miércoles, 14 de diciembre de 2011

Yo dejo que la música llore por mí

Yo dejo que la música llore por mí, me dijo una vez mi amiga Ivanova y yo me reí, admirada de lo creativa y original que siempre podía ser. Pero hoy escuchando a una ópera de Mozart, empiezo a entenderla y dejo que los cantantes lloran por mí. En contacto con sus voces me doy cuenta de que los cantantes sienten lo que yo siento, o lo que sentí hace tanto tiempo, antes, el otro día, cuando quería contarle al mundo el dolor de mi alma, explicarles que se me había agrietado, que sangraba.
Los títulos de las canciones son significativos: Misericordia. Respóndeme. Están dirigidas al otro, sea a un poder superior - al Todopoderoso creador que todo comprende y que da consuelo - o al prójimo que si se conmueve podrá amarnos. Los instrumentos y la femenina voz se pasean de una esquina a otra de la habitación manifestando su dolor.
En la Serenata de El rey pastor se expresan los contrastes de nuestros sentimientos, desde los reclamos del corazón, el deseo de justicia, el miedo a los sentimientos tormentosos y a las tribulaciones, hasta la felicidad de un idilio y el gusto por la vida simple y el amor a la naturaleza. La ironía también está presente. Al leer el catálogo descubro que esta ópera fue tocada en la corte de Venecia en 1790 para celebrar la visita del Rey José II. Qué maravillosa forma de llorar debe ser cantar


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