domingo, 17 de enero de 2016

Ser lo que somos




A partir de este texto de Elías Canetti, me hago la pregunta ¿De que manera hemos ido aprendiendo a ser lo que somos? Y voy respondiendo.
“A medida que crece, el saber cambia de forma. No hay uniformidad en el verdadero saber.
Todos los auténticos saltos se realizan lateralmente, como los saltos de caballo en el ajedrez.
Lo que se desarrolla en línea recta y es predecible resulta irrelevante.
Lo decisivo es el saber torcido y, sobretodo, lateral.”
Elías Canetti, El suplicio de las moscas, IX.
¿De qué manera en la que hemos ido aprendiendo a ser lo que somos?
Intento enumerar ese ejercicio sin pausa
Descubrir, admirarnos, temer, dejar de temer
Saltar para avanzar más rápido, dar la vuelta, retroceder y hasta escondernos
Jugar a las estatuas, permanecer inmóviles porque un paso podría llevarnos al vacío
Respirar hondo y estirar la mano para atrapar algo que se mueve o nos conmueve
Ser sombra de alguien, imitar sus gestos, querer ser otro
Soñar con atravesar el río y arrastrarse hasta el otro borde
Ser payasos cabeza abajo, hurgar la tierra,
Lamer la herida, arrancarse la costra
Lanzar el quejido, suspender las lágrimas
Seleccionar objetos, sujetar recuerdos, esos ojos que nos miran
Esas palabras que van quedado adheridas a uno y que ahora son nosotros
Romper las reglas, estirarse, ocupar más espacio
Hacer trizas el poema, escaparse en el sueño
Vestirse de fiesta
Mirar una vez y otra hasta descubrir lo invisible, ser nuestro espejo,
Relámpago que grita
Arrepentirse, emocionarse, llorar
Llenar la maleta, cargarla, arrastrarla
Ponerse el sombrero, ajustar la máscara
Contar con el tiempo, mentir, defenderse, argumentar,
Besar, dar vueltas,
Oler el perfume que pronto abruma
Navegar con esa música que asalta todos los espacios
Tenemos la llave abre-cierra puertas
Conocemos el escondite, adivinamos el secreto
Aunque la añoranza permanece punzante
Saborear el mundo, cada trozo, absorber lo tibio, abrazar sin quedar encogidas
Entregarse, atreverse, desgarrar, bailar
Contar —había una vez, —una vez yo, —hubo un tiempo en el que yo
Convertida en piedra mirar atrás, murmurar
Sostenerse sobre un pie, derramar, apropiarse del infinito
De todos los pájaros que iluminan las olas humildes
Del mar que calma
Dibujar signos, imaginar, dar brincos
Sacar mariposas de los cascos
Sufrir y no desear ya ver
El cielo cubriéndonos
Esperando que arranquemos esas estrellas que se mecen como flores
Ya no importa.
Deseamos sujetar el tiempo, contemplar el instante, detenerlo
Eternamente nuestro, que para siempre, que jamás,
Que nunca calle unos segundos la voz que nos habita
Esa que exige, traza líneas, las curva, las enhebra
Puntadas que unen lo diverso
Otra vez amanecer
Iniciar el vacío que codicia sentimientos
Probar que estamos vivos
Somos fantasmas que tomamos aire
Tomamos tiempo
Aspiramos otros
Persistimos en indagar siendo zorro y ciervo
Helarse el corazón alzado
No, —no puedo, no tengo, ahora no
Vivir el duelo, rituales, incendiar páginas mudas
Sorber brebajes, incienso, imágenes, consumir
Inventar, amar otra vez y jugar descalzos desnudos
De rodillas con gozo
Mirar y seguir mirando
Quemar con la mirada
Nutrirse de sol, de sombras y de estrellas sin nombre.
Cecilia Bustamante de Roggero 2004

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