y todas las tardes, se tomaba un cafecito en la Pastelería San Antonio de la Avenida Angamos.
Mi abuelo era un apasionado de su carrera. Era ingeniero civil y se volvía loco con las construcciones europeas, los puentes y las obras de magnitudes importantes. Nunca paró de estudiar, ni un solo día, y se encargó de escribir todo lo que sabía. De hecho fue un hombre que a pesar de su avanzada edad, se aventuró al Internet y lo dominó como un adolescente. Mi abuelo me enseñó que uno tiene que amar lo que hace, porque solo de la pasión salen las cosas importantes y solo con pasión se puede ser feliz. Quizás por eso amó tanto a mi abuela. Su amor era generoso por todos lados, desprejuiciado, entregado, sin límites. Unos días antes de morir, mi abuelo le dio a mi abuela un beso de quinceañeros. Qué ternura y qué alivio saber que se puede amar para toda la vida, esto para los que alguna vez pecamos de suspicaces con el amor.
Mi abuelo tuvo un derrame cerebral que al 99% de las personas que le da este tipo de derrame, los termina matando, pero a mi abuelo no lo mató. Será por tantas ideas, tanto conocimiento, tantos pensamientos que tenía, que no era fácil ganarle así no más. Estuvo en cuidado intensivos y no podía hablar. Mi mamá le acercó un papel y un lapicero para que escribiera lo que estaba sintiendo o lo que estaba pensando. Mi abuelo agarró el lapicero y empuñó su firma: Luis Bustamante Pérez-Rosas. Para mí ese gesto fue un gesto lleno de inteligencia y originalidad, como quien escribe una carta y termina con una firma, mi abuela firmó su vida, literalmente firmó el final de su vida.
Queda en mi corazón un hombre terco por lo correcto, un hombre que se aferró fielmente a su bigote, un hombre que amó a su mujer y a sus hijos con todo su amor, un abuelo interesante, culto y divertido. A dónde estés abuelo, te mando un beso enorme y espero que te hayas encontrado con todos Los Fantásticos (mi abuelo llamaba así a sus amigos, y se lamentaba de ser el último Fantástico que quedaba vivo). Sigue siendo feliz y de vez en cuando, sóplame un chiste para reírme y hacer reír, como tú siempre lo hiciste.
Te quiero mucho. Tu nieta de medio: Chiara.
Qué decir? Simplemente que son sentimientos preciosos y qué maravilla llegar a esa edad y haberse ganado el respeto total de hijos y nietos. Hay veces quisiera preguntarles a los que se van y que han logrado eso, cómo lo hicieron? Hoy en día parece tan difícil! Felcitaciones por ser un abuelo así!
ResponderEliminarGracias Lucy por tu comentario tan amoroso. Te contestaré con una frase que me dijeron en estos días y que me encantó: La vida es un diálogo. Bien recibe el que bien da. Besos. Ce
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