domingo, 19 de diciembre de 2010

María en Navidad






María sin que nadie se lo recordase, sabía que la Navidad se acercaba. En los últimos siete meses no había hablado con nadie. El silencio, tan temido cuando estaba en libertad, se había convertido en su modo de vida. A veces, para no olvidar el sonido de las palabras, hablaba en voz muy baja consigo misma. Se pasaba todo un día repitiendo como letanía una sola palabra, el nombre de alguien a quien amaba o alguna palabra que tratase de explicar el sentimiento que la gobernaba, el temor o la ilusión que la mantenía con vida. Muchas veces repetía su nombre como para confirmar su existencia, María, María, un tic que buscaba anclarla en su memoria para no enloquecer.
A veces no recordaba ni porqué estaba ahí, olvidaba las leyes que imperaban en el mundo del que venía, un mundo represivo  que  preveía hasta los mínimos detalles. No se puede soñar, no se puede desear, no se puede pedir justicia, no se puede pedir paz. María incapaz de someterse a esas leyes había desobedecido. La casa de las Magdalenas, era el lugar en donde las mujeres valientes de Albehem eran encerradas para evitar que sus ideas de la llegada de un Salvador corriesen y contagiasen a los demás. María acusada de rebelde y de conspiradora había sido declarada culpable. Había tenido el juicio delante del Gran censor y estaba cumpliendo una condena de veinte años.
Pasaban días en los que olvidaba que había desaparecido de su vida la posibilidad de ver a su familia, a su esposo Antonio recluido en la Casa del Tormento, acusado de peores delitos.
Aún existía el peligro de que lo condenasen a muerte. Ella no se enteraría del destino que le tocaría seguir. Suponía que no volvería a ver a Simón, su pequeño hijo, a quien había tenido que abandonar casi recién nacido.

María ha adiestrado su mente, puede trasportarse si lo desea a espacios agradables, sentarse debajo de los olivos en el bosque con los amigos, o quedarse al costado del río escuchando el agua que brinca entre las piedras, arrastrándose como una serpiente que silba y acaricia. Ahora amanece en su mente, han llegado dos pájaros amarillos que se entretienen junto al rosal. En el calabozo oscuro María no piensa en huir, no duerme, descansa, se recupera, aunque no quiere hacerlo recuerda. Los han descubierto, se arrastra para esconderse. Una bala le roza la cabeza. Los someten a interrogatorios, los amenazan, les atan las manos, se burlan de ellos. Alguien escupe en su cara. Los separan. Todo ha sido inútil. Está prohibido soñar.
Es el amanecer del 24 de diciembre en Albehem en una celda húmeda y silenciosa. María alcanza a ver tras un resquicio entre dos piedras un rayo de luz brillante, afuera hay sol. Es noche buena y María rechaza la condena a la soledad. En la oscuridad busca inútilmente algún objeto que pueda simbolizar el nacimiento. Desea repetir el ritual. Cierra los ojos, medita y se pone a rezar. Ya casi es de noche cuando siente la presencia del ángel que dice: No temas, vengo a anunciarte la buena nueva que será motivo de inmensa alegría para todo el pueblo. Se enciende una vela y se ilumina un espacio como si estuviesen en un claro del bosque. María sabe que está en Belén. Una mujer acaba de dar a luz, el hermoso niño está recostado en un pesebre. Los acompaña su padre. Aparecen otros ángeles que tocan trompetas y cantan Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres. Algunos pastores que cuidaban sus rebaños se acercan para adorar al niño. Llegan los magos de oriente que han seguido la estrella brillante y ofrecen al niño cofres llenos de maravillas.
La celda está de nuevo en penumbras. María siente que no está sola. Puede ver a Antonio y a su pequeño hijo acercándose a ella para poder ver el Nacimiento. Los tres se abrazan y se desean felicidad. María no se cansa de mirarlos, de hacerles caricias. Los ojos humedecidos le confirman que es Noche buena. María se acomoda en una esquina y se duerme sabiendo que despertará en silencio y soledad pero no le importa. Hoy ha sido Noche buena y mañana será Navidad.


Este cuento lo escribí hace mucho tiempo y hoy al leer el artículo Navidad a la Cubana de Yoani Sánchez, desde Cuba,que nos habla de la censura a las prácticas religiosas en su país, publicado en El comercio, lo recordé, le di una arregladita y se los entrego.



3 comentarios:

  1. ¿Cuántas marías habrá en el mundo que no pueden gozar de libertad? María, la de tu cuento, sí gozaba de paz interior como San Juan de la Cruz que en un calabozo escribió Cántico Espiritual.

    La Nochebuena obra milagros de unión, de paz, de amor. Magia infinita que se infiltra en el corazón de tu protagonista de tal modo que logra unirse espiritualmente con los suyos gracias al recién nacido.

    Linda historia del pasado, del presente y del futuro, que puede ser triste sin la esperanza.

    Yoani Sánchez,tampoco está sola. Está dando la gran lucha para obtener la libertad de su pueblo, como también la da desde una cárcel oscura de China, Liu Xiaobo, actual Premio Nobel de la Paz, a quien nadie ha podido acallar.

    Gracias Cecilia por recordarnos que debemos disfrutar y agradecer nuestra libertad.

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  2. Tienes otro correo? El tuyo está atestado y devuelve los mails.
    AM Risopatrón L.

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  3. que bueno Ce que cuelgues tus cuentos en el blog. Lo personaliza, logrando que te conozcamos y por lo tanto te queramos más. Muy lindo todo!
    Aprovecho este espacio para desearte una buena navidad, con muchas luces y sonrisas y recuerda que la belleza de tu cabeza es lo que atrae. besos,
    tu admirador

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