viernes, 28 de noviembre de 2008

Una famosa escultora francesa : Louise Josephine Bourgeois






Maman

La amiga (la araña, ¿por qué la araña?), porque mi mejor amiga fue mi madre, que era cuidadosa, lista, paciente, dulce, razonable, primorosa, sutil, indispensable, pulcra y útil como una araña. También sabía defenderme a mi y a sí misma. Nunca me cansaré de representarla.

Fotografía suya hecha por Annie Leibovitz  Su cara atravesada por un millón de arrugas quizás sea su mejor escultura.

En la historia del arte no han sido pocas las mujeres artistas que decidieron mantenerse relegadas a un segundo plano frente a un universo - el del mercado artístico y las grandes exposiciones y museos - cuyas reglas no acababan por aceptar o comprender. Un ejemplo llamativo ha sido el de la escultora Louise Bourgeois, que hasta una edad avanzada se mostró reacia a exponer públicamente sus obras.

"He sentido siempre un complejo de culpa a la hora de promocionar mi obra, tanto es así que cada vez que he estado a punto de abrir una exposición, me daba algún tipo de ataque. De modo que en un momento decidí que lo mejor era no intentarlo más. Tenía la sensación de que la escena artística pertenecía a los hombres y de que yo estaba, en cierto sentido, invadiendo su terreno. Por eso, hacía el trabajo y luego lo escondía. Aunque nunca destruí ninguna, he guardado cada pieza. Hoy en día, no obstante, estoy haciendo un esfuerzo por cambiar”. [1]

Louise Josephine Bourgeois nació en París el 24 de diciembre de 1911. Se radicó en Nueva York en 1938, luego de su casamiento con el historiador de arte estadounidense Robert Goldwater. Comenzó a exponer a los 34 años de edad, y recién tres décadas más tarde su obra artística fue reconocida como una de las más importantes y revaloradas del siglo XX. Su consagración mundial tuvo lugar en ocasión de una muestra retrospectiva organizada en su honor por el MoMA [Museo de Arte Moderno de Nueva York] cuando Bourgeois contaba con setenta y un años de edad; siendo la primera artista mujer a quien el MoMA dedicaba una exposición antológica


"La destrucción del padre"


El objetivo de la obra - según sus propias afirmaciones - era "exorcizar el miedo”.

La destrucción del padre (1974), inspirada por la conflictiva relación con su progenitor, Louis Bourgeois, un hombre de apabullante omnipotencia, que engañaba a su mujer con la institutriz de sus hijos y que denigraba reiteradamente, con alevosía, a Louise por su condición de mujer (él había deseado un varón y ella siempre sintió que tenía que hacerse perdonar por ser una chica). La pieza es básicamente una mesa precidida por el padre, el resto de la familia aterrorizada. La madre y los hijos ¿Qué pueden hacer? Permanecer en silencio. La madre trata de agradar  al tirano, su esposo.  Los niños se muestran exasperados. Entonces capturan al padre lo tiran sobre la mesa y lo desmiembran.

 “Después de que se expuso al público, me sentí una persona distinta. (...) 

“Después de que se expuso, me sentí una persona distinta. La razón que me llevó a hacer esta obra fue la catarsis o purificación. De niña, me daba mucho miedo cuando en la mesa del comedor mi padre no dejaba de alardear, se jactaba una y otra vez de sus logros. Y cuanto más grande pretendía volver su figura, más insignificantes nos sentíamos sus hijos. Mi fantasía era: lo agarrábamos con mis hermanos, lo poníamos sobre la mesa, lo troceábamos y lo devorábamos... En la escultura hay una cama y una mesa. Ambos muebles forman parte de nuestra vida erótica. En su esencia, ambos son el mismo objeto.”


Louise Bourgeois, una resentida (en el sentido de tener sentimientos de pesar o de enojo por algo) que ha sublimado sus traumas de infancia en el arte, hasta haber llegado a sentirse una especie de asesina en su taller. Reconoce que no practica un feminismo militante, sólo simpatizante, que se expresa en el profundo interés por todo lo que hacen las mujeres, “pero sin dejar de ser una solitaria empedernida”.

Añado un artículo del diario El país para quienes tengan mayor interés en la artista: 


Matar al padre con arte

Una gran retrospectiva dedicada a la obra de Louise Bourgeois se inaugura hoy en Londres

Sucedió durante una agónica cena en la casa familiar de las afueras de París. El padre empezó con su habitual alarde de pedantería. Se mostró especialmente arrogante. La pequeña Louise cogió un pedazo de miga de pan y, ayudándose con saliva, moldeó la figura de su padre. A continuación, le amputó los miembros uno a uno con un cuchillo y se los comió. Para Louise Bourgeois, aquello fue su "primera solución escultórica".

"Mi trabajo es un exorcismo. Me libera de la ansiedad que los recuerdos me producen"

En esa mesa de comedor nació la vocación de una de las artistas vivas más importantes. Y aquella freudiana fantasía infantil de matar al padre resulta determinante para comprender su obra. "Mi trabajo es un exorcismo", explica, a sus 95 años, por correo electrónico. "A través del arte, soy capaz de liberarme de la ansiedad que los recuerdos me producen".

