domingo, 1 de diciembre de 2013

Sueños y desvelos

El martes pasado hablamos acerca de los sueños en ABRA nuestro taller. Leímos los sueños de Sergio Pitol y de Manuel Vicent y hablamos acerca de los nuestros. Acá entrego un texto mío que pertenece a un grupo que llamo "Pequeños textos", que habla de sueños y desvelos míos y de mi familia.



De sueños y desvelos ( de Pequeños textos) Inédito

"Cierra bien la puerta, hermano, dice la vieja canción de cuna, cierra bien la puerta hermano, será larga la noche."

Amanezco como si hubiera sobrevivido a una batalla: el pelo revuelto, el dolor en la espalda, la mirada extraviada, ese cansancio de siglos, si me preguntan algo no consigo articular palabra ni expresar aquello que deseo como si todavía no perteneciese a este mundo, como si aún tuviese que obedecer otras reglas, comunicarme en otro lenguaje, aceptar otras dimensiones. La noche sin duda ha sido larga.

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Mi madre se desvelaba por las noches. En la oscuridad de su dormitorio convertía sus problemas en seres fantásticos. Alfiles y caballos de ajedrez vestidos de etiqueta, unos de blanco y otros de negro danzaban para ella una danza de muerte, se acercaban y alejaban ante sus ojos caballeros medievales con las bocas apretadas como si estuviesen cosidas se enfrentaban en una batalla en donde intentaban atravesarse con espadas de doble filo. Como si la hubiesen herido con la punta de una de las espadas, como si estuviese desangrándose, mi madre se despertaba en medio de la noche y rompía el silencio con un quejido que nos hacía acordar a los animales atrapados, sin escapatoria.
Mi padre la calmaba, escuchaba con paciencia los problemas que la atormentaban tratando de dar solución aunque sea aparente, a todos ellos. Aliviada mi madre recostaba la cabeza en la almohada y pronto dormía con aire feliz, como si estuviese asomada a la ventana de un tren. Si alguien la hubiese observado con detenimiento, hubiese podido ver en su rostro el paisaje que la llenaba de gozo.
Mientras, mi padre agobiado con los problemas trasladados por mi madre, sometido a esa ley que regía en su habitación: existía capacidad para que solo uno pudiese soñar, se disponía a presenciar la batalla, los caballos y los alfiles blancos y negros con las bocas cerradas herméticas, decididos a cruzar el cuerpo enemigo con la espada que mata.




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Cada paso que intento dar en mi sueño demora y mi imagen queda congelada mientras desde lo alto alcanzo a ver mis alargadas piernas que cruzan una ciudad entera temiendo aplastar a sus liliputienses habitantes, como esa ilustración que recuerdo de ese gato que caminó siete leguas enfundado en botas rojas.

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Una noche tras despertar a mi padre le anuncié que en esos instantes una tropa de soldados hacía añicos los vidrios de las ventanas de los altos de nuestra casa produciendo un estruendo que me aterrorizaba.
¿No escuchas los aviones que vienen dispuestos a bombardearnos Le pregunté.
Sin perder la seriedad, entre dormido y despierto, mi padre me respondió:
No te preocupes, ponte el casco y sigue luchando.
Corrí obediente a mi cama dispuesta a encasquetarme Y enfrentar la invasión de esos extraños , que si no se los detenía, llegarían otra vez hasta Cajamarca, causando iguales desgracias que las que mi abuela había relatado con ese tono terrible de voz que de más niña me había impresionado hasta las lágrimas al explicar los sufrimientos que había vivido durante la guerra con un país vecino-
Una vez en mi cama intenté inútilmente dormir ansiosa de representar mi papel de heroína de la patria. Al rato en la oscuridad de mi habitación pude ver la danza de los alfiles y caballos guerreros que ante mis asombrados ojos se desgarraban destrozándose.

1 comentario:

  1. Hola Cecilia
    Quiero agradecerte por lo entretenida que me has mantenida durante el año. Te felicito por lo variado de tu Block e interesante .
    Que tengan unas Felices fiestas
    Cariños
    Carola
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