domingo, 30 de noviembre de 2014

Las paredes tienen ojos

Las paredes tienen ojos, por Cecilia Bustamante de Roggero



Las paredes tienen ojos. Un ojo femenino que todo lo captura y lo guarda en la memoria para aprender como son los hombres y mujeres que viven en ese pequeño dormitorio que puede ser usado por una adolescente enamorada, por un viejo arisco, por una mujer que tiene los días contados o un hombre solitario que no deja de esperar el encuentro con el amor de su vida.
Las paredes tienen oídos que todo lo oyen, que se asustan con los gritos desaforados de esa... mujer que tiene dominado a un hombre que es débil y no tiene la fuerza como para hacer su maleta y partir. Tienen oídos que se sobresaltan con los ronquidos y lamentos de esa vieja que ha caído exhausta sobra la cama después de escuchar las excusas de sus tres hijas que dicen que hoy tampoco la podrán visitar. Las paredes tienen oídos que gozan con el silencio quieto de ese niño dormido.
La joven ha puesto su escritorio al pie de la ventana para ver desde ahí los olivos y escuchar el canto de algún pájaro mientras va escribiendo acerca de los ojos y los oídos de las paredes, sobre el destino que las obliga a permanecer ahí mudas mientras los habitantes vienen y van, alojan y desalojan la pieza, la dejan desnuda. Paredes ansiosas esperando el desconocido huésped que vendrá que tal vez tenga un gato o cante por las tardes arias famosas, o sueñe que vuela sobre ciudades repletas de castillos que solo existen en mitad de la noche.

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