Tengo una amiga, que en cierta época de su vida, se dedicó a
asistir a conferencias cada noche.
No importaba mucho de
lo que tratase, le gustaba asistir al acto en el que una persona que ha
profundizado sobre un tema, muestra a los demás sus descubrimientos. –“Siempre
aprendo algo, me decía , y yo lo he recordado esta mañana en la que escucho con
atención una preciosa conferencia del escritor Andrés Trapiello, español, sobre
El rastro de Madrid al que visita hace 40 años.
El mercado de pulgas
de Paris, San Telmo en Buenos Aires, El rastro de Madrid, congregan muchos
buscadores de tesoros entre los que hay los asiduos como el conferencista que
en principio busca libros pero que puede regresar a casa con alguna otra
maravilla descubierta.
Saber mirar es la
principal cualidad de un cazador de objetos en el Rastro, un mercado abierto
que muestra objetos viejos que todavía pueden ser usadas. Hay que saber
preguntar por el precio de los objetos y saber regatear. Nunca preguntar con el
objeto en la mano porque en el piso vale menos.
Trapiello especula en
lo que busca el visitante del rastro: Sabe que no sabe lo que va a pasar, No
sabe lo que va a buscar, está abierto a aquello que encuentre.
Espejos, relojes,
muñecos, juguetes, bastones que son residuos de la espada, pero también
fotografías, cartas, se ofrecen con alegría.
Una anécdota que me
gusta: Un rastrero ofrece una máquina de escribir. -Solo le faltan dos teclas,
dice, -si estuviese completa valdría mucho más, y el escritor piensa que es
saludable ver el lado bueno de las cosas, a todos nos faltan dos teclas
empezando por mí. Podríamos aceptar con mayor disposición lo que le falta a los
demás.
Hay una fotografía de
Carlos Saura que muestra a un vendedor de sueños, que no tiene piernas, somos
seres partidos en dos.
Lo que se busca es la
propia búsqueda, aquello que estás buscando por el hecho de buscar lo que te da
la vida y te sorprende.
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