sábado, 19 de julio de 2008

"Estoy vivo y libre"


"Javier Darío Restrepo"


Estando en Medellín, en un suplemento dominical leí un capítulo de “Estoy vivo y libre”, novela de “Javier Darío Restrepo” periodista colombiano que nos permite acercarnos al secuestrado y acompañarlo en su vida,tan cercana a la muerte, en la que la memoria y el deseo de libertad son lo único que lo sostienen.
Felizmente pude conseguir el libro y su lectura me ha transportado a las noches de la selva colombiana y he podido asistir a conversaciones sobre Dios, la venganza, el pasado, el futuro, tenidas en semejantes circunstancias.
El libro también nos permite acompañar a un secuestrado, tras seis años de estar en una cárel sin paredes, de regreso a la libertad, a su casa y a su familia. La lectura de este libre permite comprender un poco más, si algo se puede comprender, de una guerra absurda, despiadada e inútil.
Como dice uno de los personajes de la novela: El secuestro crea condiciones para revisar, redescubrir y valorar asuntos como la vida y el sentido de vivir. La situación extrema hace que el hombre se pregunte por lo que de verdad importa de la vida. Lo que se descubre es muy útil para todos, también para nosotros que estamos vivos y libres.
Me he interesado en especial, la importancia que tiene para los secuestrados la escritura y la solidaridad.

Aquí algunas frases que he subrayado:

Porque mientras estoy escribiendo estoy contigo y no con ellos en la cárcel que nos han creado. Escribirte es una especie de fuga.

Cuando nos han roto los canales de comunicación, todavía nos queda este y el de nuestros pensamientos.
Porque aquí el que sabe algo, lo enseña a los otros. Así matamos el tiempo, antes que ese tiempo nos mate.

Otros leían y volvían a leer los mismos libros, los recitaban en voz alta, hasta se los aprendían de memoria como aquellos personajes de Bradbury, que memorizaron las obras clásicas de la literatura para defenderla de los incendiarios.

Me has hecho entender que uno hace salir u ocultar sus propios soles y oscuridades. ¿Cómo no esperar si tú esperas?

Nunca había visto con tanta claridad que la esperanza no es una aventura interior y solitaria, es una empresa conjunta para ver y moldear el futuro. Cuando todo se cierra como un túnel sin salida, basta que alguien te muestre una luz, aunque sea lejana y pequeñita, para que todo cambie. Cuánta fortaleza comunica el solo hecho de saber que sí hay salida, que no todo es oscuridad.

La mayor victoria del hombre es cuando se encarama sobre sí mismo.

Hay una vocación humana a la inmortalidad.

Lo que uno hace bueno o malo eso es lo que queda. En todo ser humano hay algo o mucho de la bondad original.

Lo que más agradeció fue el fortalecimiento de su fe en su condición de hombre.

Hacíamos lecturas individuales o comentadas. Nos comunicábamos lo que pensábamos.

Todos los días cuando abría los ojos, me daba los buenos días diciéndome: estoy vivo. ¿Cómo lo voy a disfrutar? Cada día se convirtió para mí en un sobre sellado, en una carta que me regalaba la vida, para que yo descubriera su contenido. Sabía que cada día era un regalo.

El ejercicio de la escritura tiene algo renovador y terapéutico, concreta mi pensamiento, me abre las puertas que antes creía cerradas, me ayuda a conocerme a mí mismo, como si fuera un espejo en el que me veo con los ojos del espíritu y me da algo parecido a la felicidad. Alguien, demasiado prosaico, explicaba esa felicidad por la irrigación de sangre en el cerebro, estimulada por el ejercicio de pensar. Prefiero explicar que el pensamiento en la vocación más original de hombre y que pensar es como volver a nacer y a estrenar la vida.

¿De cuánto es capaz el hombre?

Al escribir despego, entro en una nave e inicio una fuga del momento presente.

Entonces caigo en la cuenta del poder que tenemos los humanos, de dar alegría y ganas de vivir a los demás.

Los hijos nos sostienen.


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