lunes, 31 de enero de 2011

Escribir para seguir viviendo

Desde hace tiempo siento que la muerte está cercana. Lo siento, sin temor y con la esperanza de morir como siempre escribí, con los ojos abiertos. Siento curiosidad por ver el otro lado aunque francamente no creo que haya nada. Lo que queda de mí y quedará en la vida futura es lo que hice, el amor que les tuve y la melancolía por no poder estar más tiempo con ustedes."

Leí por primera vez estas líneas hace exactamente un año. Es el comienzo de una carta que mi padre nos dejó a sus siete hijos para compartirla después de su muerte. Pertenece a la intimidad familiar, y si la revelo ahora es sólo para que el lector de estos párrafos sepa que estoy aquí como un intruso: este espacio, que él ocupaba con su prosa infinita cada dos semanas en las páginas de La Nacion, le pertenece a él, no a mí. El mejor homenaje que puedo hacerle es intentar avanzar regalándoles de entrada el motor de sus palabras, esas mismas que todavía me susurran en los sueños y me dicen: "Vamos Ezequiel, tenemos que trabajar". Ezequiel Martinez, hijo de Tomás Eloy martinez a un año de su muerte.

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