jueves, 23 de febrero de 2012

"Historias de cronopios y de famas"


Saber que "Historia de Cronopios y de famas" cumple cincuenta años de vida, me hace recordar mi experiencia en la cárcel de mujeres de Chorrillos en donde este pequeño libro tuvo tanto éxito.



Un verano solicité permiso para acudir una vez por semana a la cárcel de mujeres para reunirme con un grupo de internas y pasar una hora o dos interesadas en los libros y la escritura. Fue una experiencia muy rica en emociones, desde lo desagradable de ser revisada antes de entrar, colocaban un sello en mi brazo, hasta el placer al descubrir el interés que despertaban los textos en las internas. Nos reuníamos en la biblioteca, un espacio muy pequeño en absoluto desorden y durante la "clase" se producía un muy interesante intercambio de experiencias entre las peruanas con las extranjeras apodadas "turistas". Vimos un texto de Clarice Lispector, uno de Juan Rulfo, pero el que mayor impacto causó fue "Historias de Cronopios y de Famas" del argentino Julio Cortázar. A la semana de haber estado compenetradas con los cronopios y las famas vi que una de las extranjeras tenía el libro entre las manos, lo había pedido a alguno de sus parientes, y una de las peruanas, le pedía rogándole: Préssssstamelo. En muy poco tiempo las internas estaban fascinadas con la literatura y querían más cuentos, más historias. Una mañana, la biblioteca estaba clausurada, y entonces las internas en el patio crearon una pequeña aula jalando mesas y sillas para poder trabajar. Recuerdo a una de las internas recitando el poema XX de Neruda y los regalos hechos por ellas mismas que me dieron al final de mis visitas. Ellas inventaron sus propias historias y si bien no las escribieron las contaron. A partir del texto de Clarice que trataba sobre unos zapatos que sonaban, cada una contó alguna historia que les había sucedido con los zapatos. Fueron duras al juzgar a uno de los personajes de Rulfo de "Se oyen ladrar los perros". Y contaron historias de animales, de ovejas que parecían nubes, de cantos y relatos escuchados en sus pueblos.
No les pregunté porqué estaban privadas de su libertad pero ellas me contaron que sus parejas también estaban presas, que habían sigo engañadas, que eran inocentes. La mayoría estaba presa por tráfico de drogas especialmente las "turistas". Recuerdo también la conciencia del valor de la libertad que sentía cada vez que dejaba la cárcel con sus muros, rejas y llaves, y tomaba mi auto y me iba adonde quería.

En el artículo que da cuenta de este acontecimiento leo:
Historias de cronopios y de famas es uno de esos libros que enseña a "mirar la realidad con ojos nuevos". Las criaturas que lo pueblan no son necesariamente antropomorfas.
Los cronopios "son despreocupados, poéticos pero también pueden ser crueles, hacer canalladas por diversión, y en los famas uno podría ver a la gente más encasillada en una forma de ser, pero que, cada tanto, pueden ser personajes tiernos".
Cortázar veía la realidad "como algo fluido. A lo único que había que acostumbrarse, creía él, era a la sorpresa"

Cuando se publicó Historias de cronopios y de famas no existía una categoría para "colocar estas prosas breves", pero ahora se pueden considerar precursoras del género de la microficción. Cortázar "es un clásico Sus libros tienen una vitalidad inagotable.
Su obra es una especie de llamado a la libertad en general, y tal vez eso nos seduce en su literatura.

El canto de los Cronopios:
Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.

Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se muestran algo escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los famas son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.


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