viernes, 30 de mayo de 2008

Del cielo del infierno y sus maravillas






Encuentro este cuento en la revista "La mujer de mi vida", me gusta mucho y voy en busca de "Borges oral" en el que habla de Swedenborg.
"Voltaire dijo que el hombre más extraordinario que registra la historia fue Carlos XII. Yo diría: quizá el hombre más extraordinario -si es que admitimos esos superlativos- fue el más misterioso de los súbditos de Carlos XII, Emanuel Swedenborg".
Este sueco que inventó una nueva religión, que construyó una catedral de cristal y que diseñó un cielo y un infierno totalmente distinto a lo que comunmente se pensaba.
Todo parte del destino escandinavo, dice Borges, el el cual parece que todas las cosas sucedieran como en un sueño y en una esfera de cristal.


Un teólogo en la muerte

Emanuel Swedenborg
Los ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton le fue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual a la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidos a la eternidad les ocurre lo mismo y por eso creen que no han muerto.) Los objetos domésticos eran iguales: la mesa, el escritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchton se despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como si no fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificación por la fe. Como era su costumbre, no dijo una palabra sobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaron personas a interrogarlo. Melanchton les dijo:
-He demostrado irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar en el cielo basta la fe.
Esas cosas las decía con soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugar no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron este discurso, lo abandonaron. A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarse hasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papel y el tintero. Además, las paredes del aposento se mancharon de cal, y el piso, de un barniz amarillo. Su misma ropa ya era mucho más ordinaria. Seguía, sin embargo, escribiendo, pero como persistía en la negación de la caridad, lo trasladaron a un taller subterráneo, donde había otros teólogos como él. Ahí estuvo unos días y empezó a dudar de su tesis y le permitieron volver. Su ropa era de cuero sin curtir, pero trató de imaginarse que lo anterior había sido una mera alucinación y prosiguió elevando la fe y denigrando la caridad. Un atardecer, sintió frío. Entonces recorrió la casa y comprobó que los demás aposentos ya no correspondían a los de su habitación en la tierra. Alguno contenía instrumentos desconocidos; otro se había achicado tanto que era imposible entrar; otro no había cambiado, pero sus ventanas y puertas daban a grandes médanos. La pieza del fondo estaba llena de personas que lo adoraban y que le repetían que ningún teólogo era tan sapiente como él. Esa adoración le agradó, pero como alguna de esas personas no tenía cara y otras parecían muertas, acabó por aborrecerlas y desconfiar. Entonces determinó escribir un elogio de la caridad, pero las páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Eso le aconteció porque las componía sin convicción.
Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentía vergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerles creer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de los de la pieza del fondo, y éste los engañaba con simulacros de esplendor y de serenidad. Apenas las visitas se retiraban reaparecían la pobreza y la cal, y a veces un poco antes.
Las últimas noticias de Melanchton dicen que el brujo y uno de los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y que ahora es como un sirviente de los demonios.


Lutero dejó a Melanchton, el más moderado de sus discípulos y partidario determinado de la conciliación, el cuidado de la redacción de la profesión de fe luterana. Esta profesión de fe, en veintiocho artículos, es la Confesión de Augsburgo, o sea el Credo de la primera iglesia reformada.


Swedenborg nos dice que cuando un hombre muere no se da cuenta de que ha muerto, ya que todo lo que lo rodea es igual. Se encuentra en su casa, lo visitan sus amigos, recorre las calles de su ciudad, no piensa que ha muerto; pero luego empieza a notar algo. Empieza a notar algo que al principio lo alegra y que lo alarma después: todo, en el otro mundo es másw vívido que este. por ejemplo hay más colores, hay más formas. Todo es más concreto, todo es más tangible en este mundo. Es como si nosotros vivieramos en la sombra. El hombre piensa: Yo he vivido todo el tiempo en la sombra, y ahora vivo en la luz.

