frases de Sergio Pitol
Cada uno de nosotros es
todos los hombres.
Todos los tiempos son en el
fondo un tiempo único.
La inspiración es el fruto
más delicado de la memoria.
Un escritor a menudo oye
hablar sin escuchar una palabra.
Un libro leído en distintas
épocas se transforma en varios libros.
La lectura es un juego
secreto de aproximaciones y distancias. Es también una lotería.
Lo único que se puede hacer
para seguir adelante es no dejarse llevar por el derrotismo y trabajar.
Si bien es cierto que vivimos tiempos crueles, también es cierto que
estamos en tiempo de prodigios.
Todos, los castos como los lascivos, han aprendido que el sufrimiento es la
sombra de todo amor, que el amor se desdobla en amor y en sufrimiento.
Uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leído, la pintura que ha
conocido, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su
niñez, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una
suma mermada por infinitas restas.
Un novelista es alguien que oye voces a través de las voces (...) Con ellas
va trazando el mapa de su vida. Sabe que cuando ya no pueda hacerlo le llegará
la muerte, no la definitiva, sino la muerte en vida, la hibernación, la
parálisis, lo que es infinitamente peor.
Nadie lee de la misma manera. Me abochorna enunciar semejante trivialidad,
pero no desisto: la diversa formación cultural, la especialización, las
tradiciones, las modas académicas, el temperamento personal, sobre todo, pueden
decidir que un libro produzca impresiones distintas en lectores diferentes.
El libro realiza una
multitud de tareas, algunas soberbias, otras deplorables; distribuye
conocimientos y miserias, ilumina y engaña, libera y manipula, enaltece y rebaja,
crea o cancela opciones de vida. Sin él, evidentemente, ninguna cultura sería
posible. Desaparecería la historia y nuestro futuro se cubriría de nubarrones
siniestros. Quienes odian los libros también odian la vida.
Uno dice: "No sé, no
me he dado cuenta de cómo ha pasado el tiempo". Y la verdad es que cuesta
dar crédito a esa evidencia. Recuerde usted la experiencia del espejo a la hora
de afeitarse: el rostro senil que se resiste a reconocer, los esfuerzos por
revivir ciertos gestos con que treinta o cuarenta años atrás imaginaba fascinar
al mundo. ¡Qué infinita fe de carbonaro para suponer que esas muecas que
devuelve el espejo tengan alguna relación con las fotos de juventud! Hay un
genuino resentimiento ante la injusticia cósmica por no haber una señal
explícita de la aproximación del desastre. O tal vez la hubo y no logramos
detectarla. Parecería que la metamorfosis de lo lozano a lo marchito nos
hubiese ocurrido en estado de coma. En fin, la cosa es que uno se ha hecho
viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario es de gran utilidad para para Abraelazuldelcielo. Ce.