Recibo este artículo de Lucy Newton Valdivieso y decido compartirlo con ustedes. Muchas gracias Lucy.
La Navidad, es el acontecimiento más importante del calendario Cristiano, porque a partir del nacimiento de Cristo, se presenta al mundo al “verbo encarnado”, al hijo de Dios, hecho hombre para enseñarnos el camino de la verdad y del amor. Con el sólo hecho de ser Jesús quien fue, no importa que fuera sólo un hombre de carne y hueso igual a los de su época, se destacó como los que destacan los que vienen a este mundo y muestran perseverancia en hacer llegar a la comunidad que les rodea y a la que los trasciende, un mensaje de una importancia tan grande que persiste; que impacta las mentes y los corazones de aquellos.
En mi casa nunca se fue la representación de este evento; pues todo el año lo tuve puesto dentro de la chimenea, para que nos recordase que Dios sí existe, que Jesús existió y que su entorno, cuando se produjo tan venturoso suceso, fue en un ambiente sumamente humilde, pero glorioso. Allí llegaron ricos y pobres a rendirle homenaje…un homenaje de esperanza por un mundo mejor.
Cuando era niña me regocijaba esta época, porque esperaba los regalos de Papá Noel que bajaría por la chimenea y se comería las galletas que dejábamos encima de la mesa. Estábamos tan tentados por las galletas, que cuando se suponía que llegaba el gordo barbudo y panzón, ya no sobraba casi nada para él…ahora que han pasado los años me imagino la frustración que habrán sentido nuestros padres cuando después de envolver regalos toda la noche, se acercaban a ponerlos bajo el arbolito pensando en las ricas golosinas y en el vasito heladito de leche que los endulzarían y calmarían su cansancio. Pero en ese entonces, nosotros y muy pocos notábamos que más allá de los regalos materiales, estábamos celebrando el nacimiento de nuestro Salvador, Aquel que nos daría el regalo más grande de amor que ser alguno pudo mostrarnos. Jesús luchó por lo que sintió y se sacrificó por sus convicciones…igual como lo hacen los grandes luchadores sociales.
El otro día me fui a pasear por NY, a ver las vidrieras que cada año ponen las tiendas más importantes. Hasta ahora no vi alguna en la que se representa el nacimiento. Y me da tristeza cuando veo que esta fiesta se ha comercializado tanto, que uno se ve forzado a caminar lleno de bolsas y a contagiarse de la vorágine que nos rodea, so pena de acabar con las esperanzas de aquellos que ven esta estación del año como un tiempo para recibir regalos caros. Cuando Jesús recibió la visita de los reyes, ante su pesebre, adonde llegaron guiados por una luminosa estrella, también recibió regalos, pero que encerraban un simbolismo sobre lo que comenzaba y sería la vida de Jesús: oro, por ser un regalo que se otorgaba a reyes, demostraba su reinado sobre la humanidad; incienso, que va apareado con una alabanza que se eleva al cielo… su glorificación; y mirra, la sustancia con que se cubría a los muertos para conservarlos, que pronosticaba su sufrimiento y muerto futuros. Ese simbolismo ha sido mal entendido y transformado hoy, y aquellos que no reciben un regalo ese día se sienten desgraciados, llorosos y mal servidos. Y me pregunto: ¿Porqué no pensamos en el regalo de la vida? Los que tenemos una familia bien constituida, los que tenemos el beneficio de tener un trabajo y de poder traer el regular sustento diario a nuestras familias, deberíamos pensar en los menos afortunados y regalarles con la posibilidad de trabajar, de velar por sus familias y de traer la justicia al mundo.
Me encontraba pensando de nuevo, como antes ya lo escribí, en las muertes de esos niñitos inocentes y de sus sacrificados profesores, quienes con este suceso, han hecho reconsiderar al mundo sus valores, su comportamiento pasado y sus propuestas futuras. Han hecho cambiar la forma de ver al mundo y de recapacitar para crear un ambiente seguro y favorable para sus comunidades. De un hecho nefasto, surge el regalo de la compasión, el de la unión comunal, el de la reconstrucción.
En estos días se ha estado hablando también sobre el fin del mundo, el fin de los días de la Biblia, en el que vendrá Jesús entre las nubes, rodeado de sus ángeles para efectuar el juicio final…el veredicto no estará sujeto a seres terrenales, sino que medirá nuestra capacidad de regalar amor. Y a los que tenemos miedo que el cielo se nos caiga encima, que el árbol de atrás machaque nuestra casa, que nunca tengamos la oportunidad de ver a nuestros seres queridos de nuevo, se nos regala con la realización de una vez por todas, de que nuestro fin del mundo llegará cuando sucumbamos ante las injusticias, cuando nos dejemos arrastrar por pasiones negativas, cuando descuidemos nuestro ambiente y cuando no logremos despojarnos de nuestro egoísmo y no compartamos con los pobres de bienes y los pobres de espíritu.
Aunque saquemos al nacimiento de nuestras chimeneas, el rincón más inadvertido de nuestras casas, donde apenas se percibe dentro del hálito de las débiles luces que lo iluminan, no prescindamos de su brillante significado: el surgimiento del amor y de la gloria, de la brillante estrella, desde las envolturas de un niño nacido en un ambiente humilde, que no necesitó enjoyarse para ser importante. La lección de ese episodio debería ser nuestro verdadero regalo en ésta y todas nuestras futuras navidades.
Lucy Newton de Valdivieso New York, 25 de Diciembre 2012
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