domingo, 25 de agosto de 2013

Compañero del viento

Compañero del viento : Abbas Kiarostami
por Clara Janés - A. Kiarostami
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo

Abbas Kiarostami Teherán, 22 de junio de 1940) es uno de los cineastas y fotógrafos más influyentes y controvertidos del Irán postrevolucionario y uno de los más consagrados directores de la comunidad cinematográfica internacional.


Una flor, una mariposa, una abeja, el reposo de un niño, una mujer encinta, viento, nieve son particulares formas de paisaje que Abbas Kiarostami capta con palabras y, como mago, deja flotando envueltas en silencio. Este silencio es el que les quita peso, las sitúa en la ingravidez, las sostiene y singulariza y las arrebata al espacio y al tiempo. Y, con todo, se trata siempre de lo cotidiano, de momentos de vida, de lo que transcurre. Es el don del poema breve, se llame haiku (Japón), koşuk o koşma (Turquía),sach’ (Arabia preislámica) o josravaní (Irán), una forma de escritura sutil y sagaz que compacta concepto e imagen otorgándoles un aspecto pluridimensional. Detenida esta unidad por la mano creadora, se carga de sugerencias y es inevitable, a través de ella, no establecer nexos, algunos muy concretos.

Leyendo los versos de Kiarostami, por ejemplo, las amapolas, o las manzanas nos llevan hasta Sohrab Sepehrí, el más abarcador entre los poetas persas del siglo XX, que además era pintor. Y a ese aspecto suyo, el plástico, nos acercan la nieve, los árboles quebrados y los caminos en la montaña. Sepehrí, que se preguntaba “dónde está la morada del amigo [1]”, pregunta a su vez formulada siglos antes por Yalal UD-Din Rumi a través de la cual se delimita la perpetua búsqueda que es la vida y, con ella, el arte, veía en la naturaleza un modo de abstracción de carácter extremo oriental –no hay que olvidar que partió a Japón para aprender grabado-. El mismo espíritu habita en Kiarostami y se refleja no sólo en sus imágenes –especialmente en sus bellísimas fotografías-, sino también en sus textos, hasta tal punto que su escritura –como afirma Victor Erice– es comparable a la de los cuadernos dejados por otro cineasta, el ya clásico Jasujiro Ozu.

La noche/es el don de Dios/ a los ciegos [2], escribió el turco Fazil Hüsnü Dağlarca, versos que cruzan nuestra mente como un relámpago negro. Para Kiarostami, que trabaja con la claridad, se trata de la luz, eso “único visible por sí mismo”, en palabras de Sohravardi [3]. Y la luz se halla en todo, y, sobre todo, en el aire. La potencia de la luz es tan grande que puede deslumbrarnos y cegar las dimensiones de lo real. Pero Kiarostami es un maestro y también al escribir poesía sabe cómo captarla en su momento de máxima eficacia, cuando, suspendidas esas formas peculiares del paisaje, esos concepto-imágenes, en el interior de su gota de silencio, cruza su envoltura, como si el silencio fuera un aura de transparente vaho, provocando el fenómeno de la irisación.


POEMAS




Un potrillo blanco
viene de la niebla
y desaparece
en la niebla



Los polluelos de un día
experimentaron
la primera lluvia de primavera



Salta y se posa
se posa y salta
el saltamontes
en una dirección que sólo él sabe



Seis monjes bajos
caminan
entre altos plátanos
...
La voz de los cuervos



La araña
ha empezado su labor
antes de la salida del sol



La alfalfa esconde en sí
el rocío matutino



Las moscas
giran en torno a la cabeza de la yegua muerta
cuando se pone el sol



Ni este
ni oeste
ni norte
ni sur
Aquí mismo donde estoy de pie



En los juegos entre el niño y la abuela
siempre pierde
la abuela



En un templo
de hace mil trescientos años
la hora
siete menos siete



Mi sombra
me acompaña
en la noche de luna



La bignonia
se llena
de lluvia primaveral



El gusano deja
la manzana agusanada
por una nueva manzana



Las coloridas frutas
en el silencio de los vestidos de luto



Pensándolo bien
no comprendo la razón
de tanta blancura de la nieve



Esta vez une
la araña
las ramas
de la morera y el cerezo


Los girasoles
cabizbajos murmuran
en el quinto día nublado

La paloma
compuso el primer poema épico
al volar sobre el cráter de un volcán



El humo de la vela
ennegrece
el ala colorida de la mariposa
De cada cien manzanas
diez manzanas agusanadas
para cada gusano
diez manzanas
Los pájaros
juegan
en la mano y la cara del espantapájaros
La tarea ha llegado a su fin
Dos cuadernos de cien hojas
un lápiz con la punta afilada
una mochila de consejos
un niño en el camino
Durante la noche de tormenta
se enciende la lámpara
La insistencia del amante
no llega a nada
Ahora ¿dónde está?
¿qué hace
aquel que he olvidado?
Siguiendo el espejismo
llegué al agua
sin sensación de sed
Siempre quedan inacabadas
mis palabras
conmigo mismo…











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