La artista volvería a aquella mesa de comedor, 50 años después, para realizar una de sus obras más emblemáticas, titulada La destrucción del padre (1974). Bourgeois vivía entonces en Nueva York. Compró en el mercado piernas de cordero y otros trozos de animales. Hizo réplicas de látex y las colocó sobre una mesa llena de bultos redondos y rosados. La mesa preside la claustrofóbica gruta que el espectador ve como un escenario de teatro. Ahí están, en la imaginación de la artista, ella misma, sus dos hermanos y su madre desmembrando y devorando a su padre.

La destrucción del padre ocupa el centro del recorrido por la obra de Bourgeois que propone la gran retrospectiva que se abre hoy en la Tate Modern de Londres. La muestra, coproducida con el Centro Pompidou, viajará después al museo parisiense y a Estados Unidos.

Louise Bourgeois nació el día de Navidad de 1911 en París, y a los siete años se trasladó con su familia a una casa a las afueras de la capital, donde sus padres montaron un taller de restauración de tapices. Su trauma infantil entró por la puerta de casa en 1922. Se llamaba Sadie Gordon, una institutriz británica que el padre contrató para que enseñara inglés a los niños.

Al principio, Louise sentía un gran afecto por su institutriz. En 1923, cuando Sadie se había ido de viaje, Louise le escribió: "Mi querida Sadie: el otro día, cuando papá leía tu carta, dijo que siempre eras muy dulce. Y yo lo pienso también". Hablaban de distintos tipos de dulzura: pronto Louise se dio cuenta de que Sadie era la amante de su padre, que vivía integrada en su familia y que dormía con él. Esa doble traición y su incomprensión hacia la actitud resignada de la madre marcaron a la artista.

La exposición muestra primero los cuadros que realizó al llegar a Nueva York, los llamados Femme-maison (mujer-casa). Figuras de mujer con la mitad inferior del cuerpo expuesto y la otra mitad atrapada en una casa. La casa como el lugar esencial de la mujer y, a la vez, su cárcel. Están las instalaciones que realizó a partir de 1980, las llamadas Cells, palabra que en inglés tiene el doble significado de célula y celda. El origen de la vida y su negación. Una de ellas muestra una reproducción en mármol de la casa familiar, encerrada en una enorme jaula metálica, con una amenazante guillotina encima. También están las arañas o mamás que realizó en los noventa. La araña-madre teje y repara, protege y da cobijo bajo sus patas. Pero, a la vez, su tamaño exagerado y su aspecto siniestro la convierten en una amenaza. Su poder simbólico crece si se recuerda la infancia de Bourgeois, con su madre tejiendo tapices en el taller familiar.

Inquietantes amebas amorfas, explícitos falos de mármol y de látex, figuras totémicas de madera. La exposición recorre, a través de más de 200 obras, los 70 años de producción de una artista inclasificable. Hoy, con 95 años, Bourgeois sigue creando, con ayuda de sus asistentes. "Siento que todavía tengo muchas cosas que decir, y sé que me queda mucho que aprender", explica. "Trabajo cada día excepto los domingos, cuando recibo en casa a artistas para que muestren su trabajo". Hacia el final de la exposición, en un cuadro realizado este mismo año y titulado De donde viene mi vocación, la artista reflexiona acerca de su fecundidad creadora. Sobre una cartulina, con letra de niña, escribe: "No es tanto de dónde viene mi vocación, sino más bien cómo se las arregla para sobrevivir".

 

6 comentarios:

  1. GRACIAS, CE, POR TODOS LOS TRABAJOS QUE TE TOMAS POR MANTENERME ALGUITO MÁS AL TANTO DEL MUNDO CULTURAL. BESO,

    V.

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  2. Acabo de ver las obras de Louise Bourgeois, que vida dura la que tuvo de terrible sufrimiento, no?
    Sus esculturas fueron el desfogue para su dolorosa sensibilidad.
    Ls violinistas y el resto lo vere apenas tenga un tiempo.
    Gracias y besos,
    M

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  3. La escultora Bourgeois es increible, cada vez que he visto obras suyas me he quedado muy impresionada.
    Gracias,
    Ali

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  4. UN ABRAZOOOOOOOOOOO
    UN AGRADABLE AMANECER CON TU BLOG
    BEBA

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  5. Mil Gracias Ceci, los dos ultimos,como siempre super entretenidos y didácticos.

    Un beso

    Rosie


    Mil gracias por sus amorosos comentarios, Ce

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  6. Ce........ la semblanza de la escultora me ha impresionado, creo que todas las mujeres tenemos una manera de sacar nuestros demonios y bueno si eres una artista y el talento te sobra ya no ya.
    cariños
    Charo

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Tu comentario es de gran utilidad para para Abraelazuldelcielo. Ce.