domingo, 23 de diciembre de 2012

Recuerdos de Navidad


Quien sabe estos recuerdos sirvan para que ustedes en algún momento de esta celebración de Navidad, se den tiempo para recordar algunas anécdotas, pequeñas historias que hicieron que esa Navidad fuese mágica e inolvidable.

Desde que tengo memoria mi papá, que era ingeniero, era quien hacía la casa para alojar el nacimiento de Navidad. La hacía casi el último día pero ponía toda su creatividad y empeño en que fuese original y se convirtiese en el centro de nuestra fiesta. Una vez era super moderna con papeles laminados de colores brillantes, otras un modesto pesebre hecho con ramas cruzadas, y el que recuerdo con más intensidad, fue una carpa árabe clavada en el suelo del jardín. A la intemperie o dentro de la sala sus nacimientos eran para nosotros algo digno de celebrar. Esta va a ser la segunda Navidad en la que él no estará con nosotros y por eso fue para mí una alegría enorme ver en casa de mi hermano Jorge un nacimiento tan especial como a los que mi papá nos tenía acostumbrados. No había que preocuparse, mi hermano continuaría la tradición.

Subí a un taxi y me quejé de la Navidad, el tráfico, los peligros de la calle, el tiempo que no alcanza, y el taxista me dijo: — "La Navidad es la mejor época del año. Es el día en el que la familia se encuentra, se demuestra su cariño, se está con las personas que más se quiere. Es una maravilla la Navidad". Gran lección.

Esta mañana Nilda me contó como pasaría la noche del 24, cenarían en su casa pero a las 12 en punto saldrían a encontrarse con los vecinos y abrazarse con ellos. Es cierto que las casas son chiquitas y están una cerca de la otra, pero me pareció una costumbre digna de imitarse. Su tía, una vez acabada la cena pondría llave a la puerta para que no se escapen los muchachos y vayan por ahí a tomar y perderse. Mejor cuidarlos de antemano.

Cuando era chica salíamos al parque a cierta hora, un tío nos llevaba con la excusa de los cohetes. Al regresar, mi mamá nos decía que justo en esos instantes había llegado Papa noel por la chimenea y había dejado regalos para nosotros. La alegría de los regalos nos hacía olvidar la pena de no haber visto a ese personaje tan extraño y generoso que venía del polo norte volando en un carro jalado por renos.

Mario, me cuenta que podría jurar haber visto a Papa Noel una Navidad bajando en puntas de pie las escaleras de su casa.

Después de escuchar a los Parchis en la televisión cantando en el Puericultorio “¡Ven a mi casa esta Navidad!” Decidimos hacer los trámites para poder invitar a dos niños, un hombrecito y una niña a pasar el 25 en nuestra casa. Fue algo que ni nosotros ni nuestros hijos olvidaremos jamás. Primero los llevamos a pasear a la Punta, dimos un paseo en un bote y después estuvimos en casa jugando y conversando. Almorzamos en el jardín y pasamos una tarde muy especial.

Ya había publicado el blog y recibo estas hermosas reflexiones y recuerdos de mi amiga española Carmen Rico Coira, hubieran merecido página especial pero de lo que se trata es de que vayan y aquí están. Gracias querida Carmen.

"22-12-2012

A Casi todos los adultos la Navidad les resulta triste. A mi, no lo sé... Por un lado aún queda en mí algo de aquella niña que estiraba con la uña del pulgar los papeles de plata que envolvían algunas naranjas en Navidad. Las mejores naranjas de mesa que se vendían en la tienda de mis padres venían recubiertas con papeles de colores brillantes... Verdes, rojos, violeta.... Así eran por un lado y por el otro de pura plata. Los estiraba tanto que de tan finos, los envoltorios, al moverse sonaba una especie de musiquita. Y a veces de tanto estirarlos se me rompían...Yo, no era consciente de que era pobre. Era normal, como todos, como la mayoría de los niños que conocía. Y cualquier cosa que cambiase el ritmo era formidable... Y la Navidad También.

Además, guardaba unas virutas brillantes que traían las nueces y las avellanas. Y con todo ello y poco más... Quizá papel charol para recortar lunas y estrellas ,hacíamos una especie de adornos navideños. Pero Lo que en realidad me gustaba eran las bolas para colgar que vendían en La Celta... Las había de todos los tamaños y colores, pero siempre resultaban demasiado caras... Y las figuritas del belén... Que era como jugar a las casitas, pero más... Porque era todo un pueblo. Una comunidad, con sus buenos y sus malos. Con el río de plata... Los patos, los puentes, el musgo...las casitas por las colinas y un poco más allá , el desierto... Lo mejor. Con los tres reyes que traían regalos. Si, en ese tiempo era bonito... La imaginación volaba y se fabricaban castillos en el aire.

En la buhardilla de mi casa, encima de un viejo somier, a modo de tarima, mis vecinos armaban el Belén más bonito que jamás había visto. Quizá el único, salvo el del colegio, que siempre era muy sobrio y dejaba poco lugar a la imaginación. Ahora pienso que ya en aquel momento debía de ser antiguo. Eran figuras de barro pintadas. Grandes. Realmente grandes... A mi me parecía. Pero sobre todo, lo que nunca olvidaré eran los camellos con los reyes , precedidos de tres pajes y que cada día avanzaban un poco más en su camino de arena. Era milagroso ver como iban acercándose al oasis de palmeras. Aún cuando descubrí quienes eran en verdad los reyes, nunca pude averiguar de quién era la mano mágica que movía cada noche un poco aquel cortejo. Mis padres, no lo creo. Demasiado ocupados con su trabajo. Bastante hacían para procurarnos algún regalo para el día seis, como para dedicarse a esas pamplinas... Nunca lo descubrí, a pesar de que espié... Sobre todo a mi hermano, que sabía de lo emocionante que era para mí observar las huellas que dejaban los camellos en su periplo. También espié a la vecina y pregunté...

Luego me tocó organizar las navidades de mi hijo. Las de mis padres...y Ahora sigo la rutina porque no se trata de aguar la fiesta a nadie y las disfruto y las sufro por igual. Mucha gente se fue quedando en el camino. Natural...pero se extraña. Estos días resultan melancólicos por muchas cosas, pero también por la luz, o más bien por su ausencia, pero nos queda la esperanza de que cuando esto acabe y empecemos a gastar las hojas del nuevo calendario la promesa de los minutos ganados a la noche me produce una sensación un tanto eufórica y se agradece...

Y cuando esta mañana, al levantarme y ver el cielo, pensé... Vale la pena, también vale la pena vivir por ver un amanecer como este en diciembre... Así que aprovecho la imagen que capturó mi iphone de este cielo de colores para compartir contigo esta agradable sensación del solsticio de invierno.



Con todo el cariño." Carmen





1 comentario:

  1. Ceci, cada domingo espero tu blog con muchas ganas y lo disfruto horrores, pero hoy he tenido muchísimos sentimientos: nostalgia, alegría, tristeza, ilusión..... Mil gracias querida Ceci por este maravilloso trabajo que haces todas las semanas y por removernos el corazón. Que tengan una linda Navidad llena de Paz y amor y con mucho sabor a miel. Un beso.Ceci B.

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