domingo, 30 de noviembre de 2014

Palabras como cuentas que se hilvanan

En el FB a veces propongo  a manera de juego, escribir un cuento, o inventar quien es algún personaje  representado en una imagen, en esta oportunidad pedí que me manden palabras favoritas y así lo hicieron. Con ellas me propuse escribir pequeños poemas, unirlos como si se tratara de un rompecabezas. Esto es lo que salió:
 
 
Palabras como cuentas que se hilvanan
 

Es madrugada

y siento la magia de la soledad

como si la noche todavía silbase con melancolía en mi alma.

 

Pongo los ojos en el corazón del mundo, un arbusto de malvas, lilas recién nacidas,

racimos de peonías,

la llovizna ha dejado un aroma de flores 

que despierta mi ternura y mi complicidad

con esta vida que es camino y destino.

 

 

Lamer la herida en el bosque del ocaso.

¿Dónde encontrar un arroyo, agua de vida  que despierte mi sosiego?

 

 

Tinta púrpura, azul y roja,

noble caricia que llega hasta mi página blanca esta mañana.

 

 

Fogata humedecida de almizcle,

 inspirado perfume de ciervo.

 

 

Resplandece el sueño,

 los ojos de seda permanecen inefables.

 

Trenzar la sensatez,

derramar el incienso,

abrazar la templanza.

 

 

Mirar el amor,

 la dulzura de la magnolia,

el melancólico picaflor,

la música de la nostalgia.

 

 

La brújula señala la  verdad,

mis recuerdos se los ha llevado el aire

y ahora navegan en el añil del mar.  

 

La tibieza del cardo

regala

 rosada flor.

 

Esta noche habrá estrellas

Y la  luz iluminará

la pampa y las orillas .

En el campo, bajo un nogal

Danzan y zapatean un antiguo panalivio

los negritos del Carmen

 lamento que se acompaña con

 un cajón y un violín

 

 

 

Un viejito sanador, del que decían era dueño de la felicidad, fue invitado una noche  para curar  a mi madre.  Trajo un atadito de castañas, dulzura entre los labios,  se sentó al lado del fuego y contó historias del mar. La fiebre cedió y fue llegando la paz y otra vez reinó la lucidez en el rostro de mi madre.

 

Han quedado solo cuatro palabras sin compañía:

 la tristeza que nunca falta

El parto que nos abre a la vida

La lealtad que tal vez es solo imaginaria

El infinito al que nuestra mente no alcanza

 

 

Y aún recojo la palabra sendero que no deseamos ya oír.

 

Y para que no pasemos hambre ni sed maíz y una damajuana de buen pisco para beber hasta caer adormecidos cuando se acabe la tarde y ni siquiera un agudo relincho largo y sonoro nos consiga despertar.

 

 

 

 

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