El infierno son zonas pantanosas, zonas en lasque hay ciudades que parecen destruídas por los incendios, pero ahí los réprobos se sienten felices, es decir, estan llenos de odio y no hay monarcas en ese reino; continuamente estan conspirando unos contra otros. Es un mundo de baja política, de conspiración. Eso es el infierno.

El creyó especialmente en la salvación por las obras no sólo del espíritu sino tambien de la mente. Pero tambien el cielo está lleno de amor.
Su cielo es eminentemente intelectual. Lo imagina como una serie de conversaciones teológicas entre los ángeles y si un hombre no puede seguir esas conversaciones es indigno del cielo.

Dios no condena a nadie al infierno: Dios quiere que todos los hombres se salven pero como ha concedido el libre albedrío a los hombres, el hombre tiene el terrible privilegio de condenarse al infierno o de merecer el cielo. El hombre resuelve ser un demonio o un ángel. Sigue la compañía de quienes legustan.

Swedenborg nos invita a salvarnos mediante una vida más rica: A salvarnos mediante la justicia, mediante la virtud y mediante la inteligencia también.

Borges habla de Swedenborg y de su contacto con lo trascendente en una entrevista:
Yo he hablado mucho sobre Swedenborg con el pintor y místico argentino Xul Solar, yo era muy amigo de Xul, iba a casa de él en la calle Laprida 1214, ( maravilloso museo que hay que visitar en Buenos Aires) y leíamos a Swedenborg, leíamos a Blake, leíamos a los poetas alemanes, leíamos al poeta inglés Swinburne y muchos otros textos".-

¿Alguna vez percibió el mundo trascendente?

"No sé si llamarlo angélico o trascendente. Pero sé que... bueno... Yodos veces en mi vida he sentido el hecho de vivir fuera del tiempo. Eso me ha ocurrido.., una vez fue en Palermo, y otra vez fue en uno de los puentes detrás de la estación de Constitución. Y esas dos veces, me habían sucedido cosas, bueno, que me habían conmocionado durante el día. No sé... Una mujer me había dejado... Y de golpe estaba pensando en eso, y de pronto me vi así, en tercera persona, y sentí: 'qué puedeimportarme lo que le pasa a Borges, si yo soy Otra cosa; lo que me ha pasado es meramente circunstancial.' Ahora, yo no sé cuánto 'tiempo'duró ese estado; pero yo me sentí, no sé si feliz, pero como... bueno, como sereno, como arrebatado así de todo. Y he tratado de decirlo, una vez en un poema y otra vez en prosa, pero no sé si he logrado comunicar esa sensación.

Entonces, el monje, me dijo que su experiencia del nirvana era incomunicable; que él odía hablar sobre el nirvana con otro monje que también lo había alcanzado. Que él no sabia cuánto tiempo había durado, pero que despuéstodo era distinto para él. Le pregunté -'Distinto ¿en qué sentido?,¿usted siente todo igual que antes?'-'Sí'- me contestó, 'entiendop erfectamente lo que usted quiere saber'. 'Yo siento soledad, siento ansiedad, siento alegría, siento dolores físicos, siento placeresfísicos siento los sabores de las cosas; pero todo eso de un mododistinto después de alcanzar el nirvana'.-¿Y de ese modo es mejor?' -'Si'- me dijo, -pero yo no lo puedo explicar'. Y me di cuentaque tenía razón, que era algo inexpresable. Esto fue en Nara. En un monasterio budista..."

Emanuel Swedenborg nació en Estocolmo en 1688 y murió en Londres en 1772. educado en el luteranismo, sacerdote interesado en la ciencia, se adelantó a muchas invenciones ulteriores. Fue tambien un político, senador de la republica. Tuvo una revelación que le ambió la cida y luego una visitación que fue considerada por los otros como locura. El tenía que renovar la Iglesia de Jesucristo creando la tercera iglesia, la de Jerusalén.

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