domingo, 11 de diciembre de 2011

Un cuento de un cuento

En base a este cuento de Italo Calvino, la escritora argentina crea un nuevo cuento. El cangrejo se convierte en caballo. Acá les presento las dos hstorias.

EL CANGREJO DE CHUANG TZU
Italo Calvino

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. "Necesito otros cinco años", dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y, en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto.

El caballo de Chuang Tzu
Maria Teresa Andruetto

En la China lejana, el emperador Chiang amaba a los caballos.
Tanto los amaba que quiso tener uno dibujado.
Y quiso también que aquel dibujo fuera perfecto.
Llamó a su asistente y le dijo:
Ve y busca al mejor dibujante del imperio. Y dile que dibuje para mi un caballo.
El asistente buscó por todo el reino.
Desde la China del norte hasta Tailandia.
EL mejor dibujante se llamaba Chuang Tzu.
El asistente llevó a Chuang Tzu hasta donde estaba el dueño del imperio.
Una vez allí, Chuang Tzu dijo:
¿Qué necesita mi señor?
El dibujo de un caballo. El mejor de todos.
Chuang Tzu se quedó pensando un momento, después habló.
Para dibujar un caballo necesito cinco años y una casa con doce sirvientes.
¿Tanto para hacer un dibujo?
Tanto para hacer el mejor dibujo, mi señor.
El emperador le dijo a su asistente que ordenara todo para que el mejor pintor del reino tuviera por cinco años una casa con doce sirvientes, para dibujar un caballo.
No bien pasaron los cinco años, el emperador mandó a llamar a Chuang Tzu.
Quiero ver el caballo, le dijo.
No lo he hecho todavía- contestó Chuang Tzu. Necesito otros cinco años.
El emperador Chiang dudó largo rato antes de decidirse. Pero al cabo de ello dio a su asistente órdener para que Chuang Tsu gozara de oros cinco años en aquella casa y con aquellos sirvientes.
No bien pasaron los otros cinco años, el emperador que desesperaba por ver aquel caballo, mandó nuevamente llamar a Chuang Tzu.
Cuando vio que el pintor más prestigioso del reino llegaba con las manos vacías, se dejó ganar por la ira:
Te has burlado de mi-le dijo- Te he dado durante diez años casa, comida y sirvientes para que hicieras un caballo perfecto y al cabo de todo este tiempo, llegas con las manos vacías.
No mi señor, no me he burlado de ti. Solo ahora después de diez años, estoy preparado para dibujarlo.
Y diciendo esto, tomó entre sus dedos un pincel de fino pelo y en un instante, con un solo gesto, dibujó un caballo.
Un caballo desbocado, con las patas tendidas y las crines al viento.
El caballo más hermoso que jamás se había visto.